Roberto Lago vio desde el estadio que albergará la final el Países Bajos-Argentina
14 dic 2022 . Actualizado a las 11:08 h.Los sentimientos futboleros de Roberto Lago Úbeda (Corcubión, 1994) ya habían sido tan olvidados como aquellas pachangas de los recreos durante su estancia en el Fernando Blanco. Pero como si de un elixir recordatorio se tratase, el partido entre Países Bajos y Argentina del pasado viernes le volvió a aflorar esa pasión por el balompié que ya no pensaba volver a sentir. Fue el encuentro más tenso de los cuartos de final del Mundial de Catar y, seguramente, el más trepidante de todo el campeonato. Los sudamericanos vencían 2-0 en el minuto 89, pero dos tantos neerlandeses propiciaron una prórroga muy emocionante que terminó con unos penaltis en los que el arquero Emiliano Martínez se convirtió en héroe para la albiceleste. Todo eso lo vivió Roberto a unas pocas filas del césped en el estadio Luisail, la más asombrosa de las construcciones que levantó la organización del Mundial y donde se jugará la final de este domingo.
Su presencia en el histórico partido no fue para nada planeada. Roberto se marchó para Catar a principios de octubre junto a su pareja, Rebeca. Ambos estaban en el paro y decidieron tomarse unas «largas vacaciones» aprovechando que en Catar viven los tíos de ella y que iba a haber ambiente por la Copa del Mundo. Así que para allá se fueron, aunque el fútbol nunca había sido una prioridad durante su estancia.
Pero esta vez les sonrió la suerte: «Los familiares de mi novia, que llevan 13 años aquí nos propusieron ir el mismo día del partido y aceptamos», cuenta. Allí él quedó asombrado con la afición argentina: «No entiendo como puede haber tantos por aquí tal y como está su economía. Hablé con alguno y me decía que llevaba ahorrando cuatro años para poder vivir esto y que todo le había costado unos 6.000 dólares». Un precio similar al que se llegó a ofrecer para adquirir un boleto como el suyo en la reventa de ese Países Bajos-Argentina.
«Cuando se enteraron de la eliminación de Brasil es como si temblara el estadio de tanto que lo celebraban», indica, mientras cuantifica en un 90% la ocupación de asientos por parte de la grada argentina. Desde allí aprovechó para desvelar, a través de WhatsAap, imágenes que la realización no ofrecía a sus amigos españoles, como la de un espontáneo que saltó al campo y fue reducido por la seguridad. No obstante, al final todo terminó bien para él, pues le fue imposible no alegrarse por la albiceleste: «Ahora ya a tope con Argentina, porque esta gente tal y como lo vive, y con lo que la monta, se merece llevar una alegría. A mí, el fútbol ni fu ni fa, pero la emoción del partido y todo lo que lo rodeaba le metía la tensión en el cuerpo hasta al menos enterado», dice. Sus anfitriones acudirán a la final, aunque él y lo tendrán complicado.
«Queríamos conocer mejor el entorno laboral que hay»
Además de disfrutar la experiencia mundialista y más allá del ámbito ocioso de su aventura, Roberto también quería conocer en primera persona las oportunidades laborales que se brindaban en el país catarí. Él cursó estudios superiores de carpintería y regentó el mítico bar O Porrón en Santiago durante los últimos años, pero estaba abierto a un cambio de aires. «Con el tema del Mundial está todo muy parado por ocupaciones temporales, pero nos quedaremos un par de meses para ver cómo es el mercado laboral», cuenta.
También se ha empapado de la cultura y le ha dado tiempo para desmitificar ciertos estereotipos: «Siempre se vende que el árabe es muy cerrado y no es verdad, son muy abiertos y hospitalarios», advierte.