«No puedo dejar el reparto, hay quien ya le compraba el pan a mi abuelo»

Antonio Longueira Vidal
Toni Longueira CARBALLO / LA VOZ

A LARACHA

José Manuel Casal

Juan Galán hace cada semana unos 500 kilómetros para entregar el producto fresco a unos 200 clientes

06 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Compensa el reparto del pan a domicilio? Hoy en día no. Haces muchos kilómetros y los costes son cada vez más elevados. Pero tampoco puedo dejar a toda esta clientela en la estacada. Los hay que ya le compraban el pan a mi abuelo y esa fidelidad no la voy a romper». María Obdulia Varela Villar representa, junto con su pareja, Juan Galán Balestrini, la tercera generación de una de las panaderías más emblemáticas de Bergantiños y la más antigua de A Laracha. Su abuelos, Ramiro y María Ida, fundaron el negocio en 1930. Un cuadro en la entrada del local así lo atestigua. Sus padres, Ramiro y María Obdulia, disfrutan de una más que merecida jubilación.

Son las nueve menos cuarto de la mañana. María se toma un café de máquina. Apura los últimos sorbos. Junto a ella, Juan, un coruñés afincado en A Laracha desde hace siete años. Dice sentirse muy a gusto y no echa en falta nada de la gran ciudad. Entre los dos preparan el pan que Juan cargará en la furgoneta Mercedes.

Juan Galán atiende cada semana dos rutas. Lunes, miércoles y viernes toca una. Martes, jueves y sábados, la otra. Una coge el rural de Arteixo, la otra, el de A Laracha. El tiempo es oro cuando se habla del reparto de pan: «Tengo que tenerlo todo entregado antes de la comida». La experiencia en estos casos en un grado.

Juan sabe quién esta en casa y quién no. Quién va abrirle la puerta y a quién se lo tiene que dejar en la entrada. La clave radica, según él, en la confianza. «Es muy importante ser serio en tu trabajo. Hay gente, sobre todo la que es mayor que, directamente, te da el monedero para que tu te cobres. Otros te dejan la cartera en el mueble de la entrada de casa. Los hay que pagan semanalmente, otros cada mes, otros cuando pueden... Cada cliente es un mundo. Pero, sobre todo, destaco de ellos la honradez».

Hasta tal punto es el grado de implicación que el repartidor tiene con sus clientes que, incluso, le cuentan cosas de carácter personal. «Haces de psicólogo muchas veces. Muchos son personas mayores que viven solas y no tienen forma de desplazarse a A Laracha, El hecho de que les lleves el pan a casa supone para ellos un doble motivo de satisfacción: les prestas un servicio y, por otro lado, tú eres, a lo mejor, su única compañía en todo el día», argumentó Juan Galán, quien aseguró que no es la primera vez que una clienta o un cliente se le «pone a llorar porque tiene una desgracia personal y no tiene a quién contársela. Y tú tienes que saber en ese momento que no eres el panadero. Tienes que ser un vecino, un amigo. A veces, aunque no quieras implicarte, te implicas porque observas a esa persona y piensas que puede ser tu madre.

El tiempo se echa encima y sobre todo, el estado de algunas carreteras, que parecen más corredoiras que otra cosa, retrasan su marcha. Juan Galán se mete unos 500 kilómetros a la semana para repartir el pan fresco -el horneado en la Panadería Ramiro arranca sobre la medianoche- entre unas 200 casas: «De lunes a viernes todavía puedo tomar un café rápido por la mañana, pero el sábado es imposible. Tengo 190 repartos que hacer y no puedo pararme», dijo.