Aurelio Centeno, una vida truncada por la guerra y exilio

luis lamela

CARBALLO

ARCHIVO LUIS LAMELA

Emigró al País Vasco, quedó ciego y tuvo que huir a Francia, donde desapareció

12 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Una de las principales cosas del franquismo fue borrar la memoria de sus víctimas, un proceder que formó parte del terror diseñado para eliminar a los que pensaban distinto. Por eso existe infinidad de individuos que se inmolaron en defensa de la democracia que hoy ni tienen nombre ni son recordados por quienes disfrutamos de lo que ellos fueron privados de forma violenta: de la libertad. Otros, de la propia vida.

Un caso, Corme, que fue un pueblo del que muchos de sus hijos que emigraron a Euskadi se unieron a los vascos para defender la Segunda República cuando fue agredida por los militares sublevados. Fueron algunas decenas, sin duda. Unos murieron y otros sobrevivieron, pero a todos se los confinó en la nada, en el olvido: Francisco Bello Mosquera, Aurelio Centeno Chans (dos individuos con el mismo nombre y apellidos, uno nacido en 1904 y el otro en 1913), José Chans Lamas, Luis Figueroa Bernárdez, Fernando García Neira, Ramón González Rodríguez, José Pombo Mosqueira, Fernando Santos Costa, Baltasar Soto García, Jesús Suárez Varela, Ramón Varela Collazo, Jesús Vidal Saleta... Todos ellos exiliados en Francia al final de la guerra civil.

Un nombre, una historia aparentemente menor con imágenes y palabras que relatan los días vividos por Aurelio Centeno Chans -el joven-, uno de esos numerosos individuos oriundos de Corme que surgieron reclamando atención en los documentos encontrados durante el recorrido investigador, y que quiere sobrevivir al olvido.

Aurelio Centeno Chans nació en Corme el 17 de febrero de 1913, hijo de Gabriel y Aurelia, marinero y soltero en julio de 1936. Muy joven, y tiempo antes de iniciarse en España el golpe de Estado militar, por las circunstancias sociales y económicas que llevaron a tantos individuos a buscar un nuevo futuro lejos de su tierra, se trasladó a trabajar a Pasaia (Guipúzcua), la localidad en la que para laborar se afilió al sindicato El Avance Marino, de la CNT.

No obstante, con el inicio de la guerra civil todo se trastocó y los viejos buenos tiempos quedaron atrás rápidamente. Y, desde entonces, todo lo que podía salir mal le salió mal, sintiéndose con la obligación de rebelarse contra los militares sublevados, alistándose el día 21 de agosto de 1936 como gudari del Batallón nº 51 CNT nº 5 Durruti, de Euskadi, con el fin de luchar codo con codo con los vascos y defender al gobierno legítimo de la Segunda República. En la situación en la que se encontró, tampoco podía hacer otra cosa, no existía elección.

Unos pocos días después, el 30, resultó herido en combate en Rentería (Guipúzcua), a causa de la explosión de una bomba de mano, quedando ciego, en un quiebro inesperado de su vida que le cambió radicalmente todos sus anhelos y preocupaciones. Y, después de caer en manos de los rebeldes franquistas el país Vasco y Santander, Aurelio, indefenso, rotos muchos de sus sueños y ambiciones inició una aventura hacia la libertad, apareciendo en julio de 1938, según la documentación que hemos manejado de la Pagaduría secundaria del Ejército de Tierra republicano, Subpagaduría de Barcelona, en Cataluña, clasificado como soldado «inútil total», al haber perdido completamente la visión en ambos ojos, y cobrando una pensión de 10 pesetas diarias, el mismo salario que percibía cuando trabajaba pescando en el mar Cantábrico. En fin, unas circunstancias que derrumbaron de golpe su vida, y lo condenaron a no tener espejos en los que mirarse, gastando su proyecto de vida al completo a lo largo de los tres años que duró la guerra civil española.

Huelga decir que Aurelio perdió la pensión desde el mismo momento en el que la Segunda República salió derrotada de la guerra civil provocada por los militares sublevados. Se intuye que Aurelio Centeno se supo perdido en un mundo que para él ya estaba hecho añicos. Con la derrota republicana logró exiliarse en Francia a pesar de su imposibilidad física, y fue acogido en el campo de concentración de Judes-Septfonds el 1 de abril de 1939, aunque días más tarde, el 26 de abril fue ingresado en el hospital de La Roseraie «por hallarse ciego». Más tarde, el 26 de agosto de 1939 ingresó en la Residencia de Mutilados de Guerra de Ilbarritz, de la que salió para regresar al mismo hospital de La Roseraie el 23 de septiembre, no se sabe si por el problema de la ceguera o por distinta dolencia. Y con todas, o casi todas las cartas en contra, el futuro que podía esperarle se intuía oscuro. Como su ceguera.

Fácil pensar que es uno más del reguero de vidas destrozadas que dejó el golpe  

Hasta aquí a modo de registro notarial todo lo sucedido, pero de su rastro no se han encontrado más vestigios, y nada más se conoce, ni si pudo salir adelante en aquella difícil coyuntura; ni sí pudo sobrevivir a la precariedad, a la pobreza y a los avatares de la Segunda Guerra Mundial que se inició en los primeros días de septiembre de 1939, convirtiendo todo el territorio europeo en un paisaje hostil y en un infierno que le rondó cerca, y también en su marco vital.

En fin, que así fueron las cosas, y así las vivió el cormelán Aurelio Centeno, convertido en un nuevo Isaac, de la Biblia, y también otros muchos de sus vecinos con él emigrados, y después exiliados, que les esperaba un difícil futuro. Y ese fue también el país que fuimos, un gran desierto sin esperanza para media España, en una historia que no se ha podido recorrer en todo su arco completo, porque en esto de investigar la vida de otros, y de reconstruir tragedias ajenas, siempre hay más dudas que certezas. Y esta es toda la información sobre la historia de Aurelio Centeno Chans, el nacido en 1913 en Corme, con su drama personal y una vida con una sucesión de derrotas que se perdieron en el mar del tiempo.

No está de más recordar a este joven personaje que dejó muchas incógnitas y rememorar la cantidad de su vida vivida, llena de calamidades y penurias. Y en lugar de tapar sus lagunas con algo de ficción, suposiciones y conjeturas, o alterar o tergiversar su pasado, apartándose quizás de la verdad, surgen algunas preguntas.

¿Como se enfrentó Aurelio a aquel negativo acontecimiento de la guerra y la ceguera? ¿Cómo a su nueva vida? ¿Cómo se amortizó su enorme sacrificio personal?

Son interrogantes retóricos quizás, que no se pueden contestar por temor a la certeza. Es fácil sospechar que se vio imposibilitado de elegir nuevos rumbos y es uno más del reguero de vidas destrozadas que dejó el fracasado golpe de Estado franquista, devenido en guerra civil; aunque se intuye que no llegó a viejo. Quizás, solo quizás, en Corme pueda existir alguna memoria para reconstruir este pasado y atar todos los hilos de un final desconocido.