«Soy extranjera en todas partes»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

ANA GARCÍA

María del Rosario González fue asistente de una conocida actriz colombiana y terapeuta de abusos infantiles

24 jun 2017 . Actualizado a las 20:21 h.

Rosario González nació en Caracas en 1965, pero es más española que el aceite de oliva y el pimentón, dos ingredientes que nunca faltaron en casa de sus padres, un matrimonio leonés que emigró a América hace seis decenios y que sigue viviendo en Bogotá. La historia de esta vecina de Carballo, que es Roser para su madrina de Reus, es como un tratado de geografía que tiene, de momento, su último capítulo en Carballo, a donde llegó por la amiga de una amiga y porque era una localización que entraba en el presupuesto calculado para vivir en España, donde reside buena parte de su familia.

A pesar de que se crio en Bogotá nunca se ha considerado colombiana. A ello contribuyó su madre, que mantuvo las costumbres españolas como si siguieran viviendo en León o en Madrid, ciudades que visitaban durante las vacaciones, siempre en diciembre, por Navidad.

En su casa comían paella, tortilla de patata y albóndigas. Muy poco de la cultura colombiana logró pasar la puerta y Rosario reconoce que buena parte de sus amigos de allí forman parte de la colonia española. Al final los hijos de la pareja leonesa han vuelto a España, a pesar de no haber nacido en ella, porque ese es el que consideran su país. Así, los González Alonso son un poco apátridas. Fueron naciendo allí donde había sido destinado su padre. «Soy extranjera en todas partes», dice Rosario, que en Colombia tiene acento español y en España, colombiano. Aunque de allí sí se trajo la pasión por el café, que calma en el Valle Inclán. Nada más entrar ya saben en la barra que quiere uno «con mucha cafeína».

Rosario González trabajó con el mito de su infancia, la actriz María Angélica Mallarino, descendiente de Salvador de Madariaga y miembro de una familia de conocidos artistas. «Fue como si a un pulguito (niño pequeño) le ofrecieran trabajar con Mickey Mouse», dice. Fue otro de los trabajos que logró a través de conocidos, porque la vida de Rosario está marcada por las ofertas realizadas por amigos de amigos, que finalmente la llevaron a Carballo.

Con María Angélica Mallarino trabajó con niños, en televisión y en montajes teatrales y de un modo completamente distinto al que le propuso otra amiga en la ONG Creemos en ti, centrada en la recuperación de niños sin recursos económicos y que han sufrido abusos sexuales. No lo soportó. Rosario no fue capaz de poner distancia y las tremendas historias que escuchaba en la consulta la acompañaban a casa todos los días. «No desconectaba. Sabía lo que habían pasado, la precariedad en la que vivían y lloraba, me quedaba dándole vueltas y como la ONG al principio no tenía recursos les daba dinero de mi bolsillo», explica. «A veces un paciente me llegaba dos horas tarde y era porque no había encontrado transporte y venía a pie. No solo no tenían recursos sino que además fueron víctimas de violencia sexual», dice Rosario.

Lo dejó y fue a la Universidad de Bogotá con un programa de prevención del consumo de estupefacientes y tuvo otros empleos, además de vivir un año en Buenos Aires por el trabajo de su marido, pero Creemos en ti seguía ahí y regresó, aunque no como terapeuta, para ver si era capar de mantenerse relativamente al margen. No trataba con los pacientes sino que solo preparaba las pruebas y todo iba bien hasta que coincidió en la sala de espera con aquella muchacha ciega, de solo 15 años, asaltada por un profesor. Aun se le llenan los ojos de lágrimas. «Al salir de la consulta llamó a su padre llorando. Le decía que no quería seguir hablando de eso, que ya no podía más. La sala, que normalmente era un barullo estaba muda. Me impactó y supe que me superaba. Fue la definitiva», explica.

Ahora en Carballo ha encontrado «el sutil encanto de las cosas simples que te enriquecen la vida». También aquí ha ido tejiendo una red de amistades que se extiende por muchos países, pero que se centra en España. Incluso habla algo de catalán, porque vivió un año en Barcelona y tiene allí grandes amigas. Se hablan por whatsapp.

«Con María Angélica Mallarino fue como si a un pulguito le ofrecieran trabajar con Mickey Mouse»

«Todo lo tienes tan resuelto que las cosas se convierten en parte del paisaje y aquí lo vas descubriendo»

 

Llegar a Carballo, con su marido aún en Colombia, sin la convalidación de su título de psicología y viviendo de lo que le da su piso de Bogotá no es tarea fácil, pero Rosario no se arrepiente, aunque le gustaría encontrar un trabajo, aunque ya sabe que debe estar relacionado con la escritura, que ha sido siempre su pasión y que ahora se ha convertido en una necesidad vital. Su vida ha cambiado y ha descubierto muchas cosas. «Todo lo tienes tan resuelto que las cosas se convierten en parte del paisaje y aquí vas descubriendo el paisaje», dice. Ahora reparte su tiempo entre la literatura y las habilidades culinarias y a veces entrelaza las palabras con los fogones, en greguerías en las que establece un romance con la cocina. Se trata de un amor incipiente porque confiesa que es la única de su familia que nunca se ponía el delantal, por lo que, estando ya en Carballo, hizo su primera tortilla de patatas y la foto hecha con el móvil llegó a Bogotá.

Rosario, establecida en el Valle Inclán, se ha planteado incluso montar una tertulia, algo que la mantenga con el cerebro en marcha, pero tendrá que esperar hasta que vuelva de ver a la familia.

«Puede sonar ridículo, pero me encanta encontrar ese gusto por las cosas más sencillas, menos elaboradas, lo disfruto un montón, pero me jala (tira de mí) la falta que me hacen mi marido y mis padres», explica.

«España siempre ha sido mi refugio, mi lugar donde las cosas están bien», explica, y a donde llegó en el año 93 para seguir estudiando en Barcelona y huyendo de la violencia que había estallado en Colombia, una situación que se ha calmado en los últimos años, según explica.