«Carballo me devolvió vida y alegría»

Patricia Blanco
patricia blanco CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

Ana Garcia

ENTREVISTA | Constantino Freire Llamas fue el primer director del instituto Alfredo Brañas de Carballo. Tres años estuvo en la dirección del centro, que viene de celebrar su medio siglo de historia. Fueron tan «realmente intensos» que el vínculo sigue fuerte

27 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Absolutamente emocionado» se reconoce Constantino Freire Llamas (A Coruña, 1941) tras haber participado esta semana en el 50.º aniversario del instituto Alfredo Brañas carballés, del que fue su primer director. Se emocionó también en la propia ceremonia, contenida en asistencia a causa del covid. Fueron tres años en la dirección de este centro, pero tan «intensos» que medio siglo después siguen presentes, así que, «venciendo todos los obstáculos», quiso estar presente en la conmemoración. «Recibí un cariño de la gente que me dejó sorprendido», dice sobre ese día, en el que echó en falta a rostros como el de Mariluz, primera jefa de estudios, fallecida recientemente.

Licenciado en Filosofía y Letras y catedrático de Literatura Española, Freire fue durante períodos delegado de Educación e inspector, nombramientos que, como dice, iban en gran medida parejos a cambios políticos. Después de Carballo pasó por centros de A Coruña, como A Guarda: «Curiosamente, todavía era entonces instituto femenino, cuando en Carballo ya estábamos en uno mixto. Después se transformó».

-Estuvo usted en los 25 y en los 50 años del instituto Alfredo Brañas. La conexión permanece. ¿Regresó a él en más ocasiones?

-Sí, muchas. En Carballo cogí la afición a pescar, con dos buenos amigos, Pedro Facal y Xusto Pose. Treinta y pico de años que pescamos, así que como iba a esa zona pasaba por Carballo y paraba en el instituto, antes y después de los 25 años. Cuando fui por ese cuarto de siglo había muchos alumnos y profesores: entonces hablé de una eterna primavera. En esta ocasión los alumnos no podían estar, el momento actual es más oscuro.

-¿A dónde se fue tras Carballo?

-A la delegación de Educación de Badajoz. Me sorprendió tanto el paisaje, era tan diferente... Cada vez que me subía a un monte miraba a ver si veía el mar, pero el mar no se veía. Con el mar iba también mi recuerdo de Carballo.

-Fue asimismo delegado provincial de Educación en A Coruña, e inspector. ¿Le convence más la enseñanza o la gestión?

-Siempre la enseñanza, siempre, por encima de todo.

-El profesor José María de la Viña indicó en varias ocasiones que le debe a usted el haber seguido el camino de la docencia.

-Realmente me honra. Recuerdo a los 16 docentes que empezamos allí, entre ellos también José María Ameijenda, Gemma, José Antonio... Cada vez que teníamos reunión, continuábamos en nuestras casas, hablando de nuestras historias. Se forjó ese trato también por vivir en Carballo.

-Usted lo hizo.

-Sí, empecé a vivir en Carballo ya antes de comenzar en el instituto. Cuando me llamaron para ser director estaba en el instituto de Astorga, tenía 29 años. Vine a hablar con el entonces alcalde de Carballo, le dije que me nombraban director, pero que el instituto aún no estaba, porque estaba en obras. Me dijo que no me preocupase, que iba a estar. Así que nombró a uno de los funcionarios del Ayuntamiento para hacer las matrículas, y allí se matricularon los alumnos, en el Concello. Recuerdo a aquellos 420 estudiantes y a sus padres, que confiaron en nosotros desde el principio. Astorga había sido mi primer destino, por dos años, después de aprobar las oposiciones a cátedra, pero antes ya había sido maestro seis años.

-¿Qué fue para usted Carballo?

