«Las mascarillas me arrebatan ese 30 o 35 % extra de audición que completo leyendo los labios»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana Garcia

José Luis García es un profesor con sordera en A Agualada (Coristanco). ANPA y familias se han movilizado para que la Administración proporcione tapabocas transparentes a sus alumnos

20 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

José Luis García González, de 53 años y nacido en Asturias aunque residente en Galicia casi toda su vida, se quedó sordo hace 10 años de forma súbita. Los médicos no supieron entonces darle una justificación exacta de por qué podría haber pasado, simplemente que su cuerpo «falló» por esa vía. Dedujeron que podría tener latente alguna enfermedad autoinmune que podría, o no, guardar algún tipo de relación.

El caso es que, de un día para otro, se quedó sin el 100 % de la audición. Y también perdió su trabajo. Estuvo buscando durante años, pero no encontraba quien quisiera contratarle con su condición. Visto el panorama, y dado que no podía permitirse seguir sin empleo durante más tiempo, volvió a coger los libros a sus 47 años y se preparó unas oposiciones para educación. En cuestión de un año, y tras horas y horas de estudio, consiguió plaza para Burgos y en 2019 logró el traslado para Galicia con una plaza en el CEIP de Bormoio-Agualada. Allí, afronta su segundo curso como educador.

A los cinco años de quedarse sordo se sometió a una operación para colocarse un implante coclear que le devolvió entre un 50 y un 60 % de la audición. «Fue sumamente emocionante volver a oír otra vez. Viva la tecnología y vivan todos los aparatos que nos hacen la vida más fácil», señala José Luis, aunque escuchar no necesariamente significa comprender, ya que hay también una parte de rehabilitación detrás.

En circunstancias normales puede desempeñar la docencia sin mayores dificultades, ya que se apoya mucho en la lectura labio-facial y sus alumnos, asegura, no podrían ser más comprensivos con su condición: saben que deben llamar su atención para comunicarse con él, y que deben hablarle mirándole, para que el docente pueda leerles los labios y completar con la vista la información que recibe con su implante. «Me apoyo mucho en eso y, aunque no lo completa al 100 %, se le acerca», asegura el maestro, «además los niños no tienen ningún tipo de perjuicio, me admiten y colaboran en todo lo que pueden».

Sin embargo, este curso se le está haciendo cuesta arriba. «En este caso, la mascarilla es más que nunca un tapabocas y me arrebata ese 30 o 35 % extra de audición que consigo vía implante. Yo soy el mismo, y sigo teniendo la misma sordera, pero ahora me enfrento a un problema que dificulta el desempeño de mi trabajo y son los niños los que más sufren esto», comenta.

En junio, cuando todavía las mascarillas no eran de obligado uso, ya comentó en el claustro que, de tener que usarlas los niños durante el curso, para él supondría una dificultad añadida. Propuso mascarillas con una sección transparente o algún tipo de dispositivo electrónico, pero, aunque no duda que haya «interés» por parte de la Administración en solucionar su problema, cree que esta situación se está alargando demasiado.

«Mis alumnos se han gastado su dinero comprándose mascarillas transparentes, casi todos las llevan ahora, pero no son ellos los que tienen que adaptar mi puesto de trabajo. Quiero creer que [desde Educación] están trabajando en ello, pero no veo resultado», señala José Luis, al tiempo que agradece la movilización de la ANPA y, en general, de las familias, en defensa de su caso.

Aunque son lavables, este tipo de mascarillas no son precisamente de las más económicas, pero facilitan enormemente el trabajo para este profesor, que ya se ha puesto en contacto con colegas de toda España que están en su misma situación. Incluso se están organizando en un grupo llamado Docentes sordos en lucha, para conseguir visibilidad y que se garantice, por parte de las instituciones, la inclusión plena de este colectivo en el sistema educativo.