Élida Rojo: «Casei con 15 anos e aos 16 xa tiña a primeira das miñas tres fillas»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana García

La vendedora de la ONCE recuerda que en su niñez ni tenían luz en casa

01 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Estou contenta de como me foi». Élida Rojo Camafreita (Carballo, 1966) no se arrepiente de nada. «Non daría marcha atrás na vida». Cualquiera podría pensar que esta mujer animosa podría en algún momento haber lamentado sus orígenes y su currículo, pero no es así. Hace un año repartió 250.000 euros, algo que muy pocos pueden decir y de lo que realmente puede sentirse muy orgullosa. La semana pasada fueron 20 premios de 250 euros. No es tanto, pero ha dado para algunas alegrías a los muchos que se acercan a ella para que les dé suerte y, de paso, apoyar a una organización como la ONCE. Élida vende el cupón. Comienza en Cances y sigue hasta Caión y el traslado del Mercadona la ha llevado desde A Casilla hasta A Revolta. Ni puede darlos ni los conoce, porque eso solo lo sabe la entidad para la que trabaja, pero ella es posiblemente una de las mejores vendedoras de la zona, incluso de Galicia. Es un decir. Pero solo hace falta intentar charlar con ella un rato para ser interrumpido constantemente. Ella tan contenta, tan servicial, tan atenta...

«Son filla dun chatarreiro». Se presenta así. Durante un tiempo, cuando era una niña, colaboró con él en la selección de lo que iba recogiendo por ahí. Entonces ella estaba en casa, ayudando a sus padres en las tareas domésticas y el cuidado de sus hermanos. Fueron nueve y ella es la tercera de los mayores. Le correspondió a ella el papel porque sus hermanas mayores estaban ya casadas. Recuerda que fue al colegio a los siete años y que lo dejó a los once. No le pesó, no le gustaba. Empezó en una pequeña escuela en la calle del Sol y acabó en lo que entonces era la escuela hogar Francisco Franco y hoy es el Fogar. Fue suficiente. En ese tiempo aprendió a leer, escribir y echar cuentas. Dice que no ha necesitado más.

«Un pouquiño traste»

Ese querer estar en casa la define como hacendosa, pero no solo eso. «Estaba sempre facendo das miñas. Era un pouquiño traste», reconoce. También en su papel de colaboradora en la chartarrería parece que se comportaba así. «Máis que axudar a meu a meu pai loqueabao», explica.

Recuerda que vivían en As Eiroas, cerca del «curtidoiro». Ese es el nombre de la zona en la que estaban las casas de su padre y de su tío, en medio del monte, con una pista de tierra para acceder a la carretera de Malpica. Ni siquiera había luz en los primeros años. Cuando se le pregunta cómo se alumbraban responde que con candiles. Lo normal. Consiguieron que Fenosa les llevara finalmente la luz y también que el autobús de la escuela los recogiera a unos metros de su casa. «Daquela había moitos buses», explica. Sin embargo, la escuela no era lo suyo. «Prefería fregar os cacharros», explica. Lo hizo bastantes veces, en su casa y en viviendas ajenas.

Ana García

Todo en su vida parece hacer ido deprisa. «Casei con quince anos e aos 16 xa tiña a primeira das miñas tres fillas», explica. Después de eso no le quedó más que «loitar coa vida». Ahora tiene una familia amplia, con seis nietos. El mayor ya ha cumplido los 19, por lo que hay variedad de edades. Ella explica que viene de familia humilde y que no estudió, pero sus hijas sí lo han hecho y eso que tanto a ella como a su marido les costó salir adelante. Dice que antes los tiempos eran así, que no se podía hacer lo que uno quería, pero está contenta de cómo han ido las cosas y parecer que no quiere cambiar nada de su historia. Tampoco le apetece que los demás sepan demasiado.

«Poder traballar para comer é moi importante»

Élida estuvo tiempo buscando empleos pero en algunos no la cogían y otros no era capaz de hacerlos. Está enferma y por eso logró entrar en la ONCE. Reconoce que le costó tiempo, pero que también le ayudaron y lo agradece. Le cambió mucho la vida porque tiene una ocupación estable que le permite vivir con tranquilidad y dignidad. «Poder traballar para comer é moi importante», dice. Sin embargo, no se ha relajado en absoluto. Todo se lo ha ganado con esfuerzo y sigue haciéndolo porque para vender tiene que hacer muchos kilómetros y muchas paradas.

El día de la inauguración del parque comercial de A Revolta ya estaba allí. «Hai que empezar desde o principio. Sempre estou na porta do Mercadona e como o trasladaron eu tamén viñen», explica. Es allí donde su clientela es eminentemente femenina, pero el interés por los juegos de azar y la colaboración con la ONCE no sabe de sexos. En todo caso es cuestión de localización. En el resto de su ruta, como la mayor parte de sus paradas son en bares los compradores suelen ser hombres.

Premios

En todo caso, queda claro que le dedica muchas horas a su trabajo, de martes a sábado. Está convencida de que el éxito hay que ganárselo.

Una de sus mayores satisfacciones son los premios que puede llegar a dar. Le alegra que la gente se le acerque para decirle que le ha tocado, aunque no todo el mundo lo hace.

En todo caso ahora vienen buenos días para ella y sus compañeros. El invierno es duro sobre todo cuando estás en la calle esperando a que alguien te compre. Por eso ella no suele esperar y ofrece. En verano estará mejor en la puerta del supermercado.