Amancio Prada: «Me encanta volver a Carballo»

P. Blanco, V. Couto CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

MARCOS CREO

Al cantautor ponferradino esta tierra le trae recuerdos de Eirís y a ella vuelve esta noche con «Mis poetas en París»: 22. 30 horas, en la Praza do Concello

03 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene dicho que él va a donde la vida lo lleve y que, como cuando era niño, canta para espantar el miedo. También, para aportar algo de alegría a la conversación del mundo. Es esa misma vida la que lo vuelve a traer a Carballo. El cantautor Amancio Prada (Ponferrada, 1949) ofrecerá esta noche un concierto gratuito en la Praza do Concello (22.30), ante un público que lo aguarda. Su primera visita a la capital de Bergantiños fue a mediados de los 70 y desde entonces pasaron años, discos, vivencias y algún que otro concierto más por aquí.

-¿Cómo le sienta volver a Carballo?

-Muy bien. He cumplido un deseo, no me canso de ir a Galicia. La llevo en el corazón. En Galicia he vivido y soñado mucho. Carballo se remonta a uno de mis primeros escenarios, en el instituto Alfredo Brañas, no sé si en invierno del 75 o en primavera del 76. Fíjese si xa choveu.

-¿Qué guarda de este rincón?

-La atmósfera, una tierra muy fértil que me mostró y me alabó un amigo que ya se fue, José Manuel Eirís, gran cantor y durante años técnico de Cultura. Me invitaba con frecuencia a cantar en Carballo. Cantamos juntos muchas veces. Cuando él grabó su primer disco vino a Madrid, emocionado, a traérmelo. Llamó a la puerta de mi casa y con el disco traía un saco de patatas: «Mira, o disco non sei se é bo, pero as patacas son as mellores de Galicia, as mellores do mundo». Siempre que vuelvo me acuerdo de él y le hago un homenaje cantando una canción que él me enseñó: Adiós á miña casiña, portelo do meu quinteiro... Con una zanfoña. Eirís descubrió la zanfoña en aquel concierto del Alfredo Brañas, donde él era un estudiante. Con el tiempo construiría su propia zanfoña. En fin, que me encanta volver a Carballo.

-Viene en esta ocasión con «Mis poetas en París». ¿Que trae en él?

-Este año se habla mucho del 50.º aniversario de mayo del 68. Para mí París ha sido una ciudad importantísima. Llegué allí ese mismo año, en el 68, cuando tenía 19. Lugo volví a estudiar en la Sorbona. Allí grabé mi primer disco, Vida e Morte. Allí también, a parte de los cuatro o cinco poetas que llevaba en la maleta, cuando llegué descubrí a otros grandes que siguen siendo grandes maestros de la canción, como Brassens, Léo Ferré, Moustaki, Paco Ibáñez o Agustín García Calvo, que ha nutrido tanto mi canto... Luis López Álvarez, poeta y paisano. Y San Juan de la Cruz, que también lo conocí allí. Así que, de algún modo, voy a dedicar un pequeño tramo del concierto a recordar esas canciones. Las canto sin nostalgia, porque la verdad es que las sigo sintiendo vivas, palpitantes y con pleno sentido hoy en día.

-¿Aquello marcó para usted el matrimonio entre poesía y música?

-Sí, e incluso antes de ir a París, cuando yo estudiaba en Valladolid, con 17 o 18 años. Quien me tiró del caballo fue Antonio Molina, al que yo venía cantando desde mi pueblo. Pero cuando escuché La poesía es un arma cargada de futuro, o Andaluces de Jaén en la voz y la garganta de Paco Ibáñez, al que tuve ocasión de ver un concierto en Valladolid... Siempre basaron su obra y su trabajo en la poesía. Yo no hago más que cantar aquello que los demás me dan a mí, cuanto viven las palabras de los poetas, de otros cantores... caminamos sobre huellas. Ahora bien, en París sí, aquella afición se confirmó y se pudo convertir en profesión, que es lo que yo le deseo a todo el mundo: que su vocación sea su profesión y su profesión, su vocación.

-¿Ve preciso hoy un foco de atención como aquel de París? ¿Cree que la sociedad está adormecida?

-Creo que sí, que estamos un poco más adormecidos... ¡y sin embargo hay tantos latigazos cotidianos! Me acuerdo de una pintada de aquel mayo del 68: «Seamos realistas, pidamos lo imposible». Bien, me quedo con otra que 20 años después sacaron los estudiantes en Francia: «Seamos utópicos, hagamos lo posible». Uno no puede aspirar a cambiar el mundo, bastará con cambiar el pequeño mundo, el microcosmos donde uno vive. Si aspiras al todo, enseguida vas a tener que conformarte con nada.

-No hace mucho pasó usted por Muxía, por el santuario de la Barca... ¿Qué le quedó de aquel mar?

-Para mí fue como una peregrinación, casi al extremo mundo, a ese santuario mágico que Lorca recoge en uno de sus seis poemas gallegos. Cantar allí, escuchando el mar, fue cumplir un sueño también, un sueño largamente soñado.

-Tiene dicho que le gusta más mirar al futuro que al pasado. ¿Cuál es ahora su futuro más inmediato?

-Después de Carballo me iré a Soria, fíjese qué salto. Me iré en compañía del poeta y paisano Juan Carlos Mestre, a quien le acabo de dedicar un nuevo disco, que espero que salga en septiembre. Estoy trabajando también en un proyecto sinfónico de cara al otoño, y estudiando... y rondando siempre musicar algún poema o algún poeta. Hay que estar siempre atento. Si viene la inspiración, que te pille trabajando.

El concierto. Esta noche, a las 22.30, en la Praza do Concello. Gratuito. Organiza el Concello a través de Cultura y patrocina la Fundación Luís Calvo Sanz.