Las tormentas llevan a la Costa da Morte las esperas de los aviones a Alvedro o Lavacolla

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

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Es la primera vez en años que coinciden cuatro comerciales en apenas dos horas y a tan poca distancia

14 sep 2021 . Actualizado a las 17:51 h.

Ayer lunes por la tarde-noche, desde las 20.20 y hasta casi dos horas más tarde, en el cielo de la Costa da Morte coincidieron cuatro aviones comerciales en espera antes de aterrizar en Lavacolla o Alvedro. Vuelos bajos, a menos de dos kilómetros de altitud, y a velocidades bajas, de unos 400 kilómetros por hora, o menos, en grandes círculos. Una situación que en las proximidades de los aeropuertos grandes es relativamente habitual, cuando el mal tiempo, la niebla o el denso tráfico aéreo obliga a ralentizar los aterrizajes esperando condiciones idóneas, pero absolutamente inusual en la Costa da Morte.

Sí aparece algún avión de vez en cuando, pero hacía años que no cuatro a tan poca distancia, para sorpresa de quienes miraban al cielo y no estaban acostumbrado a ese tráfico. El motivo era evidente: las intensas tormentas. Analizando los mapas de las incidencias meteorológicas, tanto en el entorno de Culleredo como en el de Santiago, las malas condiciones coincidieron. Generalmente, los problemas se dan en uno, pero no en el otro, con los típicos desvíos. El lunes, en ambos, y la Costa da Morte, mientras, limpia, así que no había dudas de a dónde ir.

El primer vuelo en llegar, sobre las 20.21, fue un Boeing 737 de Ryanair que hacía la ruta de Lanzarote a Santiago. Tuvo que dar el primer giro a la altura de A Cheda, en Bértoa, y después llegaron varios más, con límites por A Silva o Rus. Siempre a unos 1.800 metros de alto y sin varias demasiado de los 400 por hora de velocidad. A las 20.36 aterrizaba.

El segundo fue un Airbus 320 entre Madrid y A Coruña. Sobre las 20.45 enfiló la zona habitual al norte de Caión y Malpica, que se usa desde hace casi dos años para enfilar por la otra cabecera de la pista de Alvedro cuando hay viento de cola y luz solar (no se usa ni antes de amanecer ni después del ocaso). Un área ya con cierta costumbre de ver aviones comerciales bajos (menos de dos kilómetros), pero el lunes el motivo era otro, la espera a que amainara la lluvia y el viento. Y fue muy prolongada, unos 40 minutos. Velocidad y altitud estuvieron en sintonía con el Ryanair.

Poco después de las 21.30, un Airbus 320 de Vueling que llegaba de Barcelona hacia Santiago tuvo que hacer de nuevo esperas entre Carballo y A Laracha, con giros en plena AC-552 por el norte, y por Tordoia, en el sur. Sobre las 21.55 lograba aterrizar en Lavacolla, y en este último caso el último giro lo había ido a buscar a Leira, en Carballo, muy cerca de Caión.

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Más o menos a esas horas daba vueltas un Ryanair que llegaba de Las Palmas de Gran Canaria con destino a Santiago. En este caso, los controladores lo situaron entre Vimianzo, Zas y Santa Comba (y otros puntos próximos). Este Boeing 737 voló a entre 1.600 y 2.000 metros por esta zona, a entre 400 y 500 kilómetros por hora. Si en las inmediaciones de Carballo ya es poco frecuente, en este otro punto de Soneira, mucho menos, y tanto las luces como el ruido llamaron la atención de algunos vecinos, como hicieron constar en sus redes sociales. Algo que también ocurría en las primeras jornadas en las que los aviones de Vueling o los de Iberia tomaban su curva frente a Baldaio para enfilar de manera definitiva hacia Alvedro. Cada vez ocurre menos, pero la proximidad de los aviones impresiona. Ya menos con los de AFN, usados casi a diario sobre la comarca para el entrenamiento de los futuros pilotos. Y muchos de ellos, de la Costa da Morte.