El gran dilema es Carballo o los votos

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

CARBALLO MUNICIPIO

01 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Carballo es un pueblo grande, una ciudad en ciernes, pero su urbanismo ha llegado a ser muy mezquino. Sin altura de miras, a golpe de estaca y plomada. Durante decenios ha imperado la ley de la hormigonera y la piqueta. La una para levantar mamotretos y la otra para demoler lo que había de valor. Así nació el Carballo asfixiante, sin alegría a la vista, encajonado y con el oxígeno viciado por el asfalto y los coches que te escupen el dióxido de carbono a la cara para marcar su soberanía absoluta. Han ido poniendo a salvo algunas calles del centro, y la vida ha florecido en ellas de nuevo. Se han ido instalando también -hay que decirlo todo- algunos oasis (San Martiño, Parque do Anllóns, Pazo da Cultura, Rego da Balsa, Fórum...), pero el resto sigue a cemento bárbaro e inmisericorde. A la capital de Bergantiños le sobran muchas toneladas de hormigón añejo, casas en las que nunca vivió nadie ni en las que alma alguna morará jamás. Algunas se han vuelto amables a la vista gracias a las obras de una veintena de artistas. Tarea ímproba la del arte que viene en auxilio de las víctimas del feísmo. De hecho, en parte de la urbe abundan construcciones a modo de desechos de una guerra feroz desatada por el desarrollismo sin cuartel de años pretéritos. Más que nueva construcción, la cuna de Alfredo Brañas lo que necesita es una reconstrucción. Como en las etapas posbélicas. Fue una suerte que los pocos árboles que quedan en su jardín se salvaran de la motosierra y puedan acoger en su sombra a un enjambre de niños los días soleados, porque de lo demás que valía la pena solo se puede saber por fotografías color sepia rescatadas del olvido. Y a todas estas llega el nuevo plan general, como un pan salido de una larga cocedura de un decenio. El 60 % del tiempo que han tardado en parir el ordenamiento se fue en trámites. Ahí está ahora: más de 30 kilos de papeles con el carné de identidad de cada parcela y su futuro. Y parte de la corporación devanándose los sesos sin saber qué hacer: Carballo o los votos. A ver qué pesa más. En un lado de la báscula: la ordenación del municipio regido por unas normas de los años ochenta. Un despropósito descomunal: jardines actuales que en el viejo planeamiento son zonas edificables. Un mal plan es preferible a una situación de desorden absoluto, dicen los viejos urbanistas. Hay que añadir, además, el peso de la responsabilidad. Mañana, el proyecto no saldrá adelante sin el voto de 11 ediles, y al gobierno local le falta uno. En el otro platillo están las elecciones locales, a cuatro meses vista. Aprobar un ordenamiento es una de esas decisiones políticas que no suelen dar muchos votos, pero los puede quitar: todo el que tiene una leira cree poseer un solar. El PSOE ha puesto entre la espada y la pared al PP. Dice que no apoya el PXOM si la aprobación depende de su único voto. Socialistas y Terra Galega trabajaron en el plan cuando eran socios de gobierno de los nacionalistas, pero ahora silban al aire esperando el pronunciamiento favorable de los populares, que miran si pesa más la responsabilidad o los votos. De todos modos, lo uno, en el fondo, siempre lleva aparejado lo otro Los vecinos de Carballo tienen derecho a vivir en un lugar acogedor, cómodo, abierto al progreso y al desarrollo y, sobre todo, un lugar con futuro. Si han llegado hasta aquí es difícil que tiren tanto esfuerzo por la borda. Las dudas parecen confirmarlo. Así que por sus obras serán juzgados en las urnas en mayo y en los tiempos venideros. A los inspiradores del Carballo feo no les queda sitio en la gloria.

Los números son números

El 45 % de los carballeses dejaron los estudios antes de terminar la formación primaria. En otros municipios de la Costa da Morte la situación es aún peor. Pueden mirarse estos datos con muchas cristales, pero una cosa está clara: la política educativa y social de las administraciones de los últimos decenios con respecto a la comarca fracasó en gran medida, por no decir estrepitosamente. Y lo que es más grave: gran cantidad de cerebros se han desperdiciado para la sociedad. Gentes con grandes recursos intelectuales que no pudieron desarrollarlos por razón de territorio. Gran parte de los que carecen de titulación tuvieron que dejar las pizarras y las libretas por el sacho o la paleta a muy temprana edad. Aun así muchos de ellos hicieron un gran camino en la vida, incluso levantando imperios empresariales. Aún actualmente, la sociedad no tiene establecidas las condiciones básicas de igualdad con respecto a otros territorios para la formación de todos sus habitantes. Una suerte de ciudadanos de segunda por razón del territorio. Ha ocurrido durante décadas y parece que, inevitablemente, continuará siéndolo si no se hace el esfuerzo de poner incentivos y medios imprescindibles para romper la tendencia. De momento y para empezar, estaría bien potenciar la formación de adultos. Los números son muy delatores.