La Costa da Morte y la Galicia profunda

luis lamela

CARBALLO

Ana Garcia

GALICIA OSCURA, FINISTERRE VIVO | La evolución de un macrotopónimo que durante años sufrió grandes rechazos

28 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Siempre hay hombres que habitan en un punto ciego de la historia, que no conocen ni quieren conocer cómo se conformó el pasado de su tierra y el de sus predecesores, gente que no sabe que existen los retratos en blanco y negro; que no todo fue color, y que olvidaron los murmullos oídos en la infancia.

Hace un tiempo que una jueza de Marbella levantó ampollas entre todos los gallegos al calificar una aldea de Muros, Torea, como la «Galicia profunda». No en positivo, sino en negativo, y causó malestar entre las gentes de este territorio del noroeste español, ofendidas. Y durante ese debate que saltó a los medios de comunicación y a las redes sociales, me vino a la memoria lo que también los oriundos de la Costa da Morte sufrimos entre las décadas de 1930 a 1960 del pasado siglo, cuando en algunos libros y medios de comunicación social se calificaba a nuestra franja litoral, en la que al nacer fijamos nuestras raíces y arraigamos nuestras vidas, como Costa da Morte o Costa de la Muerte.

A través de la historia de la mayor parte del siglo XX, la actual Costa da Morte, que es todo un ensamble de geografías, tradiciones y leyendas, fue también, y durante mucho tiempo, calificada como la Galicia profunda —la jueza marbellí, seguramente, lo sigue pensando hoy—, porque era un extenso espacio geográfico litoral bañado por el océano Atlántico, y al mismo tiempo un espacio rural que se caracterizaba por su atraso económico, social y cultural con relación a otras geografías más prósperas dentro de la misma Galicia.

En fin, que el macrotopónimo Costa da Morte fue usado, utilizado y abusado durante muchos años en términos de estigma y peyorativos para sus habitantes, y muchos nos hemos sentido ofendidos, como se sintió el intelectual galleguista Plácido R. Castro del Río cuando residía en Londres. Y en 1927, en el momento de salir el drama rural escrito por Manuel Linares Rivas, ¡Mal año de lobos..!». Y también un artículo de Antón Villar Ponte que afeó la denominación Costa da Morte, como metáfora del fin del mundo, y puso de actualidad este macrotopónimo que luchaba por quedarse en un momento en el que aún hacía mucho daño a esta tierra y a sus habitantes, lo que le dio lugar a intervenir desde Londres, en el que se estaba formando, Plácido R. Castro del Río, que no quiso aceptarlo. Su padre, el fisterrán Plácido Castro Rivas, había sido uno de los máximos defensores de la ría de Corcubión reclamando señales marítimas y otras medidas similares de los gobiernos de turno, para hacerla navegable y evitar con ello accidentes marítimos.

ANA GARCÍA

En un artículo publicado el 1 de enero de 1928, año en el que salió también la novela de José Más, La Costa de la Muerte, Plácido Ramón Castro quiso arrinconar y sustituir aquella denominación peyorativa por la de «Costa da Vida», argumentando que los naufragios en nuestro litoral ocurrían como consecuencia lógica de la situación del Cabo Fisterra y su posición estratégica en las rutas de la navegación.

Y también lo hicieron otros muchos, intelectuales o no, que se manifestaron a través del tiempo en contra de una denominación que creían peyorativa y profundamente tendenciosa. Y aún recuerdo como en décadas posteriores, las de los años cincuenta y sesenta, seguía persistiendo ese rechazo. ¡Y quién nos iba a decir, que, ahora, y desde hace cerca de cincuenta años, todo el mundo quiere sumarse al macrotopónimo convertido en marca turística y en una especie de bote salvavidas de la economía costera!

La realidad fue, como ya todos sabemos, que el término se convirtió en tópico y por tanto en marca turística, una llamada a los forasteros para que se adentrasen en supuestos territorios sombríos y presenciasen in situ los naufragios, accidentes que también fueron progresivamente desapareciendo según se asentaba el nombre de Costa da Morte.

Pero, ¿quién o quiénes le dieron el empujón definitivo y lo consolidaron? ¿Quién fue el que le dio el empellón determinante?

Una denominación tachada de «anti turística»

En julio de 1974, un tal José Luis Mariño Cea, Chicho Balilla, del que podríamos reseñar un extenso e intenso currículo que comienza con la sublevación militar franquista, y por tanto con un perfil de incombustible dentro de la dictadura, ejercía de vicepresidente de la Unión de Empresarios de la ciudad herculina y pasó a representar a organismos relacionados con el Turismo.

En diciembre de ese mismo año se celebró la Asamblea Provincial de Turismo, de la FCIT, y Mariño Cea, como vicepresidente de la CIT Coruña —Centro de Iniciativas Turísticas—, pidió que, siempre que se mencionasen las costas occidentales de la provincia de A Coruña, y particularmente las que quedaban al norte del Cabo Fisterra, se les llamase con el nombre de Costa de la Muerte.

ANA GARCÍA

Y aunque varios asambleístas se opusieron a la propuesta, tachándola de anti turística, la asamblea se decidió por esa denominación de José Luis Mariño Cea, una mochila y un sambenito que fue entrando sin prisa, pero sin pausa, en el imaginario de las gentes del común por medio de iniciativas y campañas publicitarias de empresarios turísticos y de la hostelería supracomarcal, señalando el camino al ambiente mediático.

Promotor

Y porque sonaba más poética y atractiva a los turistas, consiguió el propósito de partida, no naciendo de una creencia popular sino de un interés comercial-turístico, pero no por eso dejó de tener una cierta connotación negativa. En fin, un nombre, un topónimo que procede de una leyenda negra que fue cuajando en un largo proceso y seguramente aún es hoy una espina clavada para algunos.

Con relación al promotor de la iniciativa, y sus credenciales, hay que decir que a José Luis Mariño Cea se le fundieron los cables cuando falleció Francisco Franco y Adolfo Suárez rompió con el sistema. En 1978 ejerció de jefe provincial de Fuerza Nueva, y apareció en numerosos actos organizados por Falange Española, o por la citada Fuerza Nueva, durante los primeros tiempos de la Transición política. En las elecciones de octubre de 1982 presentó su candidatura al Congreso por FN, como cabeza de lista, pero en política durante la democracia nada consiguió. Ya lo había hecho durante todo el régimen franquista y con la denominación «Costa da Morte». Mariño Cea falleció en A Coruña el 11 de agosto de 1987 a los 67 años.

En fin, historias que explican lo que actualmente somos, que, con independencia de que se pueda empatizar o no con este macrotopónimo, ya no tiene vuelta atrás, y tampoco nadie debe disculparse de lo que se siente orgulloso. Pero, mi memoria aún está ligada al rechazo que sintió mucha gente que fue de mi tiempo, de mi infancia y de mi adolescencia.

A los numerosos detractores como Plácido R. Castro del Río o Antón Villar Ponte, entre muchísimos más, los recuerdo aquí para los frágiles de memoria, pero la mayoría silenciosa se conformó, y me incluyo, con contemplar el mundo desde la parte trasera, dejando que otros construyesen nuestro propio futuro, un ejemplo más de cómo se ha construido nuestra sociedad y nuestra cultura: muchas veces desde fuera.