El fusilamiento de Pepe Miñones, a ojos de su amigo Domingo Antonio Quiroga Ríos

Luis Lamela García

CARBALLO

ARCHIVO DE LUIS LAMELA

El 2 de diciembre se cumplirán 85 años de la muerte del abogado corcubionés

29 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Domingo Antonio Quiroga Ríos nació en A Coruña el 27 de junio de 1900, el mismo año en el que vino al mundo Pepe Miñones —el 21 de mayo— y fue un personaje muy conocido y respetado hasta su fallecimiento, en 1991.

Durante los años republicanos, Domingo Quiroga fue miembro de las Irmandades da Fala y en abril de 1933 ejerció de contador de la Liga de los Derechos del Hombre. Estuvo afiliado al partido socialista y pasó después al Partido Republicano Radical-Socialista y en marzo de 1935, a Unión Republicana, el partido del que era dirigente en la provincia de A Coruña el corcubionés Pepe Miñones.

Domingo Quiroga estuvo afiliado a la masonería. Había ingresado en 1926 en la logia Pozos Dulces, de La Habana y al poco de regresar a A Coruña entró en la logia Pensamiento y Acción número 11, de la que fue secretario, presidente y venerable primero, utilizando el nombre simbólico de Martí. En esta logia también coincidió y mantuvo amistad con el corcubionés.

Destituido de su empleo

Auxiliar administrativo de la Marina Civil en A Coruña, a petición propia en junio de 1936 fue trasladado a la Subdelegación Marítima de Noia, pero a mediados del mes siguiente, en julio, el mundo de Domingo se vino abajo. El alzamiento militar, en un desenlace un tanto repentino, le cogió en Noia y a mediados de agosto fue destituido de empleo y sueldo. Después, a últimos de septiembre, fue detenido en Lugo y encarcelado por los militares franquistas, acusándole de masón y de militar en el partido Unión Republicana. En ese momento, el miedo cobró presencia en su vida.

El 29 de septiembre pusieron en sus manos una orden para reintegrarse a sus funciones burocráticas, pero en una localidad distinta a Noia, en condición de desterrado y en prisión atenuada, sin otra libertad que la de trasladarse a su oficina o al templo católico.

Finalmente, fue depurado de su trabajo, detenido y encarcelado durante cerca de dos años en la prisión provincial, hasta poco antes de que el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo dictase sentencia el 21 de diciembre de 1941, condenándole a penas de inhabilitación. También fue encausado y condenado por el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas el 19 de enero de 1942.

Obligado a reinventarse

Después de pasar por la cárcel y sufrir depuración laboral, Domingo Quiroga logró sobrevivir especializándose en temas del mar y de la pesca, ofreciendo su pluma a varios medios de comunicación social e impartiendo conferencias y charlas, tanto de temática pesquera y marisqueo, como de aspectos históricos o medioambientales.

De 1948 a 1955 trabajó como secretario técnico de la Cooperativa del Mar de Buques de Pesca de A Coruña y también escribió y obtuvo en 1952 el premio Valle Inclán del Centro Gallego de Buenos Aires. Tres años después, la Real Academia Galega le nombró correspondiente.

En junio de 1956 fue destinado a la FAO, en Roma, como oficial de Pesquerías de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, y siguió publicando en las páginas de La Voz de Galicia, su periódico de toda la vida, con temas pesqueros y también sociales, históricos, patrimoniales o culturales. También escribía para revistas especializadas del mundo de la pesca.

En enero de 1959 regresó a A Coruña, pero en julio de 1961 volvió de nuevo a la FAO como técnico pesquero en Ecuador, año en el que publicó en Galaxia el libro La pesca de arrastre en Galicia y sus problemas.

En 1968 ya estaba de nuevo en A Coruña y siguió colaborando en los medios de comunicación y revistas especializadas, impartiendo numerosas charlas y conferencias y convirtiéndose en uno de los grandes expertos en materia pesquera, encargándole La Voz de Galicia la coordinación de sus páginas del Mar.

En julio de 1973 le fue concedido el XV premio Fernández Latorre por su trayectoria, y a los 74 años cofundó ADEGA, de la que fue su primer presidente, una asociación pionera en la defensa del medio ambiente en Galicia. En 1983 le otorgaron la medalla al mérito social marítimo del ISM.

