«Hay obsesión por el píxel, pero lo que cuenta es la idea»

Á. Palmou

CARBALLO MUNICIPIO

CEDIDA

El fotógrafo cullerdense recogerá hoy el galardón del certamen carballés

28 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El fotógrafo Pastor García Queijas, de Culleredo, es el flamante ganador de la décimo séptima edición del certamen fotográfico Xosé Manuel Eirís. Después de tres decenios y medio de trayectoria y tras haber pasado por conocidos estudios de A Coruña, como Taibo, Blanco o Artús, en la actualidad vuelve a regentar su propio negocio, Pastor Fotógrafos. Otro profesional del gremio, Manuel Lemos, le ayudó a seleccionar las tres imágenes que presentó al certamen carballés y entre las que el jurado eligió Río triste como la mejor imagen de esta convocatoria.

-¿Es la primera vez que participa en el certamen?

-Sí. Había visto la convocatoria de alguna edición anterior, pero me enteré un poco tarde y no pude presentarme. Tenía buenas referencias y además por lo que tengo entendido es un certamen que va creciendo cada año.

-¿Qué supone conseguir un premio como este?

-Es un reconocimiento. Aunque me dedicó a la fotografía desde hace muchos años, en los últimos 30 no había presentado nada a ningún certamen. Pero gente cercana, amigos y compañeros de profesión me habían dicho que tengo fotos que podían merecer una buena calificación así que decidí hacerlo en esta ocasión.

-¿Qué podrá ver el público en su «Río triste»?

-En ese «Río triste» se ve un carrito de la compra medio sumergido y los peces circulando a su alrededor.

-¿Dónde tomó la imagen?

-En la Ría del Burgo, aquí al lado de A Coruña.

-Así que además de un trabajo artístico puede considerarse una foto denuncia.

-Sí, eso es. Tengo hecho alguna exposición sobre la ría, que es un espacio que nos estamos cargando entre todos. Allí te puedes encontrar desde una moto hasta un colchón o un carrito de la compra como en este caso.

-¿Puede decirse entonces que sigue siendo cierto aquello de que una imagen vale más que mil palabras?

-No siempre, pero en este caso sí, porque es muy evidente. Esta imagen nos dice que hay quien se molesta en sacar ese carrito de la compra de un supermercado, trasladarlo unos cientos de metros y tirarlo a la ría. Es un poco la locura, la tristeza y el consumismo de los que estamos invadidos. Esta ría era una de las más ricas en cuanto a marisqueo y hoy en día es una pena, un asco. Aquí, además, hay un problema de vertidos y todo el mundo sabe o intuye que vienen del pantalán de Repsol, pero a día de hoy ni la Xunta, ni el Ayuntamiento ni el Puerto lo aclaran.

-La fotografía ha cambiado mucho en estos 30 últimos años. ¿Siempre para mejor?

-Hay cosas que han ido a mejor, pero hoy en día es mucho más difícil ganarse la vida como fotógrafo porque sacar buenas fotos está al alcance de todo el mundo, es mucho más sencillo, aunque también es complejo en el sentido de que la posproducción de ahora antes no existía prácticamente porque lo único era exponer muy bien la película y llevarla al laboratorio o hacerlo uno si podía y sabía.

-¿Las buenas fotos se hacen con una buena cámara o con un buen ojo?

-Yo creo que con un buen ojo. De hecho hay fotógrafos que como Vari Caramés tienen demostrado que incluso con una cámara barata de plástico es posible hacer una buena serie de fotos. Ahora parece que hay una obsesión por el píxel, que tenga una definición extrema y en el fondo lo que importa más es el contenido, un buen ojo y una buena idea.

-¿No vivimos un poco saturados de imágenes?

-Creo que sí, pero no solo de fotografías, sino en general de información. No podemos procesar ni la décima parte de la información que tenemos a nuestro alcance. Entramos en una especie de borrachera de datos y de velocidad y a veces resulta difícil serenarse y centrarse en algo. Vemos más de lo que miramos.

-¿Hay alguna fotografía de las miles que habrá tomado que lo haya marcado?

-Hay fotos que me dicen más que otras y que me quedan un poco grabadas. Esta [la del certamen] es una de las que me quedará. Tengo pocas fotos de gente en la calle, pero sí alguna curiosa como la de una señora que vivía en la calle en A Coruña, Paquita, y que le hice una en la calle Real un día de lluvia, con su perro en el brazo, que también me dice mucho. A veces, revisando el archivo analógico encuentro sorpresas de las que ya no me acordaba y a las que ahora les doy un valor que antes no le daba.

-¿Cambia mucho su forma de trabajar cuando lo hace por encargo o por afición?

-Cambia bastante, aunque también hay alguna excepción. A veces por el tema de que se trata o por la confianza que te tienen te dicen solo la idea que quieren mostrar y te dan libertad; en esos casos es un gustazo. Yo siempre digo que soy profesional, pero nunca dejaré de ser aficionado porque en el momento en que pierda la afición creo que me vendré abajo.