Camariñas ofreció su imagen más amable a los senderistas

Xosé Ameixeiras
X. Ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

CAMARIÑAS

Los senderistas caminan ajenos a un pollino.
Los senderistas caminan ajenos a un pollino.

Los 236 caminantes recorrieron los parajes bañados por las aguas calmadas de la ría

19 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Camariñas tiene dos caras. La fachada atlántica, con el mar tenebroso enfrentándose al Universo, y la ría pausada que lame los pinares. Por esta última transcurrió la Andaina Coñece a Costa da Morte celebrada ayer por el Concello, en colaboración con otros ocho ayuntamientos de la comarca. La noche de tormenta y precipitaciones hizo recapacitar a muchos inscritos y, finalmente, fueron 236 los que se hicieron a los viejos caminos camariñáns.

Comenzó la andaina en la plaza del Concello y el paseo que rodea la fábrica de Cerdeimar, que aún festeja en los carteles el 130 aniversario. Superada la playa de Area da Vila, el grupo enfiló hacia Lingunde. El castro quedó a la izquierda escondido entre árboles y tojos y a la derecha, el arenal invitaba a una mirada pausada, pero no era cuestión de dejar huir a la comitiva, entre la que iba el alcalde, Manuel Alonso de León, deportista de siempre. El día estaba espléndido. Ni frío ni calor y el Sol jugando al escondite entre las nubes. La caminata siguió rodeando la ensenada de A Basa, una planicie da arena verdosa que la marea dejó al descubierto. Estos parajes invitan al silencio y a la paz. Uno de los senderistas dice que los montes son de los vecinos de Camariñas, parroquia de muchos curas y de gente rica. Antiguamente, los labradores de esta localidad prestaban su dinero a los armadores de Camariñas para que pudieran comprar los barcos.

Andando por estas tierras se ven algunos pollinos, cuya paz es alterada por los caminantes, que les hacen fotos. En el Alto do Cotro y en el monte da Insua la ría semeja una lengua de agua que lame la tierra. Camariñas ofrece su imagen más plácida y tranquila, muy alejada de las aguas bravas de Vilán. Dorotea Benze, una traductora alemana enamorada de la Costa da Morte con casa en A Biqueira (Laxe), también admira este paisaje. Dice que cuando se siente agobiada por el trabajo en Alemania trata de recordar la sonido de las olas rompiendo en las playas de aquí. Justo acaba la caminata y llueve.