A viva voz | «Cuando salgo a correr quito un saco entero de plásticos de las playas»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

MARCOS MÍGUEZ

José María Paz Gago acaba de ser premiado por su poemario sobre catástrofes ambientales en el mar

04 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Escritor, gestor cultural y catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la UDC, José María Paz Gago acaba de hacerse con el XIII Premio e Poesía Claudio Rodríguez, convocado por la Diputación de Zamora, con Un mar de nombre impronunciable, en el que evoca diferentes desastres marítimos, como el del Prestige. Muy movido por las acciones solidarias, destinará la dotación económica a ayudar a pequeñas empresas y a fomentar el empleo. Pasó seis años ayudando a entidades sin ánimo de lucro en Costa de Marfil.

-¿Como recibió la noticia?

-Lo cierto es que ya me había presentado hace quince años y no me lo habían dado [ríe], con lo cual era una deuda pendiente. Es un premio importante no solo por la dotación económica, que es muy buena, sino también por la editorial que está detrás, Hiperión, que es una de las grandes editoras de poesía. El jurado era también muy prestigioso. El premio tenía todos los ingredientes.

-Últimamente está explorando temáticas de tipo ambiental.

-Si, este libro pertenece a una corriente en la que me inscribo desde hace unos años que se llama ecopoesía.

-¿Podría elaborar el concepto?

-Es una corriente de poesía con contenido ambiental que está bastante en boga, ya que es una poderosa arma para luchar por esta causa. Hace un par de años ya obtuve el Premio Gustavo Adolfo Bécquer con mi poemario Expulsión del paraíso, que en este caso se refería al Caribe, una zona muy maltratada hoy en día por el turismo masivo. En esta ocasión, mi enfoque para defender el medio marino ha ido para la Costa da Morte, que es una zona muy querida para mí y que ha sufrido muchas catástrofes.

-El fallo del premio se conoció poco después del 18º. aniversario del Prestige. ¿Casualidad?

-El libro, en realidad, ya llevaba tomando forma varios años. Pero este verano, cuando llegué al Mar Negro, se produjo la catarsis. Me informé y allí naufragaron cinco quimiqueros en una gran tormenta no hace muchos años. De ahí viene un poco el título del nuevo poemario, Un mar de nombre impronunciable: lo que no queremos es que todos los mares sean negros.

-¿Pudo ver usted mismo los efectos de la marea negra?

-Por supuesto, siempre he viajado mucho por la Costa da Morte, desde que en el año 1999 promoví el Congreso del Fin del Milenio en Fisterra, a donde me llevé a Umberto Eco. En el libro dedico un largo poema al Casón que lleva por título Apocalipsis en el fin de la tierra. Aunque yo entonces era bastante joven, me acuerdo perfectamente de cuando sucedió. Fue un auténtico éxodo, con todo el mundo marchándose de sus casas en autobuses...

-Y una grandísima falta de información. Parece que la historia se repite con los años.

-Y siempre por estas fechas de diciembre. No me olvido, por ejemplo, del Mar Egeo. Estábamos inaugurando el congreso de la Asociación Española de Semiótica y en un momento dado nos llamaron de la Delegación del Gobierno diciéndonos que probablemente no podríamos ir a nuestro hotel, porque el humo e incluso las llamas podrían llegar hasta allí. Pues cada diez años se produce una de estas.

-Y no hay manera de aprender de una para otra.

-No sabemos o no queremos. Por aquí en el libro hablo de «oscuros intereses». Cualquier día nos vuelve a estallar en la cara una de estas, a las que yo llamo máquinas de guerra a la deriva. En el libro empiezo por el Urquiola, que explotó en los setenta en la ría de Ares.

-El Prestige centra otro capítulo.

-Si, y lo empiezo así: «Ironías de la historia, teñidas de cruel sarcasmo, aquella bomba de relojería que circundó sin gobierno nuestras vidas y nuestras costas, soltando su carga de veneno pestilente, respondía al nombre de la indignidad. Aquella peste flotante a la deriva tenía el nombre de la ignominia misma». Es realmente un sarcasmo llamarle a aquel barco Prestige. En todo caso este poema es optimista por lo que ocurrió: esa impresionante marea de voluntarios que llegó a Galicia a limpiar la costa.

He de puntualizar que yo escribo este libro ya con una perspectiva histórica. Quiero ser ajeno a las polémicas que hubo entonces, pues creo que cualquier político de cualquier signo hubiera cometido los mismos errores.

-¿Siempre ha estado interesado en cuestiones ambientales?

-Siempre estuve, pero en los últimos ocho años he estado volcando mi poesía ahí. Yo hago mucho deporte en las playas y cada vez que salgo a correr extraigo un saco de plásticos. Esa conciencia está en mí y sufro mucho con eso. Para el poemario me estuve documentando de la carga que llevaba el Casón y es tremendo, ponía los pelos de punta.

-¿Está trabajando en algo nuevo?

-Pues ahora en diciembre saldrá mi primera novela, pero no puedo avanzar nada [ríe]. Solo diré que es un antídoto contra la pandemia: humor y amor a partes iguales.