Echa el cierre tras 91 años la emblemática Panadería Ramiro de A Laracha

Antonio Longueira Vidal
Toni Longueira CARBALLO / LA VOZ

A LARACHA

Ramiro Varela Becerra representa a la segunda generación de una familia de panaderos de A Laracha.
Ramiro Varela Becerra representa a la segunda generación de una familia de panaderos de A Laracha. Jose Manuel Casal

Fue fundada en 1930 por Ramiro Varela y María Ida Becerra y siempre destacó por su producto artesanal y una receta que pervivió a lo largo de decenios

15 nov 2021 . Actualizado a las 22:45 h.

Tras 91 años de actividad ininterrumpida, la emblemática Panadería Ramiro de A Laracha echó ayer el cierre definitivo. Su actual propietaria, María Obdulia Varela Villar, y su pareja, Juan Galán Balestrini, dicen adiós a uno de los negocios de referencia en la comarca Bergantiños y también a una forma diferente, y a la vez exquisita, de elaborar pan. Situada en la céntrica Doutor López Astray, junto a la carretera que enlaza la capital municipal con la parroquia de Soandres, Panadería Ramiro fue fundada en 1930 por los abuelos paternos de María Obdulia: Ramiro Varela y María Ida Becerra, quienes, a su vez, habían heredado la tradición de sus padres. Un cuadro colgado en la entrada principal del local así lo atestigua.

El matrimonio se hizo rápidamente con una gran clientela, repartida por toda la comarca. Desde Arteixo hasta Carballo. Gente incluso de fuera de la zona hacía cola, sobre todo los fines de semana y domingos de feira, frente a Ramiro para comprar su sabroso y recién hecho pan artesano. El negocio creció como la espuma y pasó a una segunda generación de emprendedores: la formada por el matrimonio Ramiro Varela Becerra y María Obdulia Villar Cures, quienes expandieron su negocio merced a sus exquisitos y sabrosos panecillos, barras, trenzas, chapatas... Un pan artesano y una bollería que invitaban a dejar el coche en doble fila para poder disfrutar de sus verdaderos productos delicatesen. Con el matrimonio trabajó desde joven, una hija, María Obdulia Varela Villar: «Tengo 49 años y empecé a trabajar en la panadería con 22», apuntó ayer con cierta tristeza. Y añadió: «Me encantaba el trato con el público, la forma en la que se elaboró el pan desde siempre. Fue una receta que se inventó mi bisabuelo y fue pasando de generación en generación. Nunca se cambió nada. Nunca se introdujo ningún producto y mucho menos que no fuera natural. Para mi familia y para mí la calidad fue siempre lo primero, junto con el trato directo con la clientela».

Balestrini, en una imagen de archivo
Balestrini, en una imagen de archivo José Manuel Casal

Cuando se jubilaron Ramiro Varela Becerra y María Obdulia Villar, cogió el testigo de este negocio familiar su hija, María Obdulia, quien se hizo con las riendas del negocio con 38 años de edad: «Llevaba once años como propietaria, por así decirlo. Representaba a la tercera generación de una familia de panaderos artesanos». Con ella trabajó su actual pareja, Juan Galán, un coruñés afincado en la capital larachesa desde hace más de 12 años. Dejó lo que tenía en la capital herculina para disfrutar de una forma diferente de entender la vida. Él ejercía de repartidor. En los tiempos precovid llevaba dos rutas. Juan era algo más que el que dejaba el pan en la puerta de una casa. Era esa mano tendida hacia un rural cada vez más abandonado a su suerte. A esa Galicia despoblada. Una persona que además de llevar el pan a más de 200 familias de Arteixo y A Laracha y de cubrir más de 500 kilómetros a la semana en su furgoneta Mercedes hacía las veces de psicólogo o de simple vecino y amigo. Ejercía de paño de lágrimas de muchas personas que vivían, y viven, solas y que no reciben la visita de un allegado, amigo o vecino durante semanas.

Ahora y tras 91 años de actividad ininterrumpida Panadería Ramito dice adiós de forma definitiva. Pero María Obdulia Varela Villar y su pareja, Juan Galán Balestrini, no quieren pasar página e iniciar otra etapa profesional en sus vidas sin antes agradecer «todo el cariño y el trato recibido por parte de todos aquellos que confiaron, aunque solo fuera por una sola vez, en la Panadería Ramiro», dijo María Obdulia: «Desde mis abuelos hasta nosotros, pasando por mis padres. A todos, muchas gracias», expresó emocionada.