Criminales

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

CARBALLO

06 abr 2022 . Actualizado a las 00:54 h.

En Bucha, la humanidad debió de haberse diluido en el barro de las calles bombardeadas o en algún lugar oscuro entre cascotes y trozos de madera y hormigón esparcidos por doquier. Allí, los asaltantes de Putin pintaron uno de esos cuadros del horror que jamás se borran de las mentes sanas. El sello imborrable de la más terrible crueldad humana. En las guerras suelen sembrarse estampas de las peores conductas. Aun así, dan la oportunidad para gestos compasivos. Lo que unos destruyen, otros tratan de socorrerlo. Lo que unos matan, otros tratan de rescatarlo. Siempre hay cosas que socorrer. Me viene a la memoria una ciudad medieval bávara, Rotemburgo, una atracción turística por su bien conservado centro medieval. De aquí, y junto a su iglesia de San Jacobo, sale una ruta hacia Compostela. Ya en la guerra de los Treinta Años su alcalde la salvó ganándole una apuesta a los invasores, consistente en beber tres litros y cuarto de vino de un solo trago. Es una anécdota más simpática que lo ocurrido allí en la Segunda Guerra Mundial. El general americano Devers ordenó su destrucción con artillería, pero John J. MacCloy, conocedor del valor histórico del lugar, propuso que antes se negociase la rendición de la ciudad para evitar el desastre. El comandante regional nazi rechazó la oferta de plano, pero Thömmes, que estaba al mando de las tropas de Rotemburgo, ignoró las órdenes y entregó la pequeña urbe. Gracias a este gesto, que le pudo costar a Thömmes el paredón por traidor, el mundo entero puede disfrutar de una de las joyas de la historia. Anatoly Fedoruk, alcalde de Bucha, no pudo salvar a sus vecinos bebiendo los tres litros de vino porque los criminales no dan esas oportunidades.