Los pechos que no se quisieron ver

Patricia Blanco
Patricia Blanco CRÓNICA

CARBALLO MUNICIPIO

26 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Vivo -duermo- en una ciudad en la que, cuando entro, puedo leer varias pintadas de «Teto chivato». Siempre me pregunto quién será Teto y de qué se habrá chivado. Incluso he llegado a pensar en una amenaza velada. Cuando salgo de donde vivo, en coche y sobre un punto determinado, un puente, leo varias cosas, también mensajes de amor pintarrajeados: «Quieres casarte conmigo?». Es, supuestamente, romántico. Casi en el mismo punto, pero mirando hacia el otro lado, lucía hasta hace unos meses una pancarta que pedía «Ruralízate» a quien entraba en ese lugar donde nunca nadie es forastero. Siempre he creído que estaba al revés, y que el mensaje debía lanzarlo hacia cierta clase de urbanitas que a veces olvidan que su morada está hecha de mucha gente de aldea, de esfuerzo labrado en la tierra. Pero esa es otra historia. En el otro sentido, cuando viajo a casa, acercándome aún más a mi colmena particular, frente a la ventana, luce en un muro un mensaje que, después de casi un año de interpretación, aún no he conseguido descifrar del todo, algo así como «Mareo pulpo». Tendrán su encanto estos garabatos, quién sabe, porque el caso es que pueblan las medianeras, los bajos de los edificios, los contenedores de basura y todo cuanto espacio se preste a ello, sin que nadie parezca sorprenderse de nada. La manía de leer, por inercia, me permite ver de todo: reivindicaciones políticas, de género, lucha obrera, mil rayas indescifrables... Leer y ver, aunque muchos prefieren no ver, es algo que sale solo, y es así como una vez que dejo el coche en el párking y salgo a la calle, en un tramo de apenas cien metros, me encuentro con varios penes pintados. No es algo exclusivo de esta ciudad. Hagan memoria y miren alrededor. Uno, a medida que va creciendo, si es algo observador, podrá verlos pintarrajeados por todos lados. Igual que me pasa con Teto, a menudo me pregunto también qué clase de vocación o mensaje querrán transmitir tales creaciones. En un edificio cercano, leo todos los días «Puta». Es otro de los garabatos también más representados.

El caso es que, en Carballo, alguien ha considerado estos días que dos mujeres con el torso desnudo resultaban algo obsceno, pese a no ser un pecho bailando solo y sin alma ninguna, como los atributos masculinos que yo me encuentro cada día en mi pared, sino encuadrado en un mensaje creado por una de las mejores muralistas del mundo, quien optó por cambiar su trabajo. Me gustaría la misma movilización contra los grafitis vandálicos o, viendo que no ocurre, que los pechos bien dibujados tuviesen los mismos derechos que los penes mal hechos. O al menos buscarles a estos últimos alguna utilidad. He leído que un creador, Wanksy, los pintaba alrededor de los baches de las carreteras para así hacer estos más visibles y conseguir que los arreglasen. Algo es algo.