Margarita Docanto: «No me importa poner ladrillos o pintar escuelas, lo que quiero es ayudar»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CABANA DE BERGANTIÑOS

BASILIO BELLO

En septiembre pondrá rumbo a Mozambique en un nuevo proyecto de voluntariado

30 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque originaria de las Rías Altas, Margarita Docanto, Magui (Cariño, 1967) es la trabajadora social del Concello de Cabana de Bergantiños desde hace más de 25 años. Se confiesa una apasionada de las culturas del mundo, «cuanto más exóticas, mejor», aunque prefiere conocerlas al mismo tiempo que echa una mano en proyectos de cooperación internacional. En septiembre volará a Mozambique junto con el Fondo Galego de Cooperación y la Fundación Encontro para ayudar a niños desfavorecidos, sobre todo en las áreas de educación y sanidad, que son los ámbitos en los que habitualmente más perjudicados se ven.

-¿Cómo será su estancia en Mozambique el próximo mes?

-Me alojaré en un orfanato que se llama Casa do Gaiato en el que únicamente hay niños. Después, de lunes a viernes me iré, junto con la otra trabajadora social que participa en el proyecto, a visitar las diferentes comunidades.

-¿Cuánto tiempo permanecerá en el continente africano?

-Me iré un mes, pero es muy poco tiempo, porque empiezas a adaptarte a la tercera semana de estar allí. Los primeros días tienes que ser muy observador y aprender. ¡Y eso es algo que a mí me cuesta mucho, porque soy muy espontánea! Creo que se necesitarían, como mínimo, tres meses para poder llegar a conocer realmente a las familias con las que trabajas y aportarles cosas que les sean útiles de verdad.

-¿Cómo empezó en esto de la cooperación internacional?

-En 2014 estuve en Sudáfrica, aunque mi primera vez fue en 2011, cuando fui a la India. Allí fue donde le cogí el gustillo, aunque estaba muy nerviosa porque uno no sabe qué va a hacer ni con quién va a estar. Pero esto forma parte del aprendizaje de la vida.

-¿Qué le motivó decidirse?

-Me encanta conocer diferentes culturas, sobre todo cuando son tan diferentes a la nuestra. Además, a mí me gusta empaparme de sus tradiciones, mezclarme con ellos: voy a sus ritos religiosos, tomo el té con ellos, en definitiva, aprendo de sus costumbres.

-¿Le fue difícil adaptarse?

-Al principio no entiendes que es una cultura muy diferente a la tuya y que no debes cambiar sus costumbres, sino aprender de ellas y adaptarte. Recuerdo que una vez, en la India, aplasté una hormiga con un zapato. ¡Me miraron como si estuviera poseída!

-¿Realmente se plasma la ayuda prestada durante esas semanas?

-Uno cuando va a estos países sabe que no va a cambiar nada, pero te sientes muy útil y muy valorada. Ellos son muy agradecidos y cualquier cosa que hagas les parece una maravilla. Puede sonar egoísta, pero en cierto modo vas para sentirte realizada.

-Se ven a muchos docentes y sanitarios de cooperantes, pero no tantos trabajadores sociales.

-De trabajador social salen muy pocas plazas en cooperación internacional. A veces, cuando llamaba a asociaciones y oenegés me decían que no había plazas para mi profesión, pero a mí me daría igual ir a poner ladrillos o pintar escuelas. Lo que quiero es ayudar, trabajar y echar una mano.

-¿Ya ha pensado en el siguiente?

-Me gustaría mucho, aunque soy consciente de que es una utopía, pasar seis meses trabajando en el Concello de Cabana y el otro medio año participando en proyectos de voluntariado por el mundo. En entidades como Cruz Roja es relativamente fácil si uno se presta a dirigir los proyectos, pero no tanto si uno va con la idea de trabajar, como es mi caso.