Olimpia Puente: «Aos 8 anos fun servir e aos 13 cosía polas casas coa máquina na cabeza»

Cristina Viu Gomila
cristina viu CARBALLO / LA VOZ

A LARACHA

ANA GARCIA

Personas con historia | Desde Montemaior ha enseñado a grupos y artistas sus conocimientos tradicionales

18 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Mamá tocaba o prato de porcelana na cociña e nós bailabamos e cantabamos. Era o que había para se divertir un». Olimpia Puente Prieto (Montemaior-A Laracha, 1942) mostró lo que le había enseñado su madre siendo ella apenas una niña de tres o cuatro años el pasando domingo, durante el primer Día da Muiñeira de A Laracha. No es, en absoluto, la primera vez que esta vecina de Santa Margarita comparte su sabiduría tradicional con los demás. Su casa ha sido y es lugar de peregrinación para los que han querido salvaguardar conocimientos que corrían el peligro de desaparecer con las personas que todavía los atesoraban. «Viñeron moitos grupos a coller a tradición de antes, o que eles non sabían. Viñan recoller puntos dos nosos tamén. Eu agora non podo bailar, fállame o xeonllo dereito e non teño ganas de caer». Pero antes lo hizo, mucho y durante mucho tiempo. Ahora solo toca y canta.

Los primeros en llegar a su puerta, según sus propios recuerdos, fueron los miembros de Xacarandaina. Después llegaron Mercedes Peón y su hermano Quique, que la llevaron a ella y otras compañeras a Luar. También Xabier Díaz, que vivió un tiempo en A Laracha. Con todos ellos Olimpia estuvo en Pontevedra e incluso en Portugal, también en el Teatro Colón de A Coruña y en el Auditorio de Galicia en Santiago.

Sin embargo, la vida de Olimpia no ha sido nada fácil. Tuvo seis hermanos, de los que quedan tres. «Morreu o máis maior e os más novos», explica. Su madre fue la que le enseñó multitud de canciones y a tocar con un plato de porcelana y un tenedor en esas pocas tardes de asueto en la cocina de su casa, reuniendo a amigas y vecinas con las que podía compartir algún rato libre. Cree que su madre aprendió de su abuela, en cuya casa vivía. Cuando falleció su padre, que se dedicaba a las labores del campo, buscaron el modo de que ella pudiera cobrar una pequeña pensión y entonces, buscando la partida de nacimiento, los hijos supieron que María Prieto González había nacido en A Coruña. La había adoptado una pareja de Montemaior, pero se desconocían sus orígenes. Ese gen artístico que le pasó a su hija mayor no se sabe exactamente de dónde viene, pero tampoco ha tenido una transmisión directa en sus descendientes directos. Ninguno de sus dos hijos y su nieto, todos son varones, se ha decantado por la música tradicional, pero los conocimientos que le transmitieron no se han perdido en absoluto. Además, algún sobrino, «da miña raza», ha continuado con ello.

Trabajo

«Aos 8 anos fun servir e aos 13 cosía polas casas coa máquina na cabeza», explica Olimpia. Así era la vida entonces, señala, nada que ver con lo que ocurre ahora. Se lo cuenta a su nieto y a él le cuesta creerlo. Antes de los 12 se hacía cargo de tres o cuatro vacas de labradores más pudientes y también de los bebés que tuvieran sus empleadores. Era una niña y ya atendía un recién nacido y un hermano de apenas dos años. Cuando aprendió a coser ya se dedicó a este trabajo. Había sido el de su madre antes de que su amplia prole la apartara de su oficio. A Olimpia le valió bastante tiempo porque cuando regresó de Suiza utilizó ese conocimiento para ganarse la vida.

La niña Olimpia, prematuramente convertida en adulta, tenía muy poco tiempo libre, pero si en algo lo empleaba era en cantar y bailar. Había ruadas y foliadas en la carballeira de Santa Margarita y es de las cosas que más recuerda. Se queja de que no hubiera entonces tantas fiestas como ahora, pero por las vicisitudes de entonces parece complicado que la gente pudiera divertirse demasiado a menudo.

«Chegamos a estar os sete irmáns traballando en Suíza»

Para cuidar de sus padres, Olimpia regresó de Suiza. Allí había conocido a su marido y había tenido a su primer hijo. Estaba a gusto y no quería marcharse, pero era la mayor de las dos hijas que había tenido el matrimonio y cuando ambos padres enfermos fue a ella a la que le correspondió hacerse cargo. No se arrepiente y lo hizo con gusto. «Se meus pais coidaron sete fillos que menos entre os sete non os puideran coidar a eles», dice.

Se había marchado con 22 años, primero a Basilea, donde estuvo limpiando en un hotel y un restaurante, y después en Ginebra, donde ya estaba uno de sus hermanos. Llegaron a coincidir cuatro en la misma ciudad, pero estuvieron los siete en el país al mismo tiempo. Fue allí donde se echó novio. Él era natural de Carral. «Non tiña ganas de casar. Estaba moi ben e fíxeno tarde, aos 26 anos. Miña nai cando viña de vacacións sempre me dicía que ía quedar para vestir santos, pero eu dicíalle que había moitos na capela. Agora desa idade son novas, pero daquela hora era vella», dice.

Con su hijo mayor siendo un niño y el pequeño en camino regresó a Montemaior y para mantenerse volvió a elegir la costura, que había sido el oficio de su madre. Durante años estuvo cosiendo en casa para grandes firmas como Caramelo, como hicieron muchas mujeres de la zona por entonces.

Antes había trabajado mucho en Suiza, siempre en restaurantes muy grandes. En el último estaba en la cocina y todos los días daban de comer a más de 600 oficinistas. Antes también estuvo en un establecimiento en Basilea, donde había 25 cocineros y 120 camareros y limpiadores. Olimpia era uno de ellos. Muchos eran españoles.