Las cuidadoras no profesionales reclaman que se acelere su turno de vacunación:  «Se nós enfermamos, quen vai coidar aos nosos fillos?»

Caterina Devesa CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

ANA GARCIA

Claudia Bajo, de Laxe, y Lola Rial, de Coristanco, atienden a sus hijos dependientes con el temor a contagiarse de covid y pasarles la infección

16 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ser padre no es fácil, y mucho menos de un hijo con necesidades especiales. Si a las dificultades propias de la situación le añadimos una pandemia, la angustia de los progenitores se dispara. «Pedimos que por lo menos se nos empiece a llamar para vacunar y poder estar más tranquilos», pide Claudia Bajo, una reclamación que se extiende entre los cuidadores no profesionales que lamentan que en otras comunidades sí se haya dado prioridad a su colectivo. «Si otras lo hacen no entendemos por qué aquí no, aunque el comité interterritorial de Sanidad no nos haya incluido en las primeras fases de vacunación». Así, diversas asociaciones ya han solicitado que se dé prioridad a este grupo de personas.

De momento, si no hay cambios, Claudia tendrá que esperar a que la citen por edad. «Tengo 51 años, pero todavía acaban de empezar con los de 60 hacia abajo». Para ella, el covid supuso un cambio de vida muy brusco. «Mi hija, Tere, tiene once años. Con seis le diagnosticaron encefalopatía epiléptica y aunque toma medicación, no hemos conseguido controlar las convulsiones. Con la pandemia me he aislado totalmente para evitar contagiarme yo, y también ella. Salgo a la compra y a poco más. Antes aún tomaba un café con alguien o bajaba con ella al parque, pero ahora nada de nada», explica.

Paciente de riesgo

Así, su día a día se basa en el cuidado a su hija: «Cuido a mi hija 24 horas. La llevo al cole, la recojo y la llevo a las terapias en Aloumiños por las tardes, y ella solo va de casa al cole y a las sesiones. ¿Si me pasa algo a mi quién la va a cuidar?». Con ese temor convive día a día la laxense, que no tiene familia cerca para ayudarla en caso de que ella se contagie. «Estoy separada y la familia paterna está en Carballo, pero también me preocupa contagiarme yo, que se lo pase a la niña, que obviamente es paciente de riesgo por su enfermedad, y ella al irse con los de su padre se lo pase también a ellos». Y es que su casa ya saben lo que es sufrir el covid. «Mi hijo de 19 años, que ahora ya no vive en casa, se contagió en febrero y aunque estuvo aislado en su habitación tuve mucho miedo. Solo tenemos un baño y en cuanto él salía, iba yo detrás para desinfectar todo. No le deseo a nadie pasar por eso».

Por supuesto, la pandemia también supuso un gran cambio para Tere. «Estudia en el Cabo de Area educación combinada, y al principio, en infantil, fue duro porque los niños nunca habían estado con una niña con necesidades especiales, pero gracias a la profe la integraron genial. La han acogido como a una más y todos la ayudan y están pendientes de ella. De hecho, la acompañaban a las aulas cuando tenía que salir a sus clases, y ahora, con esto, no pueden tener casi contacto. Este curso es más complicado». En el caso de Tere, por su enfermedad está exenta de la mascarilla: «Menos mal, porque le agobiaba mucho».

Lola Rial: «Se eu collo o covid meu fillo Sergio terá que contaxiarse comigo»

 En la misma situación está Lola Rial, de Coristanco, que tiene tres hijos. «Ao primeiro, Sergio, aos dez meses detectáronlle parálise. Foi moi duro. No embarazo fixeramos a proba, pero saíra todo ben, e dixéronnos que non era hereditario». Ahora, Sergio tiene 26 años. «Por sorte, as súas irmáns, de 16 e 18, sempre o levan a todas partes. Teño moita sorte, son moi unidos». A pesar de que tanto su marido como sus hijas están pendientes de Sergio, el peso de su cuidado recae sobre Lola, que teme coger el covid y no poder estar con él: «E que se enfermo, que fago? Téñoo abandonado? Tería que contaxiarse el comigo».

Por edad, a sus 48 años, Lola teme que todavía tarde en llegarle su turno para inmunizarse. «Teño medo por Sergio. El, xa no confinamento, pasouno moi mal, de feito logo tivo que ir ao psicólogo. Estaba acostumado a súa rutina e foi moi duro», indica la mujer, que argumenta: «O meu marido ten que saír traballar e tampouco está aínda vacinado, e as nenas estudan. Eu son a que fai a compra e todo na casa». A pesar del miedo al contagio, Lola trata de mantener una vida normal. «Sergio vai a Íntegro todos os días. Marcha sobre ás nove e dez da mañá e volve ás cinco da tarde. Duchámolo pola noite, porque pola mañá estou eu soa e non son capaz. Agora estamos reformando o baño para que sexa adaptado á cadeira de rodas», explica la mujer.