Es el momento de plantar carballos para cuando no estemos

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

CARBALLO MUNICIPIO

Mantener la vida vegetal ayuda a mitigar la catástrofe climática y a conservar la biodiversidad

12 oct 2020 . Actualizado a las 23:25 h.

Estas cosas suceden cíclicamente, y este otoño nos tocó la suerte. La naturaleza nos hace un regalo extraordinario en este preciso instante: tenemos nuestros montes y parques literalmente alfombrados de landras de carballo. Nuestros amigos están echando el resto, produciendo semillas como si no hubiera un mañana y a lo mejor de eso se trata, de que saben que sin ellos no tendremos futuro y nos están invitando a salvarnos, por eso vamos con un sencillo manual para plantar árboles, porque ahora es el momento.

Lo primero es conseguir las bellotas de carballo (que no se trata de «especismo», la misma teoría se puede aplicar a castañas, nueces, avellanas, etc.). Para conseguir estas landras resulta conveniente, ya lo habrán deducido, empezar por localizar algún carballo, cosa relativamente sencilla en el monte si evitamos buscar en repoblaciones forestales invasoras, pero más complicado en la ciudad. Lo de encontrar carballos en Vigo empieza a complicarse gracias al tenaz trabajo de la motosierra municipal, pero algunos sobreviven empecinadamente en los parques urbanos y, ya rozando lo milagroso, todavía tenemos incluso algunos ejemplares aislados en la ciudad que de momento pasaron desapercibidos a la motosierra.

Una vez identificado el carballo y ley de gravitación universal mediante debemos fijarnos en el suelo, pues las susodichas landras tienen la excéntrica tendencia a caer cuando maduran. Un buen consejo sería fijarnos en las bellotas al recolectarlas y comprobar que no presentan un agujerito, que indicaría la presencia de algún gusanito inquilino que la está utilizando como refugio y alimento.

Una vez seleccionadas tenemos dos opciones: siembra directa o vivero forestal casero. El primer procedimiento es muy sencillo. Un palito, un agujerito en el suelo, se pone la bellota en el agujero (en posición horizontal, este es un detalle importante que facilita la germinación) y se tapa con la misma tierra del agujerito suavemente. A partir de ahí solo se trata de repetir el proceso sucesivamente una, diez, cien o mil veces. La otra opción consiste en llevarnos las bellotas y montar un vivero forestal casero. Para esto solo necesitamos algunas macetas, mejor más altas que anchas para que las raíces crezcan profundas y no se enreden o, mucho mejor, reutilizar briks recortados (recuerden hacerles agujeritos de drenaje) plantar las bellotas a un par de centímetros de profundidad y esperar. En apenas unas semanas asomarán nuestros carballitos.

Es recomendable mantener la tierra húmeda, pero no encharcada, y evitar el exceso de sol directo especialmente en verano. Un año después nuestros arbolitos, que ya tendrán casi un metro de altura, estarán listos para ser trasplantados en el monte. Este proceso también conviene repetirlo una, diez, cien o mil veces.

Y ahora pongamos las cosas en su contexto. El maestro Joaquín Araújo dice que nuestra supervivencia esta directamente relacionada con la supervivencia de los árboles. Plantar un árbol, o evitar que se pierda, es sencillamente salvarnos a nosotros mismos. Mitigar la catástrofe climática, fertilizar la tierra que nos alimenta, frenar la desertización, purificar las aguas, conservar la biodiversidad (la que entre otras cosas nos protegía de los coronavirus) pasa inevitablemente por los árboles.

Recuerdo

Pero, en realidad, es todo mucho más sencillo: piensen en algo realmente importante para ustedes, para todos, para todas, para todo. Concretamente piensen en lo más importante con diferencia, lo que de verdad es absolutamente fundamental. ¿Quizás han llegado a la conclusión de que nada es más importante que respirar? Pues plantemos árboles, autóctonos, muchos, compulsivamente, a lo loco, efectivamente como si no hubiera un mañana. Y por si fuera poco, estaremos haciendo algo trascendente que superará nuestra propia existencia. Plantar árboles para cuando no estemos, para que cuando ya nadie nos recuerde, ellos sigan viviendo y regalando vida. No hay amor más grande.