La Panorama dejó el listón muy alto en el San Xoán de Carballo

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

Todos los elementos se unieron: una plaza abarrotada, buena temperatura y una gran puesta en escena

12 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Puede gustar o no; incluso puede que las orquestas, así en general, agraden más o menos, pero si hay (al menos) una que no deja indiferente es la Panorama. Nada nuevo para los centenares o miles de fieles que llevan años siguiéndoles, que agitan sus banderas, conocen a todos los músicos, se hacen fotos con ellos, participan en sus redes sociales. No, a estas alturas nadie va a descubrir ya el fenómenos fan de determinadas agrupaciones, que ya se va pasando incluso de algunos padres a algunos hijos. Pero sí es un poco nuevo para quienes acuden ocasionalmente a las verbenas, no siguen absolutamente nada a estas orquestas, y se sienten ocasionalmente atraídos por un fenómeno casi social que puede llenar un pueblo una noche entera, como pasó en Carballo y como seguirá ocurriendo allá por donde detengan sus tráileres. Porque, sí, Carballo estaba abarrotado el sábado por la noche. Toda la plaza (tiene algo más de 3.000 metros cuadrados con los nuevos límites, así que se pueden echar cuentas) y calles del centro, así que el listón queda muy alto para las próximas citas del San Xoán, como también había pasado el año pasado con el Combo. Y, de nuevo, gracias al impulso de un local hostelero, la colaboración de otros y del Concello. El viernes ya estaba el pueblo abarrotado, sobre todo por la cantidad de cenas de grupos de escolares.

A la Panorama la ayudó hasta el tiempo, casi de agosto. ¡Entre 18 y 20 grados sobre la 1.30 horas! La ayudó menos el corte de luz durante unos minutos media hora antes, pero en la plaza nadie se movía, y el veterano Lito Garrido, curtido en mil batallas, salió bien del paso: «Aínda que sexa a pedal haberá corriente», dijo. Falta hacía que la hubiera: son precisos muchos vatios para alimentar semejante despliegue audiovisual. Hay naves espaciales con menos tecnología que su escenario. Funcionan de manera casi hipnótica, conjuntada con el sonido: ¡imposible marcharse! Los temas que suenan están unidos con la masilla de las sinalefas, que tan pronto termina uno ya estás con el otro. A los más viejos tal vez le recordase a aquellos mix de los ochenta, y tan pronto aparece el Despacito como una de Cold Play. O «dos» Jennifer López, como gráficamente describió Garrido a las cantantes del Let’s get loud. A los espectadores ocasionales, y seguramente a los militantes, le impresiona la iconografía de animales sobre el escenario, o los número circenses de la gimnasta-artista colgada en el aro, o cantar el Show must go on de Queen con elegancia. Por supuesto, también las bengalas (y los fuegos de artificio) brillando en la oscuridad del aforo como las puertas de Tannhäuser, aquellas de las que le hablaba el replicante a Harrison Ford en Blade Runner, en un mundo futurista con muchas menos luces que las de la Panorama.

Quien prefiera los bailes calmados deberá irse hacia otras opciones: sobre el escenario no hay tranquilidad nunca (los animadores están preparados para correr una maratón o para construir un reloj suizo), solo en temas como la bachata Me emborracharé, o el de A tu lado, que no solo emocionaba en OT. Pero los fans no gritaban o-té, preferían oé: ese es el mantra, el santo y seña: «Panorama, o-é; Panorama, o-é...». A por ellos, entonces, como en un partido que hay que ganar cada noche. Con descanso incluido, pero más largo que el del fútbol.

Falta les hace.