El covid se ha llevado por delante en la Costa da Morte a más familias que la crisis económica del 2008

Antonio Longueira Vidal
Toni Longueira CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Comedor social interparroquial de Cee, al que acuden diariamente unas 18 personas
Comedor social interparroquial de Cee, al que acuden diariamente unas 18 personas Ana García

En algunos colectivos de Cáritas hablan ya de las temidas colas del hambre. Así se expresan desde varias entidades

23 mar 2021 . Actualizado a las 11:17 h.

«O que está a pasar coa pandemia non o vira antes na miña vida como sacerdote», apuntó el párroco de Carballo, José García Gondar. Y no es para menos. Las cifras de familias que recurren a Cáritas Parroquial de Bergantiños son como para echarse a temblar. En los peores escenarios de la crisis económica, que arrancó a comienzos del 2008, la educadora social, Maite Prieto Martín, y su equipo llegaron a atender en el 2010 y 2011 a unas 400 personas al mes. En la actualidad, y un año después del estallido de la pandemia, son unas 500 repartidas en 210 familias, residentes en Carballo, Coristanco y en las parroquias larachesas de Soutullo, Montemaior y Golmar. «Cada mes repartimos unos 6.000 kilos de alimentos y el 2020 lo cerramos con la entrega de 45.000, repartidos a lo largo de todo el año», explicó Maite Prieto.

La educadora social carballesa explicó que, por suerte, a Cáritas Bergantiños no llegaron todavía las denominadas colas del hambre, aquellas a las que se ven obligadas las familias afectadas directamente por las secuelas de la pandemia. Aunque teme que, de persistir en el tiempo esta incertidumbre económica, sí se puedan producir. «No se dan estas colas del hambre porque a diferencia de lo que sucede en las grandes ciudades, en el rural muchas personas en dificultades pueden recurrir a familiares, sobre todo, padres y jubilados que perciben una pensión, o cuentan con recursos porque plantan patatas o tienen animales», dijo Maite Prieto. También existe esa especie de estigma social de sentirse señalado por tener que recurrir a Cáritas «y algunos, por vergüenza, no acuden a la recogida de alimentos».

Banco de alimentos de Cáritas, en Carballo, José García Gondar y Maite Prieto
Banco de alimentos de Cáritas, en Carballo, José García Gondar y Maite Prieto Ana Garcia

Donde sí perciben las colas del hambre es en Cáritas de Cabana, que engloba las parroquias de Cesullas, Canduas y Borneiro. Su responsable, Jesús Castro Fondo, explicó que entre los que acuden al ropero y a la recogida de alimentos -se reparten 400-500 kilos cada quince días- hay familias que perdieron sus trabajos durante la pandemia: «Falamos de autónomos que traballan nas feiras e tamén persoas que o fixeron na hostalería agora teñen que pedir axuda», explicó Jesús Castro.

En Cee también existe una problemática similar, tal y como relató Lourdes Pardo Fernández, de la unidad pastoral, que incluye A Ameixenda, Brens, Cee, Buxantes, Corcubión, A Redonda y Toba: «Cuando llegamos a la directiva, en pasado septiembre, atendíamos a 38 familias; en estos momentos son 64, o lo que es lo mismo, unas 170 personas», dijo. El comedor social, que trabajada de lunes a viernes, lo utilizan diariamente 18 familias.

Lo que no ha cambiado es la solidaridad de las empresas y particulares de la Costa da Morte con Cáritas. Incluso en plena pandemia. En algunos colectivos, como Cáritas Bergantiños, entre el 25 y el 50 % de lo que entra cada año en la entidad procede de las aportaciones de particulares: «Hai moita solidariedade cos máis necesitados», incidió el párroco de Carballo, José García.

«Las crisis tardan más en llegar al rural, pero también tardan más en superarse»

Déborah Morate es directora de Cáritas de Camariñas y consejera diocesana en la Costa da Morte. Con once años de experiencia a la espalda, relató que en la actualidad son 18 familias camariñanas las que solicitan ayudas a Cáritas. Según ella, «la evolución e incidencia de las crisis no es la misma en el rural que en una gran ciudad». Y esgrimió: «Por la experiencia que tenemos, las crisis tardan más en llegar al rural, sobre todo el vinculado al mar, pero también tardan más en superarse, entre dos y tres años, según nuestros cálculos». El motivo, «el mar, de alguna u otra forma, representa una fuente de recursos importante, y al principio mitiga el golpe que provoca la crisis, pero si esta se prolonga en el tiempo, al final acaba causando estragos y lo que es peor, perdura más en el tiempo y se tarda mucho más en salir de ella».