Pacientes de diálisis pierden once horas cada día de tratamiento

CAMARIÑAS

XESÚS BÚA

Pasan más tiempo en los viajes hasta A Coruña y Santiago que en el propio hospital

02 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La comida no le sentaba bien, siempre estaba cansado y acudió a un médico en A Coruña que lo derivó de inmediato al Canalejo donde quedó ingresado. José Buiturón Ferrío tenía 25 años y desde entonces han pasado 32, cuatro trasplantes fallidos y media vida con la mirada puesta en una máquina de hemodiálisis y en los interminables viajes desde su casa de Lires (Cee) hasta A Coruña, ahora a la clínica Quirón.

«Imos en ambulancia seis ou sete persoas. Case sempre vai chea porque leva pacientes de oncoloxía, consultas,... Saímos ás nove pero hai veces que temos que coller xente en Camariñas, en Zas... e volvemos ás oito. Son catro horas de máquina pero botas o día todo. Eu vou tres días: lunes, mércores e venres e algunhas veces máis porque tamén teño que ir ao médico, a consultas e así. Non podemos faltar porque senón envelenámonos», detalla José, que desde agosto se mueve en una silla de ruedas eléctrica, porque también le han empezado a fallar las fuerzas. «Faime falta unha persoa comigo para ir ao baño, para todo porque tampouco teño forza nos brazos e non podería botar por unha cadeira de roda das outras. Con esta vou ata o bar, móvome algo por aquí. Hai que adaptarse, non queda outra», reflexiona.

Una de las cosas que más extraña este ceense es el poder trabajar, porque desde su juventud nunca pudo hacerlo -«ningunha empresa che colle estando así»-, por lo demás se va conformando con lo que le que depara la vida y no tiene previsto pedir el cambio para que lo atiendan en el hospital de Cee, «porque xa son moitos anos co médico de sempre, o trato é bo así que penso en cambiar», señala.

Como él, bien por su propia voluntad o porque las plazas en Cee no dan para más -hay cuatro puestos, con lo que a dos turnos se atienden unos ocho pacientes diarios-, son al menos una treintena los vecinos de la Costa da Morte que le tienen que dedicar prácticamente la mitad de sus días a una tarea que les resulta del todo inexcusable para seguir con vida. Sus organismos no depuran la sangre como debieran hacerlo y, por tanto, dependen de una máquina que les compense esa carencia.

José va hasta Coruña por decisión propia, pero hay casos bien diferentes como el de la carnotana Ramona Blanco Iglesias (70 años) que, según dice su familia, lleva un año esperando plaza en Cee y de momento le toca ir a Santiago.

Ayer fue uno de esos días, de los tres que tiene a la semana en los que se levanta a las 05.30 horas y en el camino de vuelta en la ambulancia colectiva, con otros cinco o seis pacientes, le toca venir por Noia o por Lousame con lo que no estaba para mucha conversación. Sí tenía ganas de hablar, o más bien de quejarse y exponer la situación por la que están atravesando, su hijo Juan Domingo Fernández, quien recalca que la situación es «moi dura» para la familia. «Estamos que non podemos máis, con 600 euros ao mes sobrevivimos dúas persoas, indo cada 15 días a Cáritas a Muros, e penso que non pedimos nada do outro mundo, só cousas básicas: que se temos un hospital comarcal aquí estea nun mínimo de condicións porque isto non é África, penso eu».

Juan Domingo, con diversidad funcional, cree que las dotaciones del Virxe da Xunqueira deberían ser una reclamación prioritaria de la comarca, como lo fue su construcción, «porque queremos ser cidadáns de primeira, como o Deportivo, non de segunda».