-Volver a casa, una alegría inmensa. Desde la Gran Vía, donde vivía, casi veía el instituto. Carballo fue de alguna manera reconocerme en la enseñanza. En aquella de entonces aún no teníamos el gallego como asignatura. Carballo supuso reencontrarme con un paisaje que también reconocía, mar y monte, Carballo me devolvió vida y alegría. A Badajoz me fui después con una deuda heredada del anterior delegado, me metí en el tema huelgas... Al acabar me dieron la encomienda de Alfonso X [premia méritos en educación, docencia, cultura, ciencia, investigación...]. ¡Imagínate!

-Muchos recuerdan sus métodos educativos tan innovadores, y la cantidad de iniciativas culturales.

-Fíjate si lo serían, que ya allá por mayo del 72, en una pregunta que me hacían en una entrevista, decía yo que ese mes serían 22 las actuaciones en el instituto. Cosas que se están haciendo ahora las hacíamos ya nosotros en ese año. Venía el grupo de teatro Tespis, de A Coruña, pasó por allí el que luego sería alcalde de Madrid... Muchos.

-¿Ha cambiado la educación? El covid-19 también impacta ahora.

-Ha cambiado la situación, ahora hay que plantearse la historia desde otro punto de vista. La enseñanza a distancia y la enseñanza de los primeros años, que también está cambiando mucho, suponen una actualización.

-¿Y la cuestión público-privado? ¿Se mete usted en ese debate?

-Me meto. La enseñanza pública y privada es al fin enseñanza en general. Los privados son centros concertados, y también los públicos necesitan ayudas, porque no llega con los recursos que hay. Ocurre que la enseñanza privada está en las ciudades, pero en pueblos y aldeas está la pública por encima de todo. Cuando empezó el hoy Alfredo Brañas, era entonces el único instituto entre A Coruña y Cee. Todo eso abarcaba... ¡mil situaciones!

-¿Cómo ha visto Carballo en esta última visita que hizo?

-Extraordinariamente bien. Creo que Evencio Ferrero es un alcalde que trabaja bien.

Ana Garcia

-¿Qué desea para el instituto?

-Vi la buena actitud de los alumnos, con un gran respeto a la situación, con un comportamiento ponderado y ecuánime. El instituto va por buen camino, con los profesores que tiene y esa aceptación por parte de los estudiantes.

-¿Son diferentes los alumnos de hoy a los que había antes?

-La situación es distinta, lo veo por mis propios nietos. La comunicación con los amigos, la confianza con los profesores... Algunos dicen que antes había otro respeto a las instituciones, pero yo no sé si respeto, en algún caso diría que miedo. No obstante, las actitudes actuales son positivas. Hay que esperar mucho de ellos.

-Confía en estas generaciones.

-Absolutamente.

-¿Y su afición por la pesca?

-Ya no... Mis dos amigos se fueron a ese lugar del que no se vuelve. Otra gente sería eso, otra gente.

«La enseñanza no se puede hacer a ratos perdidos, es vocacional»

«Fue el sentido de mi vida», dice Constantino Freire sobre la enseñanza. Y eso que en un principio no creyó que su futuro pasase por esta profesión: «Tenía otras perspectivas, pero la enseñanza me fue convenciendo, y yo lo acepté totalmente». A su juicio, es un oficio vocacional: «No se puede hacer a ratos perdidos, tienes que saber que estás dando ejemplo continuamente a familias, niños...». Alaba la educación con la que los carballeses acudían a las actividades que se programaban y la emoción detiene la conversación cuando evoca aquel bosque con árboles que hubo un día frente al instituto, «donde los niños comían». Recuerda también casas a medio hacer, por la emigración para buscar un porvenir. Ya no queda bosque: «Se construyó». El bicho de enseñar nunca se pierde, asegura, pero Constantino no es hombre que peque de dar consejos. No le gusta.

Tiene apartamento en A Coruña, pero el covid-19 lo pilló en el hogar de Mosteirón (Sada), donde sigue a día de hoy, «feliz». Lee novela, poesía, «todo tipo de obras». Pide no ser tratado de usted: «Ya ni los alumnos lo hacían».