Carmen Sar Vilela, Carmela: «Quíxenme tirar ao mar trala morte do meu home e do fillo»

Melissa Rodríguez
melissa rodríguez CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana García

Viuda, treinta y un años después del naufragio de la gamela Gallina Blanca en Muxía, aún no ha logrado recomponerse

02 jun 2023 . Actualizado a las 20:14 h.

Carmen Sar Vilela, Carmela (Muxía, 1948), aún se derrumba al hablar de su marido, Hipólito Pérez Barrientos, Polito (Muxía, 1943), y de su hijo, Abel Pérez Sar (Muxía, 1973). Perdieron la vida el 26 de octubre del año 1992 cuando faenaban cerca del santuario de A Virxe da Barca, en el caladero conocido como A Fanaqueira, a una milla del puerto. Fue un lunes por la mañana. «Había mal tempo e o mar levounos para o fondo», recuerda casi 32 años después la viuda. El pasado jueves, Abel cumpliría 50 años, de modo que son días más complicados todavía para la madre. «A morte dun fillo nunca se supera», afirma.

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Pérez Sar fue el cuarto hijo de seis, pero el único varón. Tenían 19 y 49 años cuando la Gallina Blanca naufragó. «O meu marido levantouse e foi ao coído mirar o tempo. Picouse, había niebla. Ese día, os das chalanas marcharon antes. Eles quedaron levantando as nasas. Eu fun ao muelle porque me tardaban. Saíron os barcos buscalo, pero víase pouco. Durante días, non faenaron na súa procura pese ao mal tempo e as señoras mollábanse», narra.

El joven solía pescar con caña junto a su padre, hasta que, mientras se sacaba el carné de conducir para irse a trabajar con un familiar a una empresa de A Coruña, decidió acompañarlo en su faena diaria en la chalana de madera. «Andaban ao pulpo, ós calamares e ao marisco», relata Carmela. En esa embarcación ya antes Polito salió a la mar con su padre y un hermano. El de marinero fue el oficio que mamó desde pequeño. «O fillo non estaba enrolado porque ía ir só un breve período. Si que tiña cartilla», comenta la progenitora.

Ana García

El cadáver de Polito, que ahora tendría 80 años, apareció quince días después, el 10 de noviembre, en las proximidades de la playa de Lago en Camariñas arrastrado por las corrientes. El de Abel, nunca más. Los ranas lograron devolver la gamela a tierra el 6 de noviembre. Por ello, la familia solo cobró por el primero.

La de Sar Vilela es una historia de superación con creces. Tenía que sacar adelante a cinco hijas. Dos ya trabajaban en la ciudad herculina, otras tantas aún iban a la escuela, y una quinta acompañó a su madre en casa en esta etapa tan difícil. «Palillaba ata as tres ou catro da madrugada para poder mercar leite. Dábanme 20.000 pesetas polo marido e 6.000 por cada filla, pero non chegaban a nada porque había que vestilas e darlles de comer», explica. «Eu levábaas para adiante a elas, pero pasárono mal porque nunca máis volvín ser a mesma. A día de hoxe sigo tomando relajantes. Botei dez anos ou once pasando as noites no sofá. Pensaba que me petaban eles en todo momento á porta porque así o facían coa caña de pescar na ventá cando ían coller as motos», añade.

La aparición de la chalana Gallina Blanca
La aparición de la chalana Gallina Blanca J. M. CASAL

Fueron las dos hijas mayores las que acudieron a reconocer a su padre. «A min non me deixaron», dice. «É moi duro», dice con rotundidad. Lo pasó francamente mal: «Quíxenme tirar ao mar tras a morte do meu home e do fillo. Eu levaba flores na man. Unha señora viume e evitouno». Gracias a su familia ser «unha piña», logró salir adelante.

Carmela no olvida la ayuda que recibió por parte de «todo o mundo, de Muxía e de fóra. Veu xente de A Coruña, Camelle, Camariñas...» para buscar los cuerpos de los náufragos, y también después apoyaron a su familia, que era muy conocida. El entierro fue multitudinario.

Ana García

Esta mujer nació sin la campanilla de la boca. Por ello, tiene algunas dificultades a la hora de comunicarse. «Traballei na casa dun médico cirujano en Ferrol que me dixo de operarme, pero pola ignorancia, non quixen», apunta. Con todo, hizo su vida con normalidad y, cuando aún vivían su marido y su hijo, regentó el bar Rata en el paseo marítimo. Desde allí prestó mantas, entre otra ayuda, en varios naufragios. Hasta que sufrió una angina de pecho.

Polito fue el único hombre al que le entregó su amor. Aún a día de hoy: «Estarei enamorada del de por vida», expresa. «Era moi atractivo. Tíñaas a moreas, pero quíxome a min», cuenta volviendo a sus tiempos de juventud. Estuvieron tres años de pareja, se casaron (ella tenía 20 años y él 25), y pronto llegó la primera hija. «Como perdese o partido o Real Madrid... Uf, enfadábase moito. Ao igual que cando non pescaban», describe.

Sobre su hijo, destaca que era «moi bo». «Esa noite viña do baile de A Ponte do Porto, que ata el non era moito diso. Díxome que xa el se amañaba para cear e ata hoxe [se emociona]». Fueron las últimas palabras que se cruzó con él.

Sar Vilela se vuelca ahora con sus nietos. Tiene siete, de los que uno es calcado a Abel, según traslada. Vuelve a tener una ilusión porque va a ser bisabuela. Es muy activa en su hogar y sigue haciendo encaje de bolillos mientras ve pasar a numerosos visitantes por la ventana de la cocina. «Empecei a ir ao baile a Vimianzo e vexo ao meu home diante. Era moi bailarín», expresa.

Ella le pone voz a los naufragios de la Costa da Morte.