Las traineras vuelven a Corcubión, como en los años de esplendor

LUIS LAMELA

CARBALLO

Trainera Rafael Juan
Trainera Rafael Juan

GALIICIA OSCURA, FINISTERRE VIVO | Gentes llegadas de toda la comarca seguían las regatas los días de fiesta

04 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Mañana domingo, 5, se celebrará en la bahía de Corcubión la 31.ª edición, en la categoría masculina, y la 2.ª en la femenina, de la tradicional Bandeira de Traíñas, en un recorrido de tres millas. Bienvenidas sean estas regatas al Corcubión de hoy, pero pondré de menos que no compitan tripulaciones de localidades de nuestra ría: de Fisterra, de O Pindo, de Corcubión, de Sardiñeiro, de Cee... Lo cierto es que, después de una cierta tradición de toros en las fiestas de las Mercedes de Corcubión, llegaron hace muchos años las traineras, los remos de entrenamiento y de regatas, los toletes y estrobos, las balizas... La villa de San Marcos dedicó durante años especial atención al deporte del remo, a las populares regatas de traineras, que eran las más populares, las que despertaban más interés y emoción de todas las actividades festivas o lúdicas, no solo entre los aficionados a los temas marítimos, sino también entre la gente del interior que acudía en masa a la villa de San Marcos. Fue, pues, el principal reclamo de los festejos creando enorme expectación, y uno de los protagonistas del inicio de estas regatas en la ría de Corcubión fue un joven llamado Ramón Pais, aún lejos de ser nombrado alcalde del municipio. Pero, esa es otra historia.

El 1949 fue el año que comenzó a construirse una historia distinta en Corcubión: la de sus regatas de traineras, y precisamente en esa competición triunfó la tripulación de la cofradía de Fisterra, la del cabo del Fin del Mundo. Al año siguiente, en septiembre de 1950 contaba yo con 4 años y por eso no puedo recordar la regata que se celebró en la bahía la tarde del 24 de ese mismo mes y año, y en cambio sí recuerdo otras que se celebraron en años posteriores, y que reunían en la villa de San Marcos a miles de visitantes y romeros, con el objetivo de presenciar aquellos eventos únicos en la ría y en la contorna, además de disfrutar de las verbenas de la festividad de la Virgen de las Mercedes.

Aquella competición marítima tenía su ambiente y una enorme expectación, y tiene también su historia: en las regatas de 1950 participaron tres traineras de trece remos: la de la cofradía local, que representaba a Corcubión; la de Fisterra, que había triunfado el año anterior, y la del pósito de O Pindo, e municipio de Carnota. Y estaba prevista también la participación de la de Muros, pero no compareció. Y las tres embarcaciones que iban a competir tenían líneas airosas y modernas, finísimas en su corte, ligeras... Me viene la visión de esas hermosas traineras con la quilla al aire, estirando y frotando los remeros una especie de sebo por toda su obra viva, para después ser botadas al mar en la rampa del muelle de Corcubión, con mil cuidados, mimos y atenciones... Y los remeros, en su mayoría gentes de mar, pescadores de la ría, que no deportistas, con largos brazos y desarrollados músculos formados después de luchar con mil temporales tripulando frágiles embarcaciones en su actividad pesquera cotidiana, existiendo entre cada tripulación unión, colectividad…, y siempre bajo la hegemonía del patrón, sin lugar a personalismos.

Revancha

Sobre las plácidas y tranquilas aguas de la bahía, la regata de 1950, que se vendió como una revancha de la del año anterior, se hizo sobre un recorrido de tres millas (5.556 metros), con una sola virada, en una «regata de verdad» que decían en aquel entonces, después de sortearse las balizas antes de iniciarse la competición y colocadas en el mar con tiempo suficiente. Las tres traineras, pues, fueron desplazadas hasta sus respectivas boyas embanderadas de gala y emoción y después de darse la salida, en la primera virada, a la que llegaron casi en línea las tres embarcaciones competidoras, entraron muy ceñidas a las balizas y salieron muy abiertas las traineras de Fisterra y O Pindo, en tanto la tripulación de la villa de San Marcos, ceñidos bien a las bancadas los remeros y luchando a fondo, apreció su ventaja sacada en el primer largo de la regata, viendo próximo su anhelo de triunfar.

