Basilio Fraga: «Se non fose pola escolta de Fraga eu non tería chegado vivo ao hospital»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana Garcia

Personas con historia | El exconcejal fue paracaidista y uno de los fundadores de los bomberos voluntarios

11 feb 2021 . Actualizado a las 16:23 h.

Entonces era coordinador comarcal del PP, pero las tardes de los viernes eran las de más trabajo de la semana en el reparto del café. Aparcó frente al mercado y llevó los paquetes al Eclipse. No había terminado aún cuando le fueron a avisar de que el camión del matadero estaba esperando a que retirara la furgoneta. Cruzó casi sin mirar. Todo el mundo en la plaza escuchó el golpe. También Manuel Fraga Iribarne.

Basilio Fraga Suárez (A Coruña, 1942) solo recuerda esta parte de ese incidente que casi le cuesta la vida. El resto, hasta que despertó en el hospital, se lo han contado. También, que si no llega a ser el presidente de la Xunta habría muerto. «Se non fose pola escolta de Fraga non tería chegado vivo ao hospital». Allí se pasó más de 20 días y recibió toda clase de visitas, incluida la del titular del Gobierno gallego.

Ocurrió el 4 de junio de 1993. Manuel Fraga se había desplazado a Carballo para asistir a un acto electoral. Le acompañaba José Manuel Romay Beccaría y Hernández Cochón, que era conselleiro de Sanidade. Basilio Fraga, al que el presidente de la Xunta empezó a llamar tocayo por la coincidencia de apellidos, era ya concejal de Seguridad Ciudadana, Tráfico y Playas. Estaba a su trabajo cuando sobrevino el accidente. Inmediatamente, Fraga Iribarne tomó el mando y pidió un helicóptero, pero ya había llegado allí una ambulancia, por lo que envió a su escolta con ella, que llegó al hospital en una exhalación. En el entonces Juan Canalejo ya lo estaban esperando. La premura le salvó la vida y lo dejó casi sin secuelas. El principal golpe fue en el cráneo, detrás de una oreja. Quedó sordo de ese oído, pero poco más.

No fue su primer golpe, aunque sí el más publicitado, porque la noticia, con foto incluida, apareció en La Voz de Galicia. Todavía guarda el recorte. No había tanta atención en Alcantarilla, en Murcia, cuando el joven Basilio Fraga saltó por primera vez desde un avión. Necesitaba hacerlo seis veces en una semana para terminar el curso que le permitiera entrar en la Patrulla Acrobática Paracaidista, donde un puñado de valientes se tiraban con paracaídas de la segunda Guerra Mundial, fabricados al menos 20 años antes.

Ese primer brinco no salió como esperaba. Fue a caer encima de un seto con tan mala suerte que uno de los troncos se le clavó en un brazo. «Enchéronme o burato con gasas e estiven días sen movelo, pero tiña que cumprir para sacar o curso», recuerda. Cuatro días después de ese accidentado bautizo aéreo logró obtener su diploma. «Saltei cinco veces ese día. Tirábame, viñanme buscar nun Jeep, subía ao avión e volvía a saltar...».

Ese esfuerzo lo llevó a Alcalá de Henares, a la sede de la patrulla, que llegó a ser tercera en el ránking europeo en un concurso celebrado en Budapest. Las cosas ya no eran tan fáciles como al principio, como cuando se elevaban hasta los 500 metros y el paracaídas se abría automáticamente. En la patrulla, la caída libre era de 4.500 metros. Había que esperar a estar a medio kilómetro del suelo para iniciar la frenada. Había firmado por cuatro años y casi llegó a ellos. Le faltaban dos meses para cumplir con el contrato cuando supo que no podía seguir. «Iamos saltar a Cataluña e aínda estabamos despegando cando se rompeu unha hélice e partiu unha ala. Os que viaxabamos no avión acabamos máis ou menos magoados, pero eu ese día souben que non continuaría. Collín medo», reconoce.

Más tarde se habría se exponer a otros muchos peligros. Fue de los fundadores de los bomberos voluntarios y también de Protección Civil de Carballo.

«Déixao pasar que vive en Carballo, foi noso xefe 12 anos»

El covid lo mantiene en Razo, donde se repuso también del atropello de 1993, pero acude a Carballo para hacer recados. Ayer mismo estaba en el supermercado Lidl y lo pararon en uno de los controles que ha establecido la Policía Local para evitar que la gente se salte los cierres perimetrales. «Déixao pasar que vive en Carballo, foi noso xefe 12 anos». No tuvo ni que enseñar su carné de identidad porque una de las agentes lo reconoció. Presume de no haber tenido ningún problema con un cuerpo que anda algo convulso a nivel interno. «Non había unha queixa», dice. Tampoco con los bomberos o con Protección Civil, dos cuerpos que iniciaron su andadura bajo su amparo. Otra cosa fue la política, que terminó abandonando cansado de tener que batallar incluso con compañeros.

Basilio Fraga no nació en Carballo. Fue hijo de soltera, una mujer que se ganaba la vida vendiendo retales. Su padre era trabajador de la fábrica de armas del que poco o nada supo. A los tres años lo llevaron a Berdillo, donde se crio con sus tíos. Poca relación tuvo con su madre, que volvió a casarse, con un militar del Ejercito del Aire, lo que explica que acabara en la Academia Militar de León, de dónde se marchó, «porque era moito traballo», para ser paracaidista.

Vivió durante unos años en A Coruña, donde obtuvo buena parte de su formación académica, pero acabó casándose con una carballesa, de la panadería Sabino de la rúa do Sol, que acabaría siendo también su calle.

Fue soldador en una fábrica de aluminios en A Coruña y emigró a Suiza y terminó trabajando para cafés Facal, pero su verdadero vocación fue siempre el servicio público, sin interés. «A xente esquecía que os bombeiros non cobrabamos nada e ás veces nin nos daban algo de xabón para lavarmos», recuerda. Eso sí, cuando sonaba la alarma en la torre del reloj del Concello, todos saltaban de la cama.