Xosé Xoán Bermúdez: «Na loita contra os furtivos sempre teño que cubrir as miñas costas»

Cristina Viu Gomila
cristina viu CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

ANA GARCIA

LOBOS DE MAR | El responsable del pósito de Camelle empezó en el mar de niño recogiendo algas con su madre

28 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Pasó la mañana de ayer en el juzgado de Corcubión en una vista por las amenazas de muerte de un furtivo, y la tarde, recogiendo microplásticos en la playa de A Granxa. Para Xosé Xoán Bermúdez Tajes fue un día prácticamente normal y lo dedicó a lo que más le interesa: la defensa de la vida marina para que pueda seguir siendo una fuente de riqueza. La suya no es una tarea fácil.

Ser patrón mayor de Camelle no parece algo complicado u oneroso, pero este vecino de Arou de la cosecha del 69 lo hace difícil porque denuncia y no se calla y tiene que soportar malas caras cuando va por la calle, provocaciones cuando se toma una cerveza en la fiesta de San Bartolo o daños en su coche.

De niño acompañaba a su madre en la recogida de algas mientras su padre pescaba en la Dos cuñados, que muchos años después reactivaría él, a pesar de ser uno de los más jóvenes de entre los nueve hijos de los Bermúdez Tajes, que tampoco fueron gente de mar para lo que se estila en la Costa da Morte. Su padre estuvo emigrado en Venezuela, Asturias y Suiza y el hizo la EGB, aunque no obtuvo el graduado, e hizo muchos trabajos para nada relacionados por el oficio de mariscador o marinero. Pintó paredes y limpió ventanas en Lausana y peló patatas y preparó pulpo en la cadena Trotamundos de A Coruña. Pero volvió a Arou hace un cuarto de siglo y se embarcó antes de que se perdiera el rol que habían comprado su padre y su tío, los Dos cuñados.

Sus mayores hazañas en el mar nada han tenido que ver con su oficio, sino con su condición de patrón mayor y su defensa de los recursos marinos. «Sempre teño que cubrir as miñas costas», reconoce. Tanto con furtivos locales como visitantes.

«Cerca da praia de Traba estaban roubando percebe na Ataín e había un rana con centolas. Fómonos arrimando coa lancha chamándolles a atención e un foise poñendo cada vez máis agresivo. Empezou a berrar coma un tolo, pero marchou con todo. Se estiveran os Gardacostas ou a Garda Civil poderiamos ter feito algo, pero nós só podemos espantalos», recuerda.

En otra ocasión estaban en As Baleas, «roubando percebe», y los persiguieron hasta A Ponte do Porto, río arriba, pero no lograron recuperar nada.

«Un xubilado pode coller 5 quilos de peixe e entendo que colla catro ou cinco ourizos para comer. Non se pode, pero se ten o capricho non pasa nada. Pero que non me transporte capachos deles», explica. Otro caso más, otro motivo para que en el pueblo algunos le tengan ojeriza, la suficiente como para llenarle el depósito del coche con azúcar o cortarle los cables de los mandos de la embarcación. Eso sí, el pone denuncia siempre y por eso pasa mucho tiempo en el juzgado. Y no solo eso. Tampoco se calla nada y si tiene que decir que los furtivos vienen de tal o cual cofradía lo dice y se queda tan tranquilo.

Su padre, uno de los dueños de la Dos cuñados, murió de un ataque al corazón cuando él aún iba al colegio. Su madre quedó al frente de la familia y a su cuidado los ocho hijos que le quedaron tras la muerte de una de las niñas a causa de una leucemia. Y la mujer se dedicó a recoger algas. «Traballou coma unha negra», dice Xosé Xoán Bermúdez, aunque enseguida se da cuenta de que ha utilizado un lenguaje inadecuado. «Pon que traballou moito, porque iso que dixen é racista, discriminatorio para a raza de cor negra», rectifica. Tampoco quiere decir gitanos, para hablar de un grupo de ambulantes que acabó quedándose con los percebes de un furtivo. Está convencido de que las palabras tienen poder. Por eso habla de la necesidad de que haya una patrona mayor en Camelle. «Hai moitas e boas percebeiras», dice.

«Desapareceron as lagostas e os cornos e vai pasar o mesmo co polbo e cos ourizos»

«Cando dentro de vinte anos alguén vexa na hemeroteca de La Voz o que digo eu vanme dar a razón como lla damos aos maiores que dicían que ían desaparecer as lagostas», dice Xosé Xoán Bermúdez Tajes. Recuerda que su padre y otros muchos pescadores de Camelle traían a tierra cestos de ellas. Ahora no las hay, al menos en el territorio de su cofradía y se atrevería a decir que en el resto, porque no llegan a las lonjas. Pasa lo mismo con las caracolas de mar, o que él conoce como cornos, «eses que a xente do interior collía poñía na orella e dicía que escoitaba o mar». Desaparecieron por lo que el patrón mayor considera un error en la gestión del recurso.

Tiene pocas esperanzas con el pulpo. «Un primo meu vendeu seis quilos de polbo e iso que leva 150 nasas», explica. Y no se cansa de hablar del caso del vecino que con más de 200 artes solo obtuvo 23 ejemplares. Recuerda cuando el control era mucho mayor y se queja de que los vecinos todavía se llevan a sus casas pulpos de menos de un kilo para congelar. Lo mismo sucede con las centollas. Reclama unidad en la Costa da Morte para evitar que sigan capturándose ejemplares que apenas se pagan a 4 euros porque todavía no están en comida. Recuerda que solo con dejarlas unos días en el mar sería suficiente para que multiplicaran su peso y su valor. También advierte de que se acaba el erizo y denuncia el descontrol de hubo sobre todo en los años 80 y 90 con las capturas.

Preservación

«Eu quero preservar o mar para nós, para os que estamos agora, para os nenos que están na escola e para os que aínda non naceron. Eles non van ter a oportunidade de coñecer moitas cousas que nós si puidemos vivir. Temos que gardalo para eles», dice.