Bicicleta, paseo kilométrico y baño en Razo a diario todo el año

s. g. CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

SANTI GARRIDO

Mariano Carracedo recorre todo el arenal y se mete en el mar sin importarle las temperaturas

19 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Mariano Carracedo Rey podría ser un buen ejemplo para la Semana da Mobilidade de Carballo. Pero habría que cambiarle el lapso de tiempo y colocar en su sitio el año. Desde niño, salvo algunas excepciones (y ahora los fines de semana) no perdona su baño diario en Razo, donde nació hace 66 años y donde vive (tiene el bar Ramón). La jornada de ayer no fue distinta. Poco después del mediodía, y ajeno a la bajada de las temperaturas, Mariano caminaba tranquilamente en bañador por la localidad antes de darse su segundo baño del día, con pocos minutos de diferencia. Sin duda no fue el único en hacerlo en todo el día (no había nadie más cuando se echó al agua), pero otra cosa es cuando el sol desaparece y llega el invierno más frío y más gris.

Su rutina es sencilla: llega hasta la zona de la explanada en bicicleta, cerca de la caseta de los socorristas. Después camina hasta el puente de Baldaio, en el límite entre As Saíñas y A Pedra do Sal, regreso hasta A Cabreira y vuelta a las proximidades de las piedras del Teirón (le lleva unas dos horas en total), y finalmente baño. «Báñome sempre que podo, se chove dá igual». Otra cosa es que el mar esté imposible, por temporal. Una cosa es vencer al frío y otra arriesgar lo innecesario. También le gusta que cerca haya surfistas, como ayer. Nunca se sabe. Los fines de semana, esa regla tan deportiva se toma un descanso para «as tapas, viños e a cervexa», bromea. Ya llegará el lunes para rebajar esa dieta.

Al margen de la caminata y el remojón, Mariano recuerda muchas anécdotas vinculadas al mar de Razo. Su memoria se hunde en el naufragio del Cabaleiros, en 1956, a cuyo rescate -explica- ayudó su padre, y por ello recibió un diploma que aún conserva. Con el dedo indica los lugares en los que hubo otros embarrancamientos, o los restos que aún se pueden ver en mareas muy bajas o, en todo caso, vivas.

Como él, los vecinos de cierta edad de Razo han conocido muchas historias del mar, auténticos libros abiertos. Otra cosa es poder imaginarlas con la vista puesta en esos espacios cada día. Y, sobre todo, con un optimismo y simpatía (y socarronería) como la que exhibe Mariano.