«Cando emigrei pagaban aquí 18 pesetas»

Patricia Blanco
Patricia Blanco CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

Jose Manuel Casal

Se fue a Holanda para buscar un porvenir: él es uno de los rostros de la Praza de Carballo

18 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Es una suerte, sobre todo para quien ha de escribir, que todavía sigan quedando personas dispuestas a charlar un rato cuando se les plantea el sano objetivo: contar historias de a pie. Hay rostros que dan vida a los lugares y el de Manuel Vila Regueira puede que sea, probablemente, uno de ellos: «Carballo aumentou moito», apunta. De esas miradas que uno se cruza día sí y día también, y que se van quedando en la memoria de un espacio. En la tarde del jueves, Manuel descansaba al sol en uno de los bancos de la Praza do Concello de Carballo, su municipio de origen y también de residencia.

Nació en la rúa Muíño, pero vive desde hace muchos años -tiene 87- en la Valle Inclán: «A casa fíxena eu, despois de botar moitos anos en Holanda». La frase ya revela dos claves, conceptos que han marcado la vida de muchos vecinos de la Costa da Morte: esfuerzo y emigración. Seguro que Manuel tiene historia.

Se marchó, ya casado, y lo seguiría su esposa, Emma: «Eu aló traballei toda a vida na mesma empresa, unha que se dedicaba a facer perforacións para pozos de petróleo. Toda a vida o meu oficio foi o de carpinteiro», detalla. «Falaba moi ben o holandés, agora xa non», añade. Va dando pinceladas de su vida mientras sonríe para la imagen, con las manos en su bastón y un puro a medias. «¿E dende cando fuma? ¿De toda a vida?», le pregunta el fotógrafo. Manuel ríe. Es probable que sí. Sigue contando que, aunque fueron muchos años en Holanda, con la empresa se movía bastante «por aí adiante». «Coñezo moitas partes do mundo, pero só de nome, porque eu nada máis que ía traballar», dice. La emigración, como siempre, tiene dos caras: la positiva de salir a ganarse una vida y conseguirlo («quedando non había futuro») y la negativa de dejar cosas atrás. De eso hablará más tarde. Asegura Manuel que, cuando dejó Carballo, aquí le pagaban «18 pesetas». Al día, matiza. En cambio, fuera uno iba más «a mantido». En ese sentido, dejar la tierra de uno «foi unha cousa boa». Pudieron ganar dinero y fundar vida, como suele decirse: «Así puiden facer unha casa. Eu cando marchei o que quería era gañar cartos». Manuel y su mujer, Emma, tuvieron dos hijos: el primero fue un chico, profesor en el instituto Monte Neme; la segunda, una chica, enfermera en el Centro de Transfusión de Galicia. Tras contar todas estas cosas, Manuel levanta la vista hacia la Praza y dice:

-Por alí me vén a muller.

Llega Emma y se suma a la conversación, aunque toca hacer recados: «Estás en boa compañía», le dice a su marido, risueña. Hace ya muchos años que están de vuelta en Carballo y por mucha emigración que pasase a ninguno le dio tiempo de olvidar el gallego. Uno y otro son bien conocidos, porque Emma, como indica Manuel, tuvo durante años un negocio en la calle Valle Inclán: «Era no baixo do número 9». «¿E se miran agora cara atrás, ¿como dirían que foi a vida?». «Foi unha vida dura, coma a de calquera emigrante», responde ella. Marcharse y ubicarse allí «foi difícil», «sobre todo polo idioma». No por lo demás, como matiza Manuel, quien dice que fuera la gente era muy buena. Él cree que, aquí, «agora hai moito vicio». Ella replica que lo dice porque compara los tiempos de ahora y los de antes, los suyos cuando eran jóvenes. Y no son los mismos, claro. Las cosas cambiaron. A la hora de partir se dejaban en Carballo muchas cosas: «Deixabamos un fillo», dice Emma. «Que xa era moito deixar». «Quedou coa miña nai», había contado Manuel antes. Hay tantas historias de estas en la comarca...

«Son socio do Bergantiños desde os 16 anos»

Después de mirar hacia atrás y resumir como «dura» la vida, Emma y Manuel coinciden en que ahora es tiempo de felicidad. Dicen que los hijos ya están encaminados y ella habla además de sus dos nietos: una chica que sigue los pasos de la enfermería, y un chico de 16 años. «Chámase Andrés Vila», desvela, recordando con orgullo su reciente medalla en balonmano: Andrés fue uno de los dos jugadores del Laber Xiria juvenil que, con la Selección Galega, se alzaron con la plata en el Campeonato de España celebrado el pasado enero.

Con 87 años, en el caso de Manuel, ya los días son distintos a aquellos de vida de trabajo. Las horas se van ahora en «pasear», «xogar ás cartas» y sentarse en la Praza si hace buen tiempo. Es realmente cierto, porque ayer también lució el sol y, a eso de las cinco, volvía a estar sentado en el mismo banco que el jueves, con la misma sonrisa.

-«Dixéronme que vostede vai moito ao campo do Bergantiños. ¿É verdade?»

Prosigue la conversación 24 horas después. Manuel dice que sí y, de hecho, quienes sean fieles del equipo reconocerán su rostro como habitual en las gradas. «Son socio do Bergantiños desde os 16 anos. Daquela eu ía ao campo...». Entonces ya él andaba aprendiendo de carpintero y, dice, el trato de unas puertas le valió para tener carné del equipo por tres años. «Despois xa o seguín sendo sempre, e aínda estando fóra non deixei de selo», detalla. Con Manuel las conversaciones son de esas de dos partes, en la que el que pregunta también acaba desvelando dónde vive, de dónde viene... Con pocas pinceladas, la historia queda contada.