José Manuel Casal
Durante 42 años, vendió cupones de la ONCE en Carballo: es ya parte de la historia local
03 dic 2016 . Actualizado a las 13:04 h.
Cuando Eliseo Álvarez Rey, Liso, empezó a vender cupones de la ONCE en Carballo, ni las calles ni la localidad eran lo que son hoy: «Non había beirarrúas nin nada, era todo leiras. Empecei o 30 de outubro de 1962. Daquela o cupón era á peseta». Liso tiene una memoria precisa para fechas y lugares. Contaba entonces 21 años y ahora tiene 75. Nació en Sobreira (Gándara, Zas), pero se mudó a la capital de Bergantiños para ganarse la vida «coma calquera outra persoa»: ese fue el inicio de la historia de sus 42 años como vendedor de la ONCE, oficio del que se jubiló en el 2004. «Dise pronto, pero son moitos», bromea.
Tenía solo 12 cuando una meningitis lo dejó sin vista: «Non lle dixen nada a meus pais, ata que xa se deron conta». A los 21 tuvo que ir a Santiago para cumplir con los trámites del servicio militar, que él no podía hacer, y allí, a raíz de una broma de quien le acompañó, le aconsejaron que acudiesen a la ONCE para consultar la posibilidad de ser vendedor. Así fue. «Vin a Carballo un día de feira, e para o luns seguinte xa empecei», explica. Vivió primero dos meses en la pensión Ponteceso. Después, en O Barracón, «ata que fixen a casa». Aprendió a cruzar con cautela y también a hacerse la cama. Recuerda riendo las peripecias con la sábana bajera, hasta que se plantó y le dijo: «De aquí non saes». Se casó en el 74. «Coñecín o pobo eu só, aprendín eu só a andar por el, e andaba ben lixeiro», señala. No tenía lazarillo, «só un bastón». Las aceras que fueron llegando estaban llenas de «atrancos» y no había mayor preocupación por evitar dejar cajas en medio de ellas. Los espejos de camiones mal aparcados también le han dado algún que otro susto, así como los cubos de basura. «Levabas as cousas por diante», explica. Alguna marca le queda de todo ello, pero siempre se repuso: «A cousa cambiou moito para mellor, agora podes andar, hai beirarrúas anchas, pero si que deberían darse conta de que fai moita falta o son nos semáforos. Pedímolo moitas veces e que un pobo coma Carballo non o teña hoxe...».
Una caída al río
En el capítulo de los sustos guarda uno especial: «O día que caín no río volvín nacer. Foi o 18 de febreiro do 78. Estaba eu só». Por tanto, hoy Liso tiene 38 años. Se precipitó a la fría agua de invierno en el puente de la calle Fomento, porque estaba sin petril ni bordillo. Fue a dar al puente nuevo de la Luis Calvo: «Fun por onde a auga me levou. Crucei por debaixo da ponte e gritei. Deberon de oírme. Agarreime ao que puiden, unhas pólas». Un conocido, Lecho, lo rescató y llevó a casa. «O médico díxome: ‘Liso, eu se caio coma ti, xa morro no aire’», ríe. Perdió en el agua «12.000 ou 13.000 pesetas de cupóns», pero se los abonaron «porque fora un accidente». Muchos detalles están ligados al trabajo porque este fue, sin duda, una de las grandes aficiones de Liso. «Xubileime aos 64, pero se houbera que seguir máis, seguía. Non me pesaba nada. Levábame idea». Pasó años sin vacaciones, por voluntad propia, «ata que logo xa obrigaron a collelas, normal».