El viejo faro de Cabo Vilán necesita más atenciones

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CAMARIÑAS

SANTI GARRIDO

Faltan piedras en dos de los lados de la torre, y el depósito de agua, que estos días precisa de cisternas, ha sido objeto de los vándalos

31 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cabo Vilán tiene cada vez más visitantes. Lo demuestran las cifras que regularmente facilita la asociación de empresarios de Camariñas, que es la que gestiona su espacio interior, pero no hay más que acercarse cualquier día de la semana, casi a cualquier hora, para comprobarlo. También tiene que ver el celo que pone la entidad Eon dos Faros a la hora de proteger el patrimonio centenario de las señales marítimas. Por ello, duele incluso más ver el estado en que se encuentra el viejo faro, de 1854, el que funcionaba cuando la célebre catástrofe del Serpent (y muchas más) que como todos los años está a punto de conmemorarse en un emotivo acto. A un lado y a otro de lo que queda de torre hay boquetes importantes en su fina sillería. Unas se fueron cayendo hace años y hubo alguien que, al parecer, se llevó algunas para aprovecharlas en su propiedad. Las otras se desmoronaron debido a una fuerte tormenta. Una simple labor de cantería permitiría reparar un punto que es clave en la historia del litoral de la Costa da Morte. Correspondería hacerlo a la Autoridad Porturia, pero de momento no se ha anunciado nada. También ganarían los turistas, que suben a menudo hacia este punto guiados por el cartel de «formación rochosa» escaleras más abajo. Un buen mirador, por cierto: buena parte del municipio, también el de Muxía, y a lo lejos cumbres como las del Chan das Lagoas, en Berdeogas-Dumbría, o el Pico de Meda, en Zas, donde en las noches claras los destellos del faro actual (1896) se aprecian con una sorprendente nitidez.

Tampoco estaría mal pintar de nuevo el depósito de agua, que se surte de una fuente que acaba de secar y por eso hay que surtirlo con cisternas. Los gamberros lo han convertido en un lienzo que merecería pinturas dignas, a la altura de un enclave que fue de los primeros sitios naturales de interés nacional, en 1933.