Cuando los baños se tomaban en Rus

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / AGENCIA

CARBALLO MUNICIPIO

SANTI GARRIDO

Llegaban de toda la comarca, sobre todo con problemas de reuma y artritis, y se quedaban varios días

07 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Carballo tiene merecida fama por sus aguas termales y medicinales. Tanta, que a ella le debe su desarrollo y el desplazamiento del centro de la localidad desde el sur hacia más al norte, en torno a los centenarios Baños Vellos. Pero las cualidades curativas no eran exclusivas de la capital municipal.

Hasta hace algo más de 60 años, Rus tenía merecida fama de lugar de descanso y tratamiento para muchos males. En concreto, muy cerca del lugar de A Canosa, al lado del río Grande, ya en los límites con Coristanco. En una zona que antes pertenecía a Carballo, pero que tras una sentencia judicial ahora depende de Coristanco. En la parroquia de Erbecedo, a unos metros de A Pontenova.

Allí, en un terreno brañento y llano, en el que hasta hace pocos decenios no había casas, está la que aún se conoce como A Chousa do Baño, de titularidad privada. A escasos metros del cauce fluvial, que viene de Entrecruces y que se unirá más adelante al Rosende, y por donde pasan habitualmente los pescadores, queda solo un pozo a la vista. Pequeño, con el agua casi a ras de superficie, aparentemente de escaso fondo. Llama la atención que el agua está ennegrecida, y también el olor, fuerte. Recuerda al de los otros baños carballeses. Alrededor, cuentan los mayores, había siete fuentes. Todas manaban agua limpia, que iba directamente a este gran pozo (se ha entullado en más de 80 %), y de las que ya no queda ninguna a la vista.

A ese pozo siempre se le han atribuido propiedades curativas. Tantas, que durante muchos años llegaban a él vecinos de toda la comarca, también de muy lejos, según recordaba ayer una octogenaria que fue testigo que aquellos buenos tiempos. Los visitantes se acercaban y se bañaban. El agua es fría, no termal, pero para todo había solución. Una casa de A Canosa instauró los baños calientes. Como tenían esa finca arrendada, podían explotar el agua, así que lo que hacían era cargar cientos de litros en un barril de madera, como el del vino, para llevarla hasta la vivienda y allí se calentaba en una caldera de gran tamaño, alimentada por rachas. Para los clientes había una bañera, y allí se tomaban su tiempo. Hubo épocas, durante el verano, en que otras casas de Rus acogían a los viajeros mientras acudían cada día a las fuentes y el pozo. Y así, durante decenios. Relata la vecina que vio casos muy llamativos de quien llegaban en mal estado y se iba sano, o mucho mejor.

El final

Pero llegó un momento en que todo acabó. Hace unos 60 o 65 años, ahí la memoria ya no es precisa. Coincidió además con el auge de los Baños Novos de Carballo, en la zona (aproximada) que ahora ocupa la plaza de la Cruz Vermella. Por tanto, también desaparecidos. Al parecer, cuestiones de competencia, y de tener que legalizar la explotación de Rus, derivaron en el olvido del lugar. No para los de la zona, que seguían acudiendo a buscar el agua negra, o a embarrarse por toda la piel. Al taparlo casi todo con tierra, se hizo más difícil. Y el paso de los años fue como otra capa de abandono en algo que pudo ser en su momento un gran negocio y un atractivo, pero que se quedó en nada. Por ahora, solo en la memoria de los mayores.