Cuando llegó a Galicia, a finales de junio, se encontró con una situación completamente distinta. «Nadie llevaba mascarilla y yo me la ponía y a la gente le chocaba bastante, pero yo tenía miedo», explica. También temía que la gente se asustara de ella por haber venido de Madrid, explica, pero fue justo al contrario. Reconoce que nunca se ha sentido tan bien recibida. Cree que el hecho de que los gallegos hayan sido, y aún sean, básicamente emigrantes ha hecho que la comprendan. Además señala que la han acogido muy bien precisamente por eso.
«Siempre te encuentras a alguien que ha estado allí. Muchos me decían que habían vivido en Venezuela o trabajado en Canarias y eso te acerca mucho más a la gente. Te sientes como en casa. Ese es el motivo por el que se quedará, pero también por amor.