Marejada en el PSOE de la Costa Atlántica

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CRÓNICA POLÍTICA

CAMARIÑAS

02 jun 2016 . Actualizado a las 00:48 h.

La espantada de Félix Porto y su intención, o no, de marcharse del PSOE con toda los 32 afiliados de la agrupación de Muxía deja algunas respuestas y, sobre todo, muchas preguntas de que está pasando y a qué aspiran los miembros del partido en la Costa Atlántica, que este como se autodenomina la formación en la zona. La consigna para las primarias del núcleo duro, desde Camariñas y con Marisol Soneira, que siempre está, se la intuye o se señala aunque no esté detrás de todos los movimientos del partido, era apoyar a Méndez Romeu. Funcionó en Camariñas, de aquella manera en Dumbría, donde votaron 11 y ni siquiera estaba el alcalde que se fue de viaje vecinal al País Vasco. Sin embargo, no le hicieron caso en Vimianzo, ni en Cee, ni en Fisterra, ni en Corcubión. Y en Muxía, ni una cosa ni la otra. La dimisión en bloque de la ejecutiva días antes impidió que existiese mesa electoral y, de este ruidoso modo, evitó que Porto y los suyos quedasen posicionados. No aparecen así ni alineados con Méndez Romeu, como se exigían las directrices locales, ni en contra de Leiceaga, de quién al final dependerá que el propio alcalde de Muxía pueda ocupar o no el puesto que según todos los indicios va a dejar vacante Soneira en el Parlamento de Galicia.

Desde el partido, el propio candidato a la Xunta dice que se trata de un asunto que viene de viejo y aquí en la zona compañeros de Porto hablan de un agravio personal cometido con el alcalde que tampoco detallan. Algunos incluso lo ven como un «arrebato» y en la ejecutiva provincial aguardan que corregible para recuperar una aparente sensación de armonía, que realmente nunca ha existido.

Ya en la fallida moción de censura de Vimianzo, con papel protagonista de nuevo para Soneira, igual que lo tuvo antes en la marcha del partido del entonces alcalde Alejandro Rodríguez, hubo quién no entendió como los socialistas podían privarse a sí mismos de recuperar una alcaldía para que la mantuviese el BNG. De hecho aquello hizo saltar por los aires las bases del partido, que aún siguen en fase de reconstrucción, y dejó la sensación entre representantes de cierto peso de que no podían fiarse, y menos de los suyos.

El veto al dumbriés José Manuel Pequeño para presidir la Deputación, y esa oleada de que de lo viejo ya no valía nada, acabó de desbordar el vaso, sobre todo entre los veteranos, que lo entendieron como un menosprecio hacia el trabajo y los votos que durante tantos años le proporcionaron al partido. Y es que el fondo esta es una de claves principales, que en la Costa Atlántica, con alcaldías históricas, nunca han entendido que su poder real en el partido esté por debajo de quienes no ganan ni en sus pueblos.