Casi once horas fuera de casa

A LARACHA

22 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

De las 24 horas que tiene un día, un niño de seis años, puede pasarse 11 en el colegio. Si entra en los programa Concilia o Madrugadores que tienen en Carballo o A Laracha, llega al centro a las 7 de la mañana, cuando en la Costa da Morte casi no han puesto ni las calles. No hay ni panaderías abiertas. Después va a clase, al comedor, al patio, a la biblioteca y a las seis sale del colegio para ir a la piscina. En el mejor de los casos, alguno de sus padres se lo llevan a casa tras una jornada tan intensiva que cualquier empleado mayor de edad y hecho y derecho ya se habría planteado presentar una denuncia a Inspección de Trabajo. Seguro que no hay muchos niños que tienen ocupadas y fuera de casa 11 horas con todos sus minutos, pero también es verdad que muchos cumplen con las reglamentarias 40 horas semanales, de lunes a viernes.

Bien está que los padres puedan conciliar la vida familiar y la laboral, pero hay que preguntarse si realmente hay vida tras jornadas tan largas.

Curiosamente, la Administración se ha estado preocupando en los últimos años de ofrecer soluciones a las familias no para que puedan estar juntas, sino para que los progenitores trabajen con la tranquilidad de saber que su retoño está cuidado por la Xunta o el Concello, según en que casos. Sorprende que el esfuerzo no se haya centrado en reducir las jornadas laborales, aumentar la productividad y conseguir que padres e hijos estén juntos. En el norte de Europa es un asunto muy estudiado por lo que tampoco sería necesario ponerse a inventar nada.

Los niños, como casi todo el mundo sabe, son un material frágil que hay que manejar con mucho cuidado. En los institutos y en la Universidad se quejan de que el alumnado llega cada vez peor preparado. El caso es que ahora tenemos más medios, pero peores resultados y te encuentras con que la cultura general ha desaparecido, la ortografía y la gramática van de mal en peor, la historia es una desconocida, la geografía no aparece por ningún lado y el sentido común parece haberse esfumado.

¿Será por el tiempo que los niños pasan de más en el colegio, a pesar de que cada vez hay más jornada únicas? ¿Piensan en eso los profesores? ¿Se dan cuenta de que se puede hacer la selectividad haciendo garrafales faltas de ortografía o no teniendo la más mínima idea de lo que es un dolmen?

Quizá las horas en el centro educativo cambien las cosas, quizá los docentes aprovechen todo este tiempo para enseñar a razonar, a tener un criterio propio, a escuchar a los demás y a intentar comprender su punto de vista sin olvidarse del propio. Si la cuestión son las horas, estamos en el mejor momento. ¿O no?