«Ás fillas dígolles: 'Se non queredes vender bacallau, a estudar'. ¡E estudan!»

Patricia Blanco
Patricia blanco CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

Ana Garcia

Es uno de los rostros del mercado carballés, donde atiende un puesto de bacalao desde hace 21 años. «O traballo do mercado, ser é duro», dice

17 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay rostros que van tejiendo la historia menuda sin que apenas uno se dé cuenta. Caras que acompañan el día a día, que siempre suelen estar, y voces que se escuchan demasiadas ocasiones solo de pasada, de forma rutinaria, cuando seguramente merecerían más. Hace dos decenios que Eva Tasende Leis atiende un puesto de bacalao en el mercado carballés: 21 años, que se dicen muy pronto, pero duran algo más. «Non teño unha gran historia», considera. En realidad, sí la hay. La de todos los jueves y domingos, ahí, «ao pé do canón». «Cando se falla é polo mal tempo, polo inverno, por algún temporal», añade. No teme a la lluvia, pero con quien no se puede jugar mucho es con el viento: «Xa non aguantas, pero tamén pode ser perigoso estar debaixo dos ferros». Ya es algo que da para contar.

El de Eva es un negocio familiar que iniciaron sus suegros. «Eles botaron 20 anos e eu levo outros 21 enriba. Casei co fillo, José Ramón, e empecei nisto. Estabamos antes na antiga praza, pero despois, cando fixeron a nova, os postos non quedaron ben postos [ríe] e decidín saír para fóra», explica. Probó suerte y le fue bien. Dice que está en un lugar «vistoso», donde puede exponer mejor su mercancía, y que eso repercutió en las ventas: «A xente proba, gústalle, e así continuamos». Pueden encontrar a Eva en la zona de la entrada al mercado desde la calle Cervantes. Su presencia es tan habitual que, sin necesidad de rótulo, el puesto ya se conoce así, por su propio nombre. Apenas tenía 20 años cuando se internó en el oficio: «Eu, do bacallau, nada, nada. A familia do meu home sempre tivera negocios, e el criouse con isto xa, pero eu non. De feito, era súper tímida e custoume un montón ao primeiro, pero logo vaste acostumando e xa te atopas a gusto coa xente». Nacida en la calle de las Rosas carballesa, yendo hacia Sísamo, se mudó a Bértoa al casarse. En Queo de Arriba estaban sus suegros, muy conocidos, Ramón y Josefa.

El punto para desalar, la clave

Descubrió Eva que el bacalao tiene sus secretos. Desde conocer bien los tamaños para fijar precios hasta tratar de dar con el punto óptimo para desalar. «É polo que máis pregunta a xente. Por máis experiencia que teñas... non sempre é fácil», dice. Tras 21 años vendiéndolo, no se ha cansado de él y le encanta probar de uno y de otro para después recomendar: «Gústame o bacallau». Cada semana, cada quince días, cada mes, según vaya habiendo ganas, «coma con todas as comidas». Eva es afable, como se la ve en la imagen, pero también menciona que este, «o traballo dos mercados», «ser é duro». En el verano resulta «estupendo», pero el invierno es otro cantar: «Colles frío, móllaste...».

Ana Garcia

Con dos hijas de 15 y 12 años, podría decirse que tiene rotundamente claro que no habrá tercera generación en el puesto de bacalao: «Non creo que vaia haber continuación». Incluso, en parte, desea que así sea. «Ás miñas fillas dígolles: ‘Se non queredes vender bacallau, a estudar’. ¡E estudan coma tolas», ríe. Eva, cuenta, no tenía otro estudio «nin outra profesión» cuando se metió en esta: «E sorte que a había. Se non, claro, tería que ter buscado ou aprendido outra cousa». No le disgustaría nada llegar a jubilarse en el puesto, pero para entonces -tiene 41 años- aún le queda. Han andado por las carreteras más de lo que andan, para ir a otros mercados, pero «por sorte», en su caso, no ha sufrido percances, más allá de los que pueda deparar el día a día. Sí guarda un recuerdo triste, el más amargo: «Nós casamos un sábado e fomos de lúa de mel. Ao sábado seguinte estabamos en Lanzarote e meus sogros, volvendo dun mercado, tiveron un accidente. Ela morreu».

Clientes de Segovia o Barcelona que vienen a los baños, y también de Irlanda o de Inglaterra

  

Los veinte años de Eva al frente del puesto le han dado para hacer clientes fijos. «Veciñas de cando era eu pequena, veciñas de agora, xente da zona de onde eran meus pais, da parte de Coristanco, Silván... Se lles sae ben, logo vén máis», indica. Explica que atiende a compradores de Segovia o de Barcelona: «Sei que veñen en agosto aos baños e, de paso, pois levan o bacallau». Hay otro de Silván que vive en Irlanda, y también alguno de Inglaterra. «E mira que o produto vén de alá, do Mar do Norte, de alá de arriba. Téñeno pegado, pero non sabe coma este».

Tasende da cuenta de que influyen mucho las zonas de extracción: «Isto é coma un percebe. Podes ter un normal e un do Roncudo. Sabes que o do Roncudo sempre vai saír ben». Ella ofrece varias opciones, pero el especial llega «de Noruega, e das Illas Feroe, que é do que máis se vende». Paiosaco, Santa Comba y Carballo son las ferias a las que ahora acude: «Antes tamén iamos á Ponte do Porto, Bembibre, A Picota... Pero estes mercados foron acabándose, estaban moi lonxe e non compensaba». Aunque la feria de Carballo sigue funcionando muy bien -«sabes que aquí tes bo produto fresco»-, atestigua que mucho han cambiado los hábitos. No se compra en los mercados como antes y, de hecho, podría decir que sus clientes suben todos de 40 años, «e incluso de 50». Ve a la juventud por allí, «e pasea», pero no compra: «É moi cómodo ir a un centro comercial, entrar co carro...». También están los precios, claro: «O bacallau é un produto caro. Ao mellor para catro persoas vaste a 15 euros e non todo o mundo pode». Se vende mucho más en invierno, con picos como la Navidad o la Cuaresma, pero tampoco se le dice que no en verano. Todo forma parte de la historia de Eva.