Nove Mares llama a dar valor a la singularidad mariñeira: «Temos unha historia que nos fai únicos»
CARBALLO
El programa de la Fundación Pondal abordó desde el astillero O Baladiño, en Canduas, Cabana, experiencias diversas ligadas a oficios de mar
14 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Los asistentes al Espazo Xerador de Cultura dedicado a carpintería y oficios de mar, parte del programa Nove Mares que impulsa la Fundación Eduardo Pondal con la financiación del GALP Costa da Morte, tuvieron este sábado un lugar excepcional para abordar este asunto: el astillero de Martín Senande, O Baladiño, último reducto de la carpintería de ribeira en la Costa da Morte, en Canduas, Cabana. «Estamos nun museo vivo», apuntó impactado Antonio Rodríguez, impulsor del proyecto Tremuza, para la puesta en valor del patrimonio material e inmaterial y la historia de su municipio, Outes. Allí llegó a haber 48 talleres de ribeira en 14 kilómetros de costa, es algo muy diferenciador, pero tienen otros muchas riquezas para dar a conocer.
Con el hilo de su experiencia, Antonio dio claves exportables: saber de dónde uno es, a qué territorio pertenece, creer: «Temos unha historia e un contexto que nos fai únicos». Y para valorar algo, o generar valor, lo primero es conocer, «crear o relato de por que chegamos a onde estamos, e para facer iso hai que falar coa xente». Antes de que sea tarde. Rodríguez ahondó en la rehabilitación del astillero de Ciprián outiense, reciente y por iniciativa municipal, y cómo se ha convertido en «espazo museístico», al que ahora queda el reto de dar más «contido». Por ahí pasa todo. Si el astillero O Baladiño puede convertirse algún día en un museo, o si Senande puede ser ese «contido vivo», en sinergia con el de Outes, es algo que habrá que ver, y no disgustó la idea.
Ya no es suficiente en ningún destino un paisaje o un patrimonio destacado. El visitante es exigente y demanda experiencias, vivir en primera persona un territorio: «Algo que facer». A Sara Sánchez, técnica de turismo de A Pobra, se le ocurrió allá por el 2017 apostar en este municipio, el suyo, por el turismo mariñeiro. Sabía de ello en otros puntos, como Carril, pero no tenían nada así. Querían una oferta para todo el año —desestacionalización—, sostenible, original, de calidad más que de cantidad. Así surgió la opción de conocer la actividad extractiva de manos de las propias mariscadoras, propuesta con gran acogida en la que han embarcado también a centenares de escolares.
Elaboró el Concello una ordenanza, fijó precios, y con la medida lograron un beneficio múltiple: para las mariscadoras, que diversifican su actividad; para A Pobra como destino, con una nueva alternativa sostenible; para la sociedad local, que ve fortalecida su identidad y singularidad, y para el visitante, que sale con satisfacción. «Pódese crear produto dende as Administracións», apuntó, sobre todo si no hay para ello iniciativa privada.
María José Imia, periodista, técnica de Igualdad y asesora de la Federación Galega de Redeiras O Peirao y de la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca (Anmupesca), entidades ligadas a Malpica, habló de diversificación —reciclaje, artesanía, turismo—, de reivindicación, de visibilización: «Temos grupos profesionais de mulleres ás que non lle damos moito valor, e téñeno». Galicia es casi el último reducto de redeiras (quedan 300 declaradas en España), percebeiras o mariscadoras, algo «único», y desde aquí, la Costa da Morte, se han conseguido tras años de lucha mejoras ligadas al coeficiente reductor de edad para la jubilación o al reconocimiento de enfermedades profesionales. Queda camino por delante, pero están «gañando presenza». Imia, que acaba de emprender proyecto personal ligado a todo esto, Auga, area e sal, llamó a valorar cada oportunidad, pero sobre todo algo clave: «A xente».
Este primer encuentro de Nove Mares en torno a oficios de mar tendrá una segunda parte, el sábado 27 de abril a las 11.00, en la sede de la Fundación Eduardo Pondal (Ponteceso). Será ese día jornada de toponimia, pero también de escucha, a Óscar Fuertes, arquitecto responsable de la rehabilitación del astillero de Ciprián y responsable del Plan de Cultura Marítima. El acceso es libre.
