«Ten que haber máis implicación por parte da xente nova»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CAMARIÑAS

Xesús Búa

Gonzalo Liñeiro relata como, por iniciativa de un grupo de jóvenes, lograron retomar una tradición perdida hacía varios decenios

25 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuentan los vecinos de Vilastose que la danza de espadas dejó de bailarse en esta pequeña parroquia muxiá justo al estallar la Guerra Civil. Era un rito copado por los hombres -jóvenes, por lo general- que, con el inicio del conflicto armado, se vieron obligados a abandonar sus casas. Sin chicos para llevar a cabo esta vistosa tradición, esta se fue disipando con los años hasta que Gonzalo Liñeiro, interiorista de profesión y amante de lo tradicional, se animó a recuperarlo junto con otros compañeros, hará cosa de 25 o 30 años.

Para tal fin, se pusieron en contacto con Avelino, O Lourián, el único hombre vivo que quedaba en el pueblo que había bailado en su día esta peculiar danza. «Foinos ensinando pouco a pouco pasos soltos, segundo se lembraba, porque xa era moi maior. Despois nós ocupámonos de confeccionar a coreografía» indica Liñeiro. «Sabíamos que existía, porque nos falaran dela, pero ninguén a vira», añade el muxián.

Solo los más mayores del pueblo recordaban haber visto esta danza y recibieron su vuelta con gran alegría. «Incluso anima a que veña máis xente á misa, que sen danza de espadas ao mellor non virían», opina Liñeiro.

La primera representación fue a finales de los ochenta (la imagen superior, en la que también está presente el mentor, fue tomada en 1986) y lograron mantenerse unos ocho o nueve años más, hasta que falleció el padre de Gonzalo y la cosa se quedó estancada durante un largo período de tiempo. «Noutros lugares, como en Camariñas, non se concibe a festa sen a danza, pero aquí, se non hai alguén que tire un pouco do carro, remata por non facerse». Hace tres años, y por iniciativa de un niño del núcleo de Senande, se decidieron a retomarla una vez más con la ayuda de un grupo de jóvenes.

Comienzan con los preparativos unos dos o tres meses antes, para que los danzantes tengan tiempo de aprenderse las coreografías y moverse en perfecta coordinación. Pese a que en un principio nació como un rito cerrado para la vertiente femenina, desde que se recuperó, en los años ochenta, también participan chicas. «Levamos estes tres anos cos mesmos nenos, eu agardo que non collan vergonza e o deixen, porque están nunha idade complicada [de 9 a 14 anos]», reconoce Liñeiro.

No es fácil coordinar los pormenores de un acto como este, y menos todavía compatibilizarlo con una profesión (Gonzalo es decorador de interiores). Mucho trabajo desinteresado y un continuo esfuerzo por mantener un rito que parece no fijarse entre la población de la manera deseada.

«Para que se manteña ten que haber un relevo xeracional, que collan os mandos os máis novos. Gustaríame que algún dos rapaces que están comigo agora se animasen a dirixir. Ademais, creo que ten que haber máis implicación por parte da xente. Si, todos pensan que é moi bonito no momento de velo, e é moi vistoso, pero á hora de preparalo, se non hai ninguén que tire un mínimo, creo que non se faría»

La foto: El municipio de Muxía puede presumir de tener hasta tres danzas de espadas diferentes: las de Coucieiro y Quintáns, más arraigadas, y también la de Vilastose, que fue sufriendo altibajos a lo largo del último siglo. Se bailó con frecuencia hasta 1936, hubo un parón de varios decenios, y en 1986, 50 años después, se volvió a recuperar por iniciativa de un grupo de jóvenes (no solo chicos, sino que también había chicas) interesados por el folclore popular. En la imagen se puede ver el resultado de varios meses de trabajo indagando en los detalles de esta tradición, que despertó un gran interés entre los vecinos de la parroquia.

Foto Fuentes

El protagonista: Gonzalo Liñeiro (Vilastose, Muxía, 1960) fue siempre un gran enamorado de las tradiciones. Siendo apenas un chaval se animó junto con un grupo de amigos a recuperar esta costumbre centenaria. En la imagen aparece dirigiendo la danza (en el centro, con pantalones negros y camisa blanca) mientras que su mentor, Avelino, O Lourián, les observa desde el público (con traje oscuro y corbata). Lograron mantener esta celebración durante unos diez años, luego se perdió por más de un decenio y desde hace cosa de tres años, y por iniciativa de unos niños, han vuelto a llenar de color las Festas do Socorro de Vilastose.