Dos años de covid en la Costa da Morte

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

José Fernando Carrillo y Xosé María Arán
José Fernando Carrillo y Xosé María Arán Ana Garcia

El confinamiento ya pillo enfermos al director de Vieiro, Xosé María Arán, y al exalcalde de Fisterra, José Fernando Carrillo

16 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Una gripe, en el caso de Xosé María Arán, y una gastroenteritis, en el de José Fernando Carrillo Ugarte, se transformaron en coronavirus casi al mismo tiempo que toda España quedaba confinada. El director de Vieiro y el exalcalde y presidente de la asociación Costa da Morte de Fisterra fueron de los primeros casos graves que hubo en la Costa da Morte y tanto uno como otro pasaron semanas en el hospital y vivieron experiencias que nunca olvidarán. Ocurrió hace dos años, pero parece que fue ayer.

Arán Rodríguez era, y sigue siendo, un activista social que el 12 de marzo del 2020 se presentó en urgencias del centro de salud de Carballo con un cuadro de síntomas que evocaban una enfermedad vírica. Lo recordó en Radio Voz Bergantiños. Ese día lo mandaron para casa y el 17 tuvo que ingresar en el Chuac. La enfermedad lo tuvo de baja durante 81 jornadas. Comparte con Carrillo Ugarte el agradecimiento al personal sanitario y no sanitario. «As condicións nas que traballaron non eran normais», recuerda Xosé María Arán.

Cree que poco se ha mejorado a nivel de asistencia médica. «Cando enfermei dixéronme que fose para casa e que me puxese en contacto co médico de cabeceira, pero eu non tiña porque cambiaba constantemente. Nós tiñamos un déficit sanitario e non é que vaia mellor», dice. Explica que lo que le salvó fueron sus contactos, porque una médica se saltó el protocolo y lo mandó para el hospital en lugar de llamar al 061 como le dijeron. «Eu sei moverme e tanto eu como a miña familia pasámolo mal, mal, mal. Canta xente non tiña esa capacidade...», señala.

Los parientes de José Fernando Carrillo se volvieron también locos con el teléfono. «Debieron llamar 100 o 200 veces», señala. Se lo dijeron porque recuerda más bien poco de entonces. De hecho, ingresó el 14 de marzo en el hospital de Cee y lo dieron de alta en el Chuac el 19 de mayo, después de que le enseñaran de nuevo a andar e incluso a respirar, porque sus músculos habían quedado atrofiados tras mucho tiempo en la uci. Dos años después considera que se ha recuperado al 95 % y recibió una lección de amor de sus vecinos de Fisterra, que le recibieron con aplausos y pancartas cuando regresó a casa.

José Fernando Carrillo cree que se contagió en algún momento de un viaje del Imserso a Lloret de Mar que realizó a finales de febrero del 2020. Iban en el mismo grupo «una señora de Fene que murió a los 5 días» y el exconselleiro Dositeo Rodríguez, que también falleció a causa del coronavirus.

«Noté los primeros síntomas a principios de marzo y el día 8 fue al centro de salud de Lloret de Mar y me diagnosticaron una gastroenteritis. Se hablaba de coronavirus en Italia y los médicos me vieron muy nervioso. Mi mujer les dijo que yo sospechaba que tenía el coronavirus y se rieron», recuerda. El día 11, justo cuando regresaba en avión a Galicia empezó a tener fiebre y malestar. «La mayor parte de los que íbamos en el avión tosíamos y, claro, entonces íbamos sin mascarilla», recuerda.

Del Virxe da Xunqueira rápidamente lo llevaron al Chuac. No contaban con él. «Tenía una saturación de solo el 40 % y cuando llegué a Coruña me conectaron al respirador. Fue lo que me salvó la vida», explica. No recuerda nada de esos días, en coma inducido, pero sí que soñó mucho. «Viajaba en un crucero que salía del puerto de Santiago, porque habían construido un canal que conectaba con Sevilla y que servía para entrenar a deportistas olímpicos», expone. Todo lo que recuerda de esos días estaba en su mente. Por lo que cuenta, perdido en sus ensoñaciones no debió pasarlo mal hasta los últimos días en la uci. «Soñé que iba a Perú y me secuestraba Sendero Luminoso», explica. Por entonces habían tenido que atarlo porque estaba muy agitado, por la enfermedad o por la pesadilla. Lo peor fue el despertar, sin poder moverse ni hablar a causa de la traqueotomía a la que había sido sometido, «como encarcelado dentro de mi propio cuerpo». «Fue casi un trauma, pero al poco me sentí reconfortado porque me di cuenta de que estaba vivo», señala.