Los más bellos puentes que unen la Costa da Morte

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

ANA GARCÍA

Claves para el desarrollo de la zona, también acumulan historia y belleza

12 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Por lo general, de los puentes apenas se habla, salvo cuando hay inundaciones, quedan cortados o se acometen obras importantes. Entonces, ese silencio se torna incluso en movilizaciones, como ocurrió en A Garga en su día o ahora en Baio. Los puentes unen, y en una tierra de cien ríos como es la Costa da Morte tienen una importancia histórica crucial, para su desarrollo secular y hasta para conformar vecindades. O Ézaro y O Pindo, el norte y el sur, se unieron hace solo setenta años, tras casi otros tantos reclamando la obra. La AC-552, iniciada en A Coruña a mediados del XIX y avanzando poco a poco, es lo que es gracias al trabajo casi secular de los sucesivos viaductos: Carballo, Baio, Torelo, Vilaseco, Berdeogas... El de Fomento o Isabel II, en la calle Fomento de Carballo, sobre el Anllóns, llegó a tener nueve arcos, visibles hasta mediados del pasado siglo, y por ahí seguirán, aunque sepultado por el urbanismo que lo inundaba todo entonces: tal vez ahora se destape alguno con las obras para evitar crecidas. En las infraestructuras de esta gran arteria viaria que vertebra la comarca aún se ven las marcas grabadas en los pretiles, en sillería, los años de construcción.

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Los puentes sirvieron para dar continuidad a rutas históricas, posiblemente ya romanas, como Lubiáns, que conserva una impresionante majestuosidad y cierto olvido: enlaza discretamente Carballo con Coristanco, donde el cauce se ensancha con aguas del Rosende y el Castro, pocos metros antes. Se ensancha tanto que aún muchos creen que ese es el Anllóns, y no, es su afluente, al que se une unos metros más adelante.

También sirvieron para dar nombre a barrios, lugares y pueblos. A Milagrosa de Carballo siempre será A Ponte para muchos, igual que A Ponte (do Porto), y Ponteceso. Y hasta para doblar esos nombres. A Pontedona, citado y cruzado por Pondal, lo es en el lado de Coristanco y en el de Ponteceso, y A Ponte Olveira, en el de Mazaricos y en el de Dumbría. Y abren y cierran comarcas, como hace el de Brandomil con la de Xallas y Soneira antes de enfilar hacia de la de Fisterra, donde muere bajo otro puente que cubre el mar.

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Hay puentes desaparecidos, engullidos, que tanto ayudaron a crecer villas, como el del A Globa de Cee, en plena avenida Fernando Blanco, ahora imperceptible, pese a que las fotos en blanco y negro aún lo acercan en el tiempo. Hay otros viejos y modestos que resisten las mareas del tiempo y de las cheas invernales: Oróns y Vilar, Vadusal (grandes losas que enlazan con Daneiro en un cauce que será el Grande), el Castro de Dumbría... Son testigos de un tiempo pasado cuando era impensable ya no la AC-552, sino por ejemplo el enorme viaducto del Rego de Gatos que vadea el ídem en Coristanco a enorme altura y que, obviamente sin ser puente, es una construcción de gran belleza de la ingeniería moderna en la comarca. Y los demás, de la de siempre. Porque unen, dan nombres, crean progreso, hacen comarcas y facilitar la vida, pero además son parte de los grandes tesoros del patrimonio de la Costa da Morte. Curioso que uno de los ahora muy visitados se llame puente sin serlo: A Ponte Peón es un acueducto, y bello también.

Ana Garcia