Es consciente de que atravesará países en los que seguramente no habrán visto nunca a un peregrino, por eso su intención es ir quedándose en hostales y alojamientos locales a lo largo del itinerario, aunque también tiene una carta firmada por el obispo auxiliar de Madrid en la que este pide a iglesias, conventos o monasterios que la acojan si lo necesita. «Voy tranquila porque también tengo ese respaldo», dice Carlota, «aunque tengo que confesar que sí tengo algunos miedos, sobre todo por el hecho de ser mujer en algunos territorios en los que voy a estar».
Es por ello que, a través de este blog y de canales sociales que ha creado para esta iniciativa, busca vertebrar una especie de «red de contactos» de los que poder echar mano en caso de necesitarlo. «No tanto en el aspecto económico, sino, por ejemplo, si la pandemia se complicase y cerrasen fronteras, o en caso de enfermedad», subraya la granadina, que ha invertido mucho tiempo en el diseño de las etapas y en la preparación física. Ha conseguido reducir el peso de la mochila a seis kilos y, como estará caminando durante muchos meses, prefiere no forzar la maquinaria y hacer entre 15 y 20 kilómetros diarios. Descansará un día a la semana y en algunas zonas se quedará períodos más largos porque le gustaría hacer experiencias de voluntariado. Si todo va bien, tiene previsto entrar en Israel a principios de diciembre del año que viene. Una vez allí, quiere tomárselo con calma para visitar a conciencia los lugares más destacados y conocer a fondo los puntos más emblemáticos de esa religión católica a la que tanta fe le tiene.