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Sobre Antonio Rodríguez. Es el ejemplo de que, de tiempos difíciles, pueden salir nuevas ideas y proyectos de futuro. Antonio vivía en A Coruña y a las puertas del covid se quedó sin empleo. Regresó a Outes, donde siempre había estado empadronado, donde estaba su hogar natal, y se dedicó a formarse. Seguía sin aparecer trabajo, pero prefirió «botarlle peito» que caer en el «desastre». La clave vino por tener en cuenta el territorio al que pertenecía. Empezó a andar por el monte y a contar lo que iba sabiendo, historias, leyendas, de forma «humilde e amena». Gustaba. Lo hacía en un perfil de Facebook, de forma proactiva. En esto se cruzó el Concello, carente Outes de una oferta para dar a conocer el territorio. ¿A quién? Primeramente, a los propios vecinos. Después, también a los visitantes. Así acabó diseñando Antonio unas rutas, que hoy son 10, y creyéndose un poco que, en realidad, sí era emprendedor. Emprrender es tener una idea, llevarla adelante, ponerle esfuerzo, tenga o no carácter empresarial, apunta. Trató de «crear valor no territorio», y eso se puede hacer allí y en la Costa da Morte, en cada lugar con su singularidad: «O que tes é de onde ves e de onde eres». Fueron en la rehabilitación del astillero de Ciprián, mismamente, muy respetuosos con la historia, y con cómo unos artesanos de la madera, dedicados a hacer barcos, lograron levantar una infraestructura y que esta siguiese en pie aun tanto tiempo sin uso, desde los años 80. Rodríguez incidió además que parte del museo es también el entorno, el paisaje. No tienen en el museo Ciprián barcos que enseñar, pero andan tanteando la construcción de un sancosmeiro, embarcación particular de la zona. «A carpintería de ribeira non só son ferramentas ou técnicas, é a impronta que deixa nunha zona. Trátase de contar quen somos», apuntó el responsable de Tremuzo, Historia e Patrimonio. La rehabilitación de este taller ha ganado diversos premios, entre ellos en una Bienal Nacional de Arquitectura.
Sobre Sara Sánchez. También estudió en A Coruña, donde trabajó un tiempo en el ámbito de la consultoría. Regresó a su tierra, A Pobra, rica en recursos naturales y patrimoniales, en pazos y en iglesias, en piscinas naturales o en creación literaria, véase Valle Inclán. Asegura que poner en valor la cultura mariñeira, el trabajo del mar, diversificándolo, es un punto a desarrollar. Su idea de que las mariscadoras contasen lo que hacían, empoderándose y luciendo ese orgullo de su oficio, se estrenó a modo experimental en A Pobra en la Semana do Mar del 2017. Establecieron 15 plazas para la actividad y acabaron siendo 22: «E vimos que a xente non quería ver, quería materse no mar, meterse en faena». Al año siguiendo el Concello trató ya de forjar una estrategia a medio y cortó plazo. Lanzó propuesta a la cofradía de pescadores y de más de 100 personas siete mostraron su disposición a acudir a una reunión: 5 mujeres y 2 hombres. Para que la actividad tuviese una contraprestación para estos profesionales hubieron de crear estos una asociación, Mar da Pobra, que optó a ayudas del Galp en el 2019, lo que sirvió para adquirir material, sillas anfibias para garantizar accesibilidad e incluso para habilitar una cocina donde hacer degustaciones y demostraciones. En los últimos tres años han pasado 177 personas por esta experiencia inmersiva, y desde el 2021 algo más de 1.400 escolares. La actividad, con las salvedades de grupos, tiene un coste de 12 euros por persona, 11 para las mariscadoras y 1 para el Concello. Suman esta propuesta, ya consolidada, a las visitas guiadas al patrimonio histórico, a la salida en velero por la ría de Arousa o a las visitas al río Pedras.
Sobre María José Imia. Periodista y técnica de Igualdad, la relación de María José Imia con la Federación de Redeiras O Peirao se estrechó en el 2016, año en el que también empezó su vínculo con Anmupesca. Vivió la entrega de la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo a las redeiras, y cómo estas, en un ejercicio de generosidad, decidieron donar esa distinción, fruto de su trabajo, al Museo do Pobo Galego. Integran O Peirao ocho asociaciones de toda Galicia, desde Cariño por el norte a A Guarda por el sur. En el caso de Anmupesca son 34, ya no solo de rederas, también mariscadoras u otros perfiles, como pescaderas. De esas 34 un total de 28 están en Galicia, lo que denota el peso: el resto, en Asturias, Cantabria, Valencia, Andalucía o Madrid. Tantean lazos con País Vasco, Cataluña o las Canarias.
La habilitación del coeficiente reductor de edad para la jubilación para las redeiras se aprobó y publicó en el BOE en el 2023, años después de que María José ya tomase parte en esa lucha, y casi 20 desde que empezaran las reivindicaciones: «Era unha cuestión de xustiza». En ese primer año se jubilaron ya 15 mujeres. La media es de 55-56 años, así con 300 redeiras en total en España, Imia no duda en afirmar que se trata de un oficio «en extinción». Se han conseguido cosas, pero queda mucho, y trae esperanza el hecho de haber entrado en dos consellos consultivos a nivel europeo: «Dende Malpica, señores, estamos aquí. somos mulleres da pesca, e hai políticas que se están facendo sen ter en conta a estas profesionais». Hace falta, y ellas lo tienen, compromiso. «Hai que ir collendo cousas de cada etapa da vida», dijo Imia para aludir a su reciente proyecto personal, Auga, Area e Sal. Echará a andar en breve y trata de reunir lo que ella ha aportado a este sector, lo que el sector le ha aportado a ella, unificándolo. Tiene varias partes: una de divulgación, historias de mulleres, historias de vida que se perderán de no recogerlas; otra de formación para ellas mismas; una de formación hacia fuera, y finalmente divulgación de los productos que están haciendo, desde la artesanía al turismo mariñeiro. «Redeiras e mariscadoras son un fenómeno propio de Galicia. Se se cre, e hai vontade, ao final as cousas conséguense», reflexionó. Pero las cosas importantes, y sobre todo los cambios sociales, no son cosa de un día.