Los árboles de las iglesias de la comarca tienen bendiciones y precisan cuidados

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

Ana Garcia

En Oza hay quien se plantea cortar los viejos ejemplares, por afectar al cementerio. No hay nada decidido, asegura el párroco

10 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Las iglesias y capillas han estado muy ligadas a las arboledas. Aún lo están, pero las talas se han ido comiendo parte de una historia secular. Algunas conservan aún un entorno frondoso que tiene mucho que ver con espacios de comunidad en el que se cerraban tratos en las ferias o se celebraban fiestas y romerías, además de todo el valor simbólico que tienen los árboles. Quedan ejemplos aún impactantes en Galicia, y también algo más lejos, desde el norte de Portugal a la Bretaña.

En la Costa da Morte ya hubo más amor por los árboles (nunca ha sido excesivo). Las mínimas obras se aprovechan para cortar lo poco que queda. Tal vez podría pasar en Oza, Carballo. Algún vecino lo ha sugerido, porque las raíces están afectando (levantan) a la cimentación de los panteones más antiguos, además de a un pasillo de piedra fuera de la iglesia. Y algunas ramas cubren el tejado. El párroco, Jesús Antelo, asegura que no hay «nada decidido», que los vecinos lo valorarán y decidirán, pero que la última palabra la tendrá el Arzobispado, titular del recinto.

Los demás se van manteniendo. En Carballo, tras la reforma, aguantó un cedro y un ginkgo biloba, de gran valor botánico, y se incorporó un olivo y un mural vegetal. En las fotos de la antigua iglesia se aprecia una gran mancha verde en el frontal y lateral.

La iglesia de Santa Margarita de Montemaior, en A Laracha, tiene en su entorno una arboleda envidiable, de las mejores de la comarca. En Corcoesto, a ambos lados de la puerta, hay dos camelios de más de cien años que fueron propuestos en su momento como candidatas al catálogo de Árbores Senlleiras. En Erbecedo, Coristanco, hay dos iglesias parroquiales a pocos metros (la que se usa es la nueva) y una capilla. Junto a la vieja, dos carballos, de lo que pudo ser en su día un espacio mayor se abrazan atados por la copa como en actitud de resistencia. En A Vila de Abade, en Tordoia, un carballo centenario cede parte de su tronco como tablón de anuncios y sus ramas sostienen una poderosa campana: no hay árbol mejor aprovechado. Ramas cortadas, por cierto, como las de Santa María das Areas. Desde lejos, parece que la sierra ha actuado con rigor. Junto a la de Entrecruces hubo un ciprés también centenario que pudo con la fuerza del Hortensia, en octubre del 84 (se dejó una rama), pero no con la reforma del atrio. La capilla de Vivente, Ardaña, está rodeada de plátanos (y de cables, sobre todo en su frente) en los que mucho trabajo tienen que hacer los retoños para recuperar su esplendor.

Otra cosa son las capillas, algunas en entornos casi paradisíacos. Hay muchos ejemplos. Por citar dos, la de San Roque do Monte, en Zas, o la de San Fins, en Cabana. Aguantan las tradiciones y las ramas.