Con bogas largas, fuertes y descansadas, recreándose en el remo, estirándose y pareciendo detenerse por momentos, como si se tratara de tomar impulso para el galope siguiente, fue cobrando notable ventaja sobre las otras dos en liza, aumentándola hasta el final en un esfuerzo que llegó hasta el agotamiento de los remeros. Y entre las dos restantes, las de las cofradías de Fisterra y O Pindo, lucharon con gran entusiasmo para decidir el segundo puesto.

Espectadores en el muelle
Espectadores en el muelle

Después de romperse el pecho todos los remeros con más de treinta paladas por minuto, la trainera de Corcubión entró en la baliza final con los remeros triunfantes, sudorosos y jadeantes, con los remos arbolados apuntando al cielo en señal de victoria, bajo los aplausos de todos los numerosos espectadores que cubrían la franja litoral de la localidad de las Mercedes. La clasificación final quedó establecida de la siguiente manera: primero, Corcubión, en 22’ 58’’. Consiguió la copa Rafael Juan y 1.500 pesetas. La segundo fue la tripulación de Finisterre, en 23’ 10’’, y obtuvo la copa del delegado provincial de Sindicatos y 500 pesetas. Y, el tercero, en último término, fue O Pindo, con 23’ 19’’, que consiguió la copa Teijeira y 250 pesetas.

El espectáculo de aquellas regatas de traineras fue soberbio y la organización impecable, y finalizada la prueba, que fue presenciada desde los muelles y del largo malecón que hace el frente marítimo de Corcubión, así como embarcados en numerosas embarcaciones que salpicaban la ría, por gran cantidad de público. El importante hombre de negocios corcubionés-madrileño, Rafael de Juan Martínez, que tiempo antes había efectuado una importante donación para la compra de las traineras, una de las cuales llevó su nombre, obsequió a las tripulaciones en el famoso Bar Café Basilio, y en años posteriores el crio que yo era me colé en aquel café bar cuando mi padre tripulaba una de aquellas traineras, la de Corcubión, que competía todos esos años.

Después, siguieron celebrándose las regatas en años sucesivos, al tiempo que se prolongaba mi niñez y llegaba mi adolescencia. Por ejemplo, triunfando la tripulación de Muros en 1951. O, en 1952, organizando el cuarto trofeo Rafael Juan, al que acudieron las tripulaciones de Muros, Corcubión, Fisterra y Noia. También en otra regata participó la tripulación de Sardiñero… En fin, victorias y derrotas, pero siempre un ambiente festivo y competitivo. En 1958, asentado ya en mi adolescencia y juventud, bajó el nivel de las competiciones de remo, como si Corcubión perdiese la división de honor y se iniciaron las regatas de bateles entre atardeceres rojos y mar a veces picado: en 1959, 1960, 1961, 1962, 1963..., regatas en las que cada tripulación tenía sus complicidades y afanes comunes.

Olvido

Cada vez que rememoramos algo, lo reconstruimos. Y a veces echamos la vista atrás con nostalgia, y recobramos la patria de nuestra infancia y adolescencia, que es un tiempo irrepetible. El pasado no es sino como uno lo recuerda, y así lo recuerdo yo. Y este es el tesoro de la memoria de muchos de nosotros, oriundos de Corcubión, porque así fueron las cosas y así las vimos y las vivimos. Y ese fue el Corcubión que fuimos, con sus regatas de traineras y, después, de bateles, competiciones marítimas que dieron tardes de verdadero esplendor en deportividad y en afluencia festiva de gentes. Por eso recuerdo a mi predecesor, a mi padre, al que hoy no puedo recurrir para conocer su experiencia. En fin, una extraña tarea de retratar el olvido, que ahora, al cabo de tantos años, lo demás es crónica de una decadencia...