Ismael Aznar: «Los municipios tendrán flexibilidad al implantar las zonas de bajas emisiones»

Pablo Varela Varela
pablo varela CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

ANA GARCÍA

La Ley de Cambio Climático insta a ponerlas en marcha en el año 2023, explica el director general de Calidad y Evaluación Ambiental del Ministerio de Transición Ecológica

10 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En la ciudad del futuro, el coche de combustión dejará de ser el protagonista y habrá espacios de circulación restringida al tráfico o limitada, en gran medida, al paso de automóviles. Es la idea que se pretende ejecutar desde el Gobierno de España con la implantación de las Zonas de Bajas Emisiones. ¿El objetivo? Mejorar la calidad del aire y que el peatón recupere su espacio, público, al fin y al cabo. De todo ello se habló este viernes en el congreso Cidades que Camiñan, celebrado en Carballo, y al que acudió Ismael Aznar, director general de Calidad y Evaluación Ambiental del Ministerio de Transición Ecológica.

—¿Cuántas ciudades del país contarán, de inicio, con Zonas de Bajas Emisiones?

—Al menos, las que superen los 50.000 habitantes en todo el Estado. Podría darse el caso en municipios de tamaño medio, en áreas metropolitanas de las grandes ciudades, pero por ahora no hay núcleos de 20.000 a 50.000 donde se contemple.

—¿Hay plazos marcados para que ejecuten estas adaptaciones?

—Lo que dice la Ley de Cambio Climático y Transición Energética es que deben estar listas en el año 2023. Los municipios tendrán margen de flexibilidad para ir implantando las medidas de las ZBE, para determinar qué hacen y cómo lograrlo.

—Las organizaciones ecologistas demandan una mayor concreción sobre las directrices marcadas para estas ZBE.

—Es algo que hay que poner en relación con los objetivos marcados. La idea es que cada municipio mejore con respecto a su situación de partida. Habrá pautas comunes a muchas de esas Zonas de Bajas Emisiones, pero existirán municipios con áreas más amplias con restricción de vehículos, otras zonas más limitadas en este sentido... También poblaciones similares a Carballo, por ejemplo, donde se apueste por recuperar el espacio para el peatón y la bicicleta. Serán, en todo caso, medidas combinadas.

—¿Se estima fijar áreas especialmente sensibles en el interior de las ciudades?

—En las directrices para las Zonas de Bajas Emisiones hablamos de posibles modelos, como estructuras en anillo con distintas capas, como capas de cebolla. También de pequeñas zonas de bajas emisiones, en entornos de hospitales y colegios, o incluso zonas en entornos especiales, como puede ser un campus universitario. La realidad es que se pueden mezclar distintos tipos de figura.

—Si se apuesta por entender el coche como un invitado en la ciudad, ¿es preciso reconfigurar la apuesta por el transporte público?

—Es algo que va ligado a la futura pirámide de movilidad. El cambio implicará que la parte más ancha sea la del peatón, a continuación la de bicicleta y otros tipos de movilidad activa y, después, el transporte público. El vértice ya sería para el transporte privado, dándole prioridad antes a los automóviles orientados a determinados servicios.

—¿Dónde hay más margen de mejora para lograr el objetivo de eliminar un tercio de las emisiones de dióxido de carbono de cara al 2050?

—En todo lo que afecte a la calidad del aire y la contaminación. También a escala local, porque cada pequeño paso supondrá una mejora para los vecinos. Y en lo referente al cambio climático necesitabas una acción más global, porque lo que es relevante es la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. A todos los países se nos puede reprochar que podemos hacer más, fijando objetivos más ambiciosos e instando a que unos movamos a otros.

«Hay discursos que carecen de una base científica, pero hacen fortuna en las redes»

La llegada de Joe Biden a la presidencia de la Casa Blanca en noviembre del año pasado supuso, en cierta forma, un alivio para los países de Occidente que pretenden hacer frente común frente al cambio climático. Es, en todo caso, una lucha que en ocasiones se libra a contracorriente y sobre la que, según Aznar, «Europa está muy concienciada».

—Corrientes como el negacionismo del cambio climático no parecen ayudar en exceso.

—Siempre hay elementos que juegan en contra, y países que dan pasos hacia adelante y hacia atrás. Hablamos de decisiones políticas que adoptan los Estados soberanos y no es nada sencillo lograr un consenso en esta materia, pero en general se puede decir que vamos avanzando en una buena dirección. El cambio de presidencia en los Estados Unidos ayuda. Con China, a veces se cuestiona su papel, por su crecimiento y las emisiones, pero tampoco es que se desentendiese del tema y busca trabajar con energías renovables y la electrificación del transporte, con cifras significativas. ¿Que a lo mejor podría hacer más? Sin duda, pero tampoco creo que se haya desentendido.

—¿Se trabaja en el aspecto pedagógico para contrarrestar la posible influencia del negacionismo?

—Nunca hay que dejar de trabajarlo. Las redes sociales son difíciles de manejar. Lo vemos con el cambio climático, el covid-19 y múltiples discursos populistas de muchos tipos. Hay discursos que carecen de base científica, pero que hacen fortuna en este tipo de plataformas. Lo que yo puedo decir es que en los colegios veo preocupación por los temas ambientales, y es algo que no debe dejar de recordarse.