GUÍAS DE VERANO | Ninguna de estas esculturas debería faltar en sus recuerdos fotográficos
30 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Vaya por delante que cada municipio de la Costa da Morte daría para una monografía si la pretensión fuese recoger todos los tributos artísticos que albergan, ya sean bustos, homenajes a artistas, autoridades y vecinos locales, o instalaciones tan simbólicas como el ancla del Cason. Si lo que se pretende es, en cambio, un viaje iniciático por algunos iconos, bien vale empezar el recorrido en la Punta da Insua de Laxe, donde A Espera, de Iría Rodríguez, rinde tributo a esas familias que aguardaban el regreso a puerto de sus marineros, a veces nunca producido.
Desprende fuerza, como la escultura de Beatriz Salcedo en homenaje a los percebeiros, en la carretera de Corme a O Roncudo. Tributos a los oficios los hay diversos, como el rendido a los oleiros por Xosé Manuel Castro, pero también a los marineros y a las palilleiras de Camariñas o las mujeres del rural en Coristanco.
En Carballo vienen de inaugurar un Monumento ao Pan, del ourensano Acisclo Manzano y en Fisterra o Cee está presente la huella del peregrino, ya sea con el caminante hacia el faro o con la bota del cabo, en el primer caso, o con las botas de Cee.
En esta última localidad se encuentra un monumento especial, a las libertades, y se da cobijo también a una ballena de Miguel Couto, aunque quizás su cetáceo más simbólico sea el de Malpica, evocación de un pasado ballenero y del paso de Urbano Lugrís.
Como Fisterra, Vimianzo recordará siempre a los emigrantes con la obra de Iria Rodríguez, y Dumbría nunca perderá de vista la revolución que supuso el ciclismo y La Vuelta, de ahí el pelotón en la subida a O Ézaro.
Hacia el Atlántico se lanza el Atlante de Manolo Coia desde Nariga, mitad humano mitad gaviota. Toda una metáfora.