Manuel Caamaño Gándara, un infante de la comarca emigrado a tierras lejanas

Luis Lamela

CARBALLO

Fotografía del pequeño vimiancés Manuel Caamaño Gándara publicada en la revista «Alborada», acompañada de algunos datos biográficos.
Fotografía del pequeño vimiancés Manuel Caamaño Gándara publicada en la revista «Alborada», acompañada de algunos datos biográficos.

GALERÍA DE EMIGRANTES | Embarcó en A Coruña en el vapor Asturias y arribó a Buenos Aires el 10 de diciembre de 1930

04 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La emigración es una sumatoria de pérdidas. Al emigrar se pierden referentes culturales y afectivos, también el paisaje y parte de los más íntimos afectos. La diáspora es una máquina de historias de oriundos de la Costa da Morte que con el tiempo desaparecieron y entraron de lleno en el enorme saco sin fondo del olvido. De individuos que marcharon y nunca regresaron, y que poseen una doble historia. O sea, dos biografías: la de su aventura en la emigración y las cicatrices del dolor que les dejó la nostalgia y la melancolía, la morriña, por sufrir destierro. Pero también existieron individuos que siendo de aquí, de este fisterra galaico, no lo sintieron así, y por tanto, no sufrieron nostalgia ni desgarro.

A la Argentina

Manuel Caamaño Gándara (en la imagen, publicada en la revista Alborada) fue un emigrante temprano. Nació en el municipio de Vimianzo y junto con sus padres José Caamaño y Purificación Gándara, emigró a muy tierna edad para la Argentina. Embarcó en A Coruña en el vapor Asturias y arribó a Buenos Aires el 10 de diciembre de 1930. Por su edad, la integración plena en las tierras de destino no pudo ser traumática, ni creo que sintiese el desarraigo ni la saudade de los que marcharon conociendo el paisaje y las gentes que dejaron atrás, en su caso, en las tierras de Vimianzo.

Y es que Manuel seguramente en Argentina no fue consciente de ser un inmigrante. De todo esto, de lo que pudo sentir o no sentir un infante de la Costa da Morte al trasladarle a otra tierra tan lejana, en la que se asentó e integró, y en la que seguramente tuvo oportunidad de mejorar su nivel vida, se conforma precisamente la memoria de nuestra emigración.