Quizás a muchos les pille todavía por sorpresa. Tras las intensas celebraciones del 31 de diciembre y el merecido descanso del primero de enero, hoy regresa la normalidad laboral a la comarca. Muchas personas que trabajan en la Costa da Morte o A Coruña deciden desplazarse a diario por la AG-55, más rápida y cómoda que la carretera convencional. Pero seguramente la gran mayoría no se percatará de que desde ayer está pagando un 2 % más por el mismo trayecto que hizo hace apenas 48 horas. Traducido a euros, el tramo entre Arteixo y Carballo se encarece con la llegada del nuevo año en cinco céntimos. Una cantidad mínima (muchos la tacharán de ridícula), pero para un trabajador que se ve obligado a usar esta autopista de titularidad autonómica un desembolso importante a final de año.
Cuando todos los focos estaban puestos sobre la cesión al gobierno autonómico de la AP-9, parece que a muchos se les olvidó que la Xunta aplicaría estas subidas en los precios de sus peajes a partir del 1 de enero. Pero, ¿a quién afecta exactamente esta subida en el caso de la AG-55? En el ejemplo carballés, solo se verán afectados aquellos vehículos que cubran el trayecto entre Arteixo y Carballo en su totalidad, pasando el precio final de 1,90 euros a 1,95. En el resto de los casos no se aplicarán subidas, ni siquiera en el conflictivo tramo entre Arteixo y A Coruña.
Dependerá del uso y el valor que le dé cada conductor a esta subida. Lo cierto es que, poniendo como ejemplo una persona que recorre a diario la totalidad del trazado (ida y vuelta), en un año habrá gastado un total de 33,5 euros. No parece mucho. Cada usuario juzgará. Lo cierto es que las infraestructuras de la Costa da Morte llevan unos años de lo más movidos. A la subida del coste del peaje, hay que sumarle la instalación del radar de tramo que controla la velocidad media en tres kilómetros en el viaducto de Loureda, en una zona limitada a 100 kilómetros por hora. Justo hace dos años que comenzó a funcionar y durante los primeros meses fueron varios los conductores que coleccionaban como cromos las multas de tráfico por exceso de velocidad. Con el tiempo, la tendencia a las sanciones se enfrió y los usuarios de las AG-55 comenzaron la levantar el pie del acelerador en cuanto divisaban tras el peaje de A Laracha el enorme letrero azul que algunos se empeñaban en no ver hasta que no vieron afectado su bolsillo.
Habrá que ver si, como ocurrió con el peaje, las personas que utilizan la autopista de Carballo se acostumbran a buscar en el fondo de sus carteras una moneda de bronce de más que les permitirá completar el trayecto por la módica subida de un 2 %. Habrá que ver también si repercute esta subida en los 12.000 vehículos diarios que recorren la AG-55.