Adrián Álvarez Rodríguez: «En Armenia van bos de saber de Razo»

Patricia Blanco
patricia blanco CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

Adrián, en su viaje a Armenia
Adrián, en su viaje a Armenia

Carballés del barrio de A Casilla, es graduado en Ciencias Políticas e da Administración: viene de ser admitido como miembro de la Sociedad Española de Excelencia Académica. Tiene el mejor expediente nacional de su titulación, pero él le da la importancia a otras cosas

10 feb 2021 . Actualizado a las 15:47 h.

«Isto é un papel. Ao final, é o camiño o que te marca. Son quen son por vir de onde veño e de quen veño e iso é algo que intento non esquecer nunca. Quitarlle unha peza ao entramado faría caer o castelo», reflexiona el carballés Adrián Álvarez Rodríguez, graduado en Ciencias Políticas e da Administración por la Universidade de Santiago (USC). Nacido en 1996, en el mes de San Xoán, viene de ser admitido como miembro de la Sociedad Española de Excelencia Académica. Por su expediente y méritos curriculares fue seleccionado por el Comité de Evaluación en el Ránking Nacional del 2020 como uno de los mejores graduados del país en su titulación: primera posición nacional. Sin embargo, para Adrián este reconocimiento es casi lo de menos, a no ser porque para él es una forma de agradecer a todos los que le han permitido llegar a donde quiso y pudo. Sobre todo, a su familia.

«Os libros, por si sós, non te capacitan. Onde máis se aprende é vendo, e por iso intentei moverme, aprender dos que saben. O título está ben, pero non son máis ca ninguén», sopesa. En su conversación, Adrián se mueve entre cuestiones que, para él, sí son de calado. Se crio en el barrio de A Casilla y estudió en A Cristina: «Para min é a base de todo. Simboliza os amigos que aínda teño, pero tamén a Isabel, a limpadora, veciña do barrio; foi o colexio de miña irmá, de miña madriña... É o nexo». Con dos o tres años acompañaba a su madre y se sentaba en la escalera del centro a esperar a su hermana, leyendo el periódico mientras no sonaba la sirena. Aprendió a leer solo y se entretenía con el periódico porque es lo que cada día le veía hacer a su tío Germán en la tienda de maquinaria agrícola que regentaba con su mujer, Claudina; sus hijos, Carmen y Jose, y su yerno. «Miña prima Carmen é para min unha nai», describe. Cuando habla de la suya, Mercedes, Adrián solo tiene palabras de gratitud: «Sacounos adiante soa, a min e a miña irmá. Desde ben cediño traballaba todo o día». Después de A Cristina, pasó al instituto Monte Neme, donde cursó el bachillerato de Humanidades e Ciencias Sociais: «Aí atopeime, apuntei cara onde quería ir». Recuerda las clases de Historia y sus debates con la profesora Elvira: «Sempre fun moi reivindicativo», describe.

Periodismo y Ciencias Políticas eran las dos carreras que más le tiraban y por un 0,05 se quedó fuera de la primera: «Non hai mal que por ben non veña». El segundo año de Políticas le convenció más que el primero y en el tercero se fue de Erasmus a Polonia, donde aprovechó para cursar materias relacionadas con derechos humanos, política internacional, derechos sociales, desarrollo... «É o que máis me tiraba. Encontrei a vocación dentro da vocación: o meu é a resolución de conflitos e a cooperación».

Si este viaje le marcó, fue otro que hizo en el último curso, cuarto, el que lo cambió todo: «Un día entrei no despacho do decano e vin alí unha bandeira armenia. Díxome que a USC tiña un convenio coa Universidade Internacional de Eurasia. Quedaban dúas prazas, solicitei unha e fun. Saín do meu círculo de confort. Metinme nunha cultura diferente, aprendín tanto...». Armenia y Azerbaiyán estaban en conflicto, se vetaban mutuamente, pero Adrián se las ingenió para irse unos días a Bakú: «Tampouco dixen moito a onde ía», sonríe. Intenta no preocupar a los suyos con sus destinos, sobre todo cuando entrañan algo de tensión. 

Viajar le apasiona, pero «paseando, pateando, perdéndome polos barrios». Explica que estudió gracias a becas y que sus buenas notas ayudaron. A Polonia llevó los ahorros que se había agenciado trabajando los veranos en un restaurante en Laxe: «Para min o Erasmus era a oportunidade perfecta para viaxar. Viaxei o que non está escrito». En los vuelos más baratos, en los buses y trenes más destartalados, recorrió Europa «low cost total». Se ríe cuando recuerda otro destino, Israel, justamente cuando Trump decidió cambiar el emplazamiento de la embajada de Estados Unidos. Adrián acabó haciendo el trabajo de fin de grado sobre el conflicto de Bosnia y dice que fue una conversación con el dueño de un hostal la que le hizo hacer clic: «Para min o maior premio é ter tido a oportunidade de percorrer o que percorrín e de coñecer á xente que coñecín, porque de todos aprendín. O mundo é un libro aberto e eu trato de sacar o máximo partido». Después de exponer su TFG se fue unos meses a la Federación Sueca por los Derechos del colectivo LGTBI, para unas prácticas extracurriculares. En diversos períodos, incluido el estado de alarma, cubrió bajas en el Consulado de Uruguay en Santiago, donde había hecho prácticas durante la carrera. Ahora mismo, cursa un máster de Cooperación al desarrollo, Gestión Pública y de las ONG, en la Universidad de Granada.

Adrián no es de estar parado: le gusta pasear los senderos de la tierra de su madre, Santa Comba; perderse con su madrina Ana entre los vendedores del mercado de Carballo, en la misma plaza donde tiempo atrás su abuelo Liso, vendedor de la ONCE, tuvo quiosco; y, sobre todo, impregnarse de Razo: «É a miña vía de escape, paz, calma. En Armenia van bos de saber de Razo e tamén de que xoves e domingo, aquí, hai feira». Trató de ser embajador de Carballo. Allí tienen el lago Seván, pero nada que ver, claro. No se olvida tampoco de la «señora comida» que tanto le tira: «Ai, o meu caldiño».