El tiempo hizo mella en él

Creo haber sido el último que le hizo una entrevista cuando, viejo y enfermo, me contó sus experiencias y amarguras. Al visitarle en los primeros meses de 1991, los estragos del paso del tiempo y de la enfermedad habían hecho mella en su delgado cuerpo, menguando sus energías, también las intelectuales. Y después de recorrer un largo camino, Domingo Quiroga Ríos falleció el 4 de octubre de 1991 en A Coruña. Tenía 91 años y pereció precisamente un mes después de haber sido publicada la monografía sobre Pepe Miñones Un crimen en la leyenda.

Años más tarde, su hijo Héctor, directivo del Ateneo Republicano de Galicia, puso en mis manos un texto en el que Domingo contaba sus desventuras durante los años de represión y persecución. Y en esas memorias, inéditas aún, también hace referencia a la impresión que le causó cuando el día 3 de diciembre de 1936 leyó la noticia del fusilamiento del corcubionés.

«Era un hombre diligente y generoso»

«Y fue aquella mañana que entre tanto despreciable asesinato consumaron el de J. M. [José Miñones]. Porque al día siguiente, cuando tomé en mis manos el periódico de la capital de provincia, esta nota hallé en una de sus secciones: ‘En la mañana de ayer y en virtud de la sentencia dictada por el Consejo de Guerra de esta plaza, ha sido pasado por las armas el paisano J. M.'»

Continuaba Domingo: «Sí, el paisano, sin títulos, ni jerarquías, como un delincuente común, como un ser al que la sociedad dedique sus mejores desprecios. Dos mundos: el de los paisanos y el de los militares. Fuera del de estos nada es digno de consideración. Los privilegios, las exenciones, los títulos, las prebendas pertenecen única y exclusivamente a la ‘casta' que a todo tiene derecho, hasta a morir honoríficamente. Ella es la única que posee de la patria un concepto exacto, ella es su depositaria e intérprete; en su nombre interviene la vida de la nación y la de cada uno de los ciudadanos. ¿Para qué voy a insistir? Puesto en marcha el concepto de ‘casta' ya sabemos a que odiosas exclusiones conduce. El paisano. El paisano ¿El sargento bellaco que redactó esta nota para la prensa qué conocía de la calidad del hombre que acababa de sucumbir bajo los fusiles de los sublevados? ¿Qué le importaban al tal sargento las togas, los grados universitarios, los discursos, los libros, si todo ese era un mundo extraño, protervo y confuso del que procedía la reducción de los batallones, los estorbos para las sisas, la falta de consideraciones sociales muy marcadas para los galones y las angustiosas discusiones presupuestarias? Eliminarlo era lo más recto. El paisano. El paisano. Pero este paisano era mi amigo. Permítame su historia en breves palabras».

Tres o cuatro familias con poder

«Hombre diligente y generoso», escribía Domingo, «intentara liberar nuestra ciudad del feudalismo económico que por fuerza heredada sobre ella ejercían tres o cuatro familias en las que el retraso mental y los estigmas eran bien patentes, aunque no les trabasen tanto que no supiesen conservar el dominio de los consejos de administración en los bancos locales, en los de las empresas de servicios públicos y en todo negocio de pingüe rentabilidad. Con sus miembros menos capaces e influyentes ocupaban los cargos mejor retribuidos y más decisivos de la administración provincial. Para mantener su poderío se servían de una red de gerentes tan serviles como sagaces y sin escrúpulos, que organizaban magníficas estafas legales de las que eran víctimas el incauto accionista y un Estado no sé si cómplice o entontecido. Unidos los apellidos de estas tres o cuatro familias a los de la nobleza provinciana contaban también con uniformes suficientes para que compareciese ante ellas en Consejo de Guerra quien antes contra ellas se había atrevido. Grave era el cargo de que se acusaba a J.M. y que no se decía: haber pretendido romper el dominio de aquel alto y poderoso clan local, pero es posible que se hubiera salvado si sus ‘jueces' no hallasen un argumento definitivo a que asirse. El inculpado no consideró necesario negar que era masón. Y eso lo perdió definitivamente».

Ochenta y cinco años

En fin, que esta es la historia y las motivaciones del crimen cometido en la persona de José Miñones, según dejó plasmado por escrito su amigo y correligionario Domingo Quiroga Ríos, el periodista/colaborador de La Voz de Galicia especialista en temas pesqueros, marítimos y medioambientales. El 2 de diciembre de 2021 se cumplen 85 años de su asesinato, de la muerte por fusilamiento de Pepe Miñones. Que siga descansando en paz, pero recordémosle.