El legado de Man en Camelle va más allá de su jardín-museo

j. v. lado / x. ameixeiras CEE, CARBALLO, LA VOZ

CAMARIÑAS

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La colección conservada da todavía para años de estudio

11 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El museo-jardín de Manfred Gnädinger, O Alemán de Camelle, recibe cada año decenas de miles de visitas. Pero para acercarse de verdad a su obra y figura, que son indisociables, conviene pararse un poco antes, al izquierda frente al puerto. La Casa do Alemán, inaugurada en junio del 2015, guarda todo el legado del artista afincado en la localidad, a donde llegó en 1961 con 25 años, que fue rescatado de la caseta en la que vivió hasta su fallecimiento en el 2002.

No hace falta ser un experto para empezar a ver naturalismo y romanticismo por todas partes, interpretado a través de los principales movimientos artísticos surgidos en Europa a partir de los años 70: Land Art, Body Art, Concept Art, Povera... Reminiscencias que no solo hablan del genio de Man, sino dejan claro que, pese a instalarse en un lugar recóndito del continente -algo muchas veces interpretado como huida y rechazo de la sociedad- siguió en todo momento conectado, a través de sus lecturas y de la numerosa correspondencia recibida con todo lo que se cocía a nivel europeo en cuanto a formas de expresión artística.

Llama la atención, por ejemplo, su serie de electrografías, una técnica asociada a los artilugios de reproducción masiva, como la fotocopiadora, que recuerdan claramente al brasileño Paulo Bruscky.

El acercamiento a Man en su museo empieza por los propios efectos que utilizaba para crear y por sus objetos personales, que forman también parte de su manera de expresarse. Así se conservan desde bolígrafos y rotuladores de lo más convencional, hasta paletas, espátulas, tijeras o materiales algo más sofisticados como tintas y pigmentos.

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La mejor prueba de que Man y su obra son algo unitario se observa en la gran cantidad de autorretratos realizados, desde fotografías, hasta pinturas sobre cualquier superficie como telas o un simple trozo de cartón.

Sin embargo, la joya de la corona son, por una parte sus piezas elaboradas a partir de desechos del mar, y su gigantesca colección de cuadernos, organizados, clasificados y en su gran mayoría realizados por el mismo, que permiten hacer un recorrido casi cronológico a través de su evolución artística y personal. Un retrato a base de libretas, que arranca en 1978 y finaliza con su fallecimiento en el 2002.

A todo este material, la labor del museo le ha añadido simulaciones en 3D de todo el mueso elaboradas a partir de 1.500 imágenes, un expositor con 600 fotos, otro con 1.500 escaneadas y más de 2.500 de los dibujos que le dejaban los visitantes.

«Su obra es parte de la naturaleza en la que reina el devenir y la decadencia»

El hermano de Man Ewald Gnädinger y sus sobrinos Markus y Clemens, que participaron en el entierro de las cenizas del artista el mes pasado, realizaron para La Voz un retrato de los recuerdos que tienen de él, de cómo conservaron la memoria a través de la correspondencia recibida y de sus impresiones sobre el destino que debe tener la obra conservada. «Nos sentíamos muy felices cada vez que llegaba una nueva carta de él», explica su hermano, que se mostró agradecido porque sus restos descansen, finalmente, en la caseta en la que vivió, tal como era su deseo.

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«Mi hermano Stefan era su ahijado y recogía toda la correspondencia de él. Estaba muy fascinado con eso y sus cartas siempre eran compartidas. Así fue como yo supe de él. A principios de los 90 vi un informe en la televisión sobre él. Me entusiasmé e intenté obtener una copia en la televisión alemana, pero no fue posible, porque los derechos eran de la televisión española», cuenta Clemens», que ha ejercido como contacto entre el Concello y la familia, durante todo este largo proceso para darle sepultura a las cenizas del artista.

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«Su trabajo debe seguir siendo mantenido. Mucha gente debería tener el derecho a ver sus obras. Para la familia, y también para la zona, es muy importante preservar su museo y las esculturas. A él le encantaría ver el número de visitantes que tiene y el interés que genera su trabajo», añade el sobrino, quien considera que las esculturas más importantes deberían reconstruirse, protegerlas frente a la destrucción del mar y los círculos repintados. Ahora bien, también alberga dudas y reflexiones artísticas sobre la manera de hacerlo y el alcance. «Su trabajo forma una unidad con la naturaleza, de la que toma sus componentes y de cuya belleza y majestuosidad es especialmente consciente. Entonces, por un lado, es parte de la naturaleza en la que reina la ley del devenir y la decadencia: expone sus esculturas al viento y las olas, no las diseña para la eternidad, muestra la fugacidad de la existencia. Eso es parte de su arte y una labor de reconstrucción debería tener el cuidado de no eliminar ese mensaje elemental de su trabajo», concluye Clemens, quien cree que para su tío la condición de seguridad, el reconocimiento o los éxitos profesionales, le eran indiferentes, e «irradiaba una fascinación particular» para su familia.

La batalla del artista en defensa del medio sigue ahora a través de los microplásticos

Uno de los denominadores comunes de la obra de Man es la relación del hombre con la naturaleza y la denuncia de las tropelías cometidas por los humanos con el medio, ejemplificadas a través de la basura que devuelve el mar, particularmente los plásticos. Él los empleó como elementos de creación artística y ahora desde el Museo Man de Camelle, pretenden emplear ese trabajo como una de las patas del proyecto divulgativo en el que están inmersos y que incluye, por ejemplo, acercar la figura de Man a los escolares.

Así, el próximo sábado 24 acogerá la jornada informativa Microplásticos e Cosmética, en la participarán Juan Bellas (Oceanográfico de Vigo), María Celeiro (Departamento de Química Analítica de la USC) y Mara Esmorís (ingeniera química de Lily and White). Será a las 17.00 horas y está dirigida a todos los